Joseba VIVANCO
Fútbol internacional

Surdato nnammurato

Lorenzo Insigne, único jugador napolitano del Napoli, se besó el escudo tras marcar en Verona, territorio hostil para los partenopeos.

Fue aquel extraordinario y espigado goleador galés Ian Rush el que dijo que «no pude acostumbrarme a vivir en Italia. Era como estar en un país extranjero». Y quizá no le faltaba razón al histórico delantero del Liverpool que apenas durara una temporada en la Juventus. Porque la bota italiana es tan alargada entre una punta y otra que apenas nada tienen que ver sus gentes del norte con las del sur, un escenario limitado por unas fronteras dentro de las cuales conviven lo que antes fueron reinos y gobiernos. Así que no es de extrañar que cualquier ciudad del norte tenga un especial odio a cualquiera del sur y viceversa desde la unificación del país hace apenas un par de siglos. Dicen que Verona, al norte, la cuna de Romeo y Julieta, es considerada una urbe racista y violenta. Y si hay un púlpito en el que Italia mejor escenifica esos sentimientos ése es el Calcio.

Fue en la década de los años ochenta cuando el Napoli, abanderado de todos los males del sur a los ojos del norte, visitaba al Hellas Verona, en una campaña en la que ambos pugnaban por similares objetivos. Los locales recibieron a los partenopeos con un tifo que rezaba ‘‘Bienvenuti in Italia”, dejando claro que la ciudad de la Camorra no es Italia. Y de paso enviaban un segundo regalo con más amor aún: ‘‘Lavali col fuoco o Vesuvio” (Lávalos con el fuego del Vesubio), acompañado de un canto con la misma letra y que se fue luego extendiendo hasta el punto de que tifosi de la Roma o la Juventus lo cantaban en sus enfrentamientos contra el Napoli. Como a todo partido de ida, le espera uno de vuelta. Los napolitanos desplegaron su pancarta de bienvenida: ‘‘Veronesi non dimenticate che Giulietta era una zoccola” (Veroneses no olvidéis que Julieta era una zorra).

Nápoles, junto con Florencia, es la única gran ciudad italiana que no vive la pasión de un derbi. Así que los azulones se conforman con rivalizar con la Roma, en el sur, y con Juventus y Verona en el norte. Este fin de semana rendían visita precisamenta al Hellas, que no ha sumado todavía ni una victoria en Serie A. El Napoli llegaba lanzado, 19 puntos de 21 posibles. Ganar y hundir más al eterno enemigo sería como una jugada de penalti y expulsión.

Cuentan que en toda Italia hay aún medio centenar de periodistas amenazados por las distintas mafias. Cuentan que un viejo periodista napolitano intimidado por la Camorra tuvo que huir a Estados Unidos. Retornó muchos años después, anciano, para morir en su ciudad natal. El segundo día tras su regreso recibió un balazo en la cabeza. La mafia perdona pero no olvida. Un napolitano tampoco. Lorenzo Insigne nació el 4 de junio de 1991 en Frattamaggiore, un municipio de la región de Nápoles. Lo hizo dos meses después de que Diego Armando Maradona jugara su último partido con los azzurri. Y ya se sabe que en Nápoles el fútbol es religión, y Maradona su dios.

Insigne, hijo de una familia humilde, es el único napolitano que juega en el Napoli. Cuando era un bambino la pelota era más grande que él. Pero su 1,63 de estatura no le ha impedido ser profeta en su tierra. Su trayectoria, siempre atisbando el talento que atesora, no ha estado exenta de enfrentamientos con sus propios aficionados. «Fanculo» (Que os jodan), se atrevió a reprocharles tras ser silbado en un cambio. «Sucio interista», le llegaron a llamar. Tiempos difíciles que una grave lesión esfumó. Porque fue entonces cuando esos aficionados que le criticaban le dieron todo su ánimo. Y Lorenzo se lo agradeció. «Amo al Napoli y nunca pensé en irme, ni siquiera cuando los hinchas me silbaban y yo respondía mal porque me dolían las críticas y porque soy de esos jugadores que cuando al equipo le va mal, son los primeros que lo sufren», diría luego.

El domingo, Insigne, casado, dos hijos, un cuerpo plagado de tatuajes, menudo, tez morena, pelo corto, barba de varios días, un personaje que parece salido del best-seller ‘‘Gomorra’’ de Roberto Saviano, hizo el 0-1 en Verona. «Este gol lo dedico a mi ciudad, este partido lo sentimos mucho», dijo después. Antes, tras marcar, se dirigió a la hinchada local, quizá a esa histórca ‘Curva Sud Verona’ marcadamente de derechas, y se besó el escudo de su camiseta. «Aquí siempre me insultan y me ofenden. Así que marcar es más bonito», se vengó.

Leicester, licencia para soñar

Él es el nuevo surdato nnammurato (soldado enamorado, en napolitano), ese al que se refiere el himno del club, que no habla de héroes ni conquistas, ni gloria, sino de nostalgia, una canción de amor en la que un hombre recuerda desde la distancia a su novia: «Staje luntana da stu core, a te volo cu o penziero…». Y él, cada que vez que le proponen portar el ‘10’ de Maradona, responde: «No molestemos al más grande con estas comparaciones». La zurda de Insigne y los goles del actual capocannoniere Pipita Higuaín asaltan el liderato del Inter de Milan, que por fin ganó por más de un gol, y con el que se ve las caras el lunes en San Paolo. Partidazo.

Pinchó la Roma, también la Fiorentina, y peligrosamente se acerca la Juventus, que derrotó 1-0 a un flojo Milan, a pesar de las buenas intervenciones del chaval Donnarumma. La Serie A es la más apretada de las principales ligas europeas. En Francia, lo del PSG es ya un paseo, 13 puntos de distancia con respecto al Lyon, así que al margen de la victoria del Marsella en campo del Saint-Etienne, el principal morbo estaba en el primer derbi corso de la temporada, entre Bastia y Gazélec, ambos en la parte baja de la tabla.

En todos los estadios franceses se guardó silencio durante los sones de ‘La Marsellesa’ por los atentados de París, gesto que en Bastia también fue respetado con la salvedad de que los ultras locales –que aprovecharon para recordar al PSG que su patrocinador son los petrodólares qatarís– accedieron al estadio una vez terminado el himno.

Al que nadie cuestiona a día de hoy es al irreverente Leicester, líder de la Premier League tras el 1-4 del Liverpool al City, liderado por ese sorpredente goleador que es Jamie Vardy, que hizo historia esta jornada al igualar la mejor racha de partidos consecutivos marcando de la liga inglesa, 10, con el tulipán Ruud van Nistelrooy. Compite en puntería con el gabonés Pierre Aubameyang, que volvió a marcar, pero su Borussia Dortmund salió derrotado por el Hamburgo, 3-1, con lo que se le escapa aún más un Bayern que solventó 1-3 su visita al Schalke, tanto incluido del navarro Javi Martínez –dos años después–, que ha vuelto tras su lesión y con muy bien tono. El que también está en racha es el mexicano Chicharito Hernández, dos goles más con el Bayer Leverkusen, y van diez en el último mes.

Goles son amores, dicen, pero como sostenía la ‘Saeta rubia’, el irrepetible don Alfredo di Stéfano, «marcar goles es como hacer el amor, todo el mundo sabe cómo se hace, pero ninguno lo hace como yo». Oh, cuanto surdato nnammurato.