Fede de los Ríos
JO PUNTUA

Que no nos vengan con hostias

Un artista denuncia el estupro dentro de la Iglesia católica formando la palabra pederastia con redondas hojas de pan ácimo, conocidas como hostias, y un sector de católicos indignados, por el uso de las hostias, no por el uso de menores, en un lugar tan sagrado como la tumba de su admirado Mola, toca a rebato exigiendo el cuello del alcalde de Iruñea, Joseba Asirón.

El Gobierno español ha ordenado a la fiscalía investigar el caso. ¿Por las amenazas hacia el alcalde? No. Por saber si las hostias estaban o no consagradas, es decir, si el sacerdote celebrante de la eucaristía había invocado al Espíritu Santo (persona divina que preñó a María de Jesús, que es la persona humana y, a la vez, los tres son uno). Porque de haber sido invocado, las hostias y el vino, como elementos de la consagración, desde ese momento y a pesar de conservar sus accidentes (color, sabor, olor, textura, etc.), ya no serían pan y vino, sino que habrían transustanciado en cuerpo y sangre de Jesucristo. Con la particularidad de que en cada una de las hostias está Jesucristo entero evitando, así, el tener que elegir entre muslo o pechuga que tantos quebraderos conlleva en personas indecisas como yo (el muslo es más jugoso sí, pero la pechuga, aunque más seca, tiene más Dios). La antropofagia es lo más de lo más en la doctrina católica.

Todo vale para combatir al rojo y al infiel. La santa desvergüenza católica la llaman: las mentiras al servicio de La Verdad. Dice el arzobispo que en la «misa de desagravio por la profanación en la catedral» se acabaron las cuatro mil hostias que había transustanciado quedando gente sin comulgar. ¿Más de cuatro mil comehostias, querido? No caben, mentirosillo.

Que la derecha y sus monaguillos se revuelvan por perder control en las instituciones es natural, que usen el miedo y la religión para cohesionar a sus acólitos es lo habitual. Que hagan vudú o se flagelen en la intimidad. Si pretenden imponer su neurosis colectiva en el espacio de todos, como decía el gallego, auguro andanadas de hostias sin consagrar.