Raimundo Fitero
DE REOJO

Zapatos

Bien está lo que pronto se instala en el uso cotidiano de la ciudadanía. Ahora los zapatos se han convertido en símbolos. Quizás todo arrancó con Chaplin comiéndose una bota y chupando los clavos con delectación, pero veo que una plataforma de mujeres de la margen izquierda ha decidido hacer de los zapatos de todo tipo de color rojo colocados en las aceras, una marcha denuncia contra el maltrato y violencia contra las mujeres que no cesa. Estos mismos zapatos rojos, vistos desde otra perspectiva, son objeto del deseo, son otro tipo de iconografía para excitar al machismo más ramplón, la venta de automóviles, perfumes o simples nociones de la opulencia.

En parís los que defienden la tierra como lugar para vivir los seres humanos en los siglos venideros, se han tenido que manifestar contra las prohibiciones exageradas de un gobierno transformado en guerreo y de extrema derecha por la coyuntura de la tragedia. Su manifestación previa a la cumbre mundial sobre el clima ha dejado una muestra de zapatos en formación, bien alineados en el suelo de las plazas y las calles, unos zapatos que nos mandan señales inquietantes, que nos transmiten mensajes en diferentes direcciones.

Cada uno puede llevar su mirada hacia diferentes puntos, como ir hacia el ayer, la muerte, esa sensación extraña que en un accidente de automóvil, tren, en una masacre por bomba o ametrallamiento, siempre quedan zapatos sueltos. O de futuro y compromiso, ya que si caminamos más, si consumimos menos petróleo y agua, si logramos reducir los residuos plásticos y tóxicos, si acompasamos nuestro vivir al paso alegre de la conversación, del ir poco a poco, quizás consigamos ese hogar para todos, que ya somos más se siete mil millones de habitantes en la Tierra. Y algunos sin zapatos.