Dani Saralegi, Eva Aranguren, Ana Barrena, Iban Maia
EH Bildu
GAURKOA

De exposiciones y fundamentalismos

El 20 de noviembre se inauguró una exposición dedicada a la memoria histórica y más en concreto a los fusilados por el franquismo: «Desenterrados» de Abel Azcona. Nadie hubiera podido imaginar hace solo un año que algo así pudiera suceder en esta ciudad sometida durante décadas a la represión y la mordaza franquista y postfranquista. Si de constatar el cambio se trata, de muestra vale una exposición.

A esa exposición sobre los fusilamientos, patrocinada por el Ayuntamiento, el artista incorporó una parte de recuerdo de obras y performances anteriores, que es la que ha generado polémica. Por su contenido, y por exponerse en una sala municipal, ha generado reacciones que es necesario analizar pausadamente. Todo ello en el contexto de una ciudad que se abre paso hacia un cambio político y social que el alcalde definió con acierto como «el cuarto ensanche»: el camino de la Memoria a la Libertad.

Un primer elemento es la convivencia en Iruñea, por la que EH Bildu trabaja desde que entró a gobernar la ciudad con otras tres fuerzas. En esta ciudad existen realidades sociales, culturales, ideológicas y políticas muy diversas. Es responsabilidad del Ayuntamiento gestionar la institución atendiendo a esa diversidad, trabajando por el bien de la ciudad, intentando hacer de ella un bien común, en contra de nadie pero a favor de la mayoría, y ello independientemente de las diferencias que existan entre quienes formamos esta colectividad. Es cierto que las decisiones nunca pueden ser del gusto de todos y todas, y que no estarán exentas de contradicciones. Venimos de un largo túnel de silenciamientos y discriminaciones, y la luz que aparece al final parece cegar a ciertos sectores.

Otra prioridad es la defensa de la libertad de expresión, derecho recogido en la Declaración Universal de los DDHH y una de las bases de la convivencia democrática. Iruñea lleva décadas en los que este derecho ha estado sistemáticamente ninguneado por el Régimen que gobernaba el Ayuntamiento.

Tenemos claro que el ejercicio de la libertad de expresión genera debate social, contradicciones y reacciones más crudas cuando su contenido nos afecta directamente. Mucho se ha hablado y discutido sobre los límites de la libertad de expresión. No es nuestra intención aquí y ahora dilucidar un debate que difícilmente puede llegar a conclusiones definitivas, pero sí hacer una llamada a la reflexión. La libertad de expresión no es solo la posibilidad de expresar todas las ideas, su respeto implica también la capacidad de asumir la diferencia y la crítica aunque esta nos resulte a veces hasta ofensiva.

Pero la reflexión tampoco debe quedar ahí, porque igualmente hay que tener en cuenta que se pueden generar situaciones que pueden quebrar una ya de por sí todavía frágil convivencia en la ciudad y dificultar el camino del cambio político, social y cultural. Reflexionemos, desde posiciones de izquierda, en torno al concepto de libertad de expresión, su defensa, desarrollo y fortalecimiento.

Como parte de esa libertad de expresión, tenemos claro que el arte es también transgresión, cuestionamiento del «orden establecido», del propio sistema en el que vivimos. Difícilmente pudiéramos valorar que la polémica generada haya servido para ello. Primero, porque el objetivo de la exposición era transgresor, cuestionador del orden «padecido» y emancipador. Sin embargo, ha estado ocultado por una polémica que poco o nada tenía que ver con la propia exposición. Segundo, porque el anacronismo de algunas de las reacciones imposibilita prácticamente hablar de debate social, que debe ser siempre contradictorio pero generador de nuevas situaciones y avances.

Insistimos en que Iruñea es una ciudad que ha sufrido un control político férreo. Que ha padecido el ahogo programado de cualquier idea, expresión artística e intelectual cuestionadora del status quo. Una censura del protagonismo ciudadano en cualquier ámbito, que, indudablemente, tiene que cambiar de raíz. De hecho, tenemos claro que algunos movimientos de estos días alrededor de la respuesta a una exposición no son casualidad ni surgen espontáneamente. Son maniobras de sectores que anhelan volver al pasado.

Más allá de la legítima sensación de ofensa por parte de personas ante un elemento de una creación artística, y su derecho a mostrar públicamente su disconformidad con la causa de esa ofensa, es evidente que las diferentes reacciones producidas tienen un transfondo político y obedecen a intereses muy concretos.

El cambio producido en Iruñea ha molestado a un sector que, hasta ahora, había hecho de esta ciudad su «cortijo» y un instrumento para su negocio. Poniendo para ello en marcha políticas de imposición, anti-ciudadanas y faltas de una mínima base democrática. Ahora, UPN ha orquestado el ataque de un sector ultra-católico dirigido, casi exclusivamente, al cambio en Iruñea y al alcalde que encabeza ese cambio.

Somos conscientes de que hay bastantes personas de base de la Iglesia que comparten y trabajan por el cambio social y se han podido sentir ofendidas, pero también asistimos con preocupación a la deriva de una parte de la institución eclesial, más preocupada en hacer política de oposición que en denunciar las injusticias de esta sociedad o los casos de corrupción y pederastia presentes en su seno. Una jerarquía eclesiástica que ha tomado la determinación de hacer política, preocupada por el avance del «separatismo y la rojería», tal y como expresaron en fechas recientes, en vez de ser parte activa en la denuncia de las desigualdades sociales existentes en esta sociedad maltrecha por el neoliberalismo.

Queriendo sacar réditos políticos por encima de todo, UPN ha mostrado su intransigencia y fanatismo en un peligroso movimiento que intenta colapsar el avance de la convivencia en Iruñea. Las actitudes fundamentalistas de UPN nos recuerdan que en esta ciudad diversa hay sectores interesados en dar una imagen única de una ciudad hasta ahora manejada por intereses económicos de la derecha española, el Opus Dei, la banca y el Régimen en general.

El cambio en Iruñea va avanzando imparable, con debates sociales, por un camino no exento de contradicciones y dificultades, pero sobre todo con la puesta en marcha de políticas encaminadas a reducir las desigualdades existentes y ocasionadas por la acción de ese sector político que hoy se rasga las vestiduras ante una exposición.

Paradójicamente, la plaza donde se desarrolla la exposición se llama plaza de la Libertad / Askatasunaren plaza. La desaparición de ese insulto a la memoria que suponía dedicársela a una de las referencias más sangrantes del franquismo (Conde de Rodezno), era tanto nuestro objetivo como nuestra obligación. Pero ese cambio no es simplemente para honrar una Memoria ocultada por el Régimen, sino para hacer presente la Libertad en el día a día. La Libertad es un concepto que más allá de colgarlo en letreros de calles hay que trabajarlo todos los días en todos los ámbitos. Y eso es a lo que EH Bildu se ha comprometido con Iruñea.

Queremos terminar esta reflexión agradeciendo al Gobierno Municipal y a su alcalde por haber hecho frente a esta situación delicada con altura de miras, sin partidismos ni revanchismos. Agradecerles por haber defendido la libertad de expresión y al mismo tiempo haber un hecho un esfuerzo por la convivencia, aunque eso nos obligue a ir más despacio en cuestiones que también nos ofenden mientras perduran. Es la mayoría social quien llevará a buen puerto el cambio, pero también hace falta madurez política, determinación y buen hacer por parte de quienes de alguna manera están al timón de ese transatlántico que es el Ayuntamiento de esta ciudad. Y eso lo han demostrado a pesar de los costes personales que pueda generarles. Zorionak eta eskerrik asko beraz.