Alberto PRADILLA

¿INDECISOS O AVERGONZADOS?

El «indeciso» se ha convertido en objeto de deseo de los partidos en la campaña más abierta. Sin embargo, hay expertos que creen que tras el «no sé» hay más «voto oculto» que duda. El voto joven es el menos identificado con unas siglas y el más apetecible.

Los «indecisos», aquellos votantes que supuestamente todavía no tienen elegida papeleta ante las decisivas elecciones del 20 de diciembre, se han convertido en el oscuro objeto de deseo de los directores de campaña. Según los datos del CIS, hasta el 41% de los censados en el Estado no tenían definida su opción. La encuesta publicada ayer por GARA sobre los cuatro herrialdes del sur de Euskal Herria incidía en esta tendencia, incrementando ese porcentaje al 50%. Sin embargo, el «indeciso» no constituye un ser inmaculado a la espera de ser seducido por la campaña. Parte con un bagaje. E incluso, un voto en el bolsillo que no quiere admitir. Por eso hay quienes, como el politólogo Juan José Domínguez, consideran que el elevadísimo número de personas que no lo tienen claro no es tal. «Hay mucho voto oculto. Es cierto que estas elecciones son excepcionales, pero a estas alturas de campaña lo lógico es que quien no ha decidido todavía esté entre el 8% y el 10%», argumenta.

En unos comicios marcados por el rechazo al sistema bipartidista estatal, reconocer que uno sigue empeñado en votar lo de siempre no es plato de buen gusto. Según Domínguez, quienes votarán con vergüenza de que se sepa qué papeleta llevan son mayoritariamente del PSOE. Todo ello con cautela, ya que, según remarca, «las estimaciones tienen base científica pero no son una ciencia exacta, están sujetas a un error de muestreo». Especialmente si se toma en consideración que hay estudios realizados con un millar de entrevistas en todo el Estado. Esto implicaría que, por ejemplo, en Nafarroa apenas se haya hablado con una veintena larga. Muy poco para ser concluyente.

En la misma línea, Asier Blas, profesor de Ciencias Políticas de la UPV, cree que, si bien es cierto que existe un voto oculto a PP y PSOE, el escenario es «muy volátil». Al final, si se compara con anteriores citas en este vertiginoso ciclo electoral que abrieron las europeas de mayo de 2014 se puede observar que las perspectivas de las formaciones emergentes no siempre se han cumplido. Lo cual no implica que el sistema político español no haya dado un vuelco.

Dando por hecho que estas son unas elecciones atípicas, cabe preguntarse dónde están los votos que faltan por definirse y cuáles son los elementos que afectan. Ahí, Blas remarca que los electores de menos de 50 años son los que tienen el voto «menos sedimentado». Es decir, menos fijo a unas siglas. Cabe recordar que, según el CIS, el PP solo gana entre los mayores de 60 años, lo que explicaría la campaña plana de Mariano Rajoy, que juega a no meter la pata. Con esta lógica, según el profesor de la UPV, eventos como el debate a cuatro del lunes tienen impacto, aunque especialmente en sentido negativo. Aquí sale perdiendo Pedro Sánchez, a quien le erosionan tanto Podemos desde la izquierda como Ciudadanos desde la derecha. Quizás esta sea la razón de su histriónica apelación al «orgullo de Ferraz» que ha seguido a su mala actuación televisiva. También, que Pablo Iglesias se haya concentrado en los desencantados con el PSOE.

Otro dato a tener en cuenta es la abstención. Según remarca Blas, era habitual que el PSOE sacase tajada de una alta participación ya que concentraba todo el voto «anti PP». Podía ser con la nariz tapada, pero funcionaba el «sufragio útil». Ya no será así. Si antes un porcentaje de más del 75% daba por seguro un inquilino de la Moncloa con despacho en Ferraz, ahora existe una opción de derechas, la de Albert Rivera, que también se lleva «voto del cambio». No obstante, como indica Domínguez, muchos de estos estudios sirven solo para «marcar agenda». Y para darnos que hablar a la espera de las urnas.