EDITORIALA
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La sociedad vasca, un terreno propicio para expertos en innovación social

El tercer encuentro del Foro Social para impulsar el proceso de paz en Euskal Herria, que tuvo lugar ayer en Gernika con el desarme como tema central, aportó un torrente de experiencias e ideas que habrá que dejar reposar y repensar de cara a implementarlas a corto y medio plazo. La jornada fue interesante, inspiradora, y concluyó con un anuncio que marca un enfoque distinto y llegados a este punto probablemente más fructífero para alcanzar los objetivos fijados: la transformación del Foro de encuentro nacional puntual a foros permanentes. Los organizadores asumen la responsabilidad de formular esta idea que tendrá a la sociedad civil como protagonista.

Tal y como señalaron algunos de los ponentes ayer, en este momento histórico los procesos de paz no siguen las pautas de los hasta ahora considerados modelos canónicos. Esta nueva realidad obliga a quienes defienden la importancia de la resolución de conflictos por vías pacíficas y democráticas a innovar, a buscar nuevos enfoques, a romper esquemas, a cambiar para lograr cambios. De lo contrario, caerán en las maniobras y vetos de quienes no tienen interés –o tienen intereses perversos– respecto a la resolución ordenada y justa de esos conflictos. Tan sencillo de entender como difícil de hacer.

En todo caso, esto requiere un cambio sustancial, una reconversión, un análisis serio de las fuerzas disponibles y sus prioridades, de cómo lograr más compromisos y recursos, una evaluación de las inversiones tanto humanas como materiales… Supone cambios en base a criterios de importancia, de economía de recursos, de realismo y eficacia, de evaluación de costes y beneficios. Requiere un cálculo político serio para avanzar a corto y medio plazo. Porque también obliga a establecer plazos, que serán distintos a los esperados y dependerán de que se implementen esos cambios, de estar preparados a tiempo y ser más rápidos y flexibles, hábiles.

Dada la natural tendencia conservadora de muchos humanos, habrá quien vea con desconfianza esta realidad. Una opción es resaltar y reivindicar las similitudes con casos conocidos, como por ejemplo el irlandés. Sin embargo, la nostalgia no es un arma de futuro. Además, sería bueno repasar seriamente esos procesos, como mínimo para no partir de dogmas que no soportan un contraste de hechos. Por eso, también, es importante el conocimiento y la aportación de los expertos.

Expertos que equilibran una liza desigual

Sorprendentemente, desde ópticas políticas antagónicas, se suele poner en duda el valor de expertos como los que ayer se dieron cita en Gernika. Reticencias que rara vez se expresan con tal beligerancia en otras áreas, desde la Economía hasta la Salud. No son solo legítimas discrepancias. Al fin y al cabo, se puede estar más o menos de acuerdo con las tesis de los especialistas, de quienes tienen más experiencia en un ámbito; se pueden criticar sus posturas, incongruencias o errores. Pero resulta extraño que sea en el tema de la paz en el que se haga una lectura más frívola del valor de quienes han trabajado en diferentes procesos con éxitos evidentes y un compromiso con la justicia y la igualdad inapelables.

En algunos casos es evidente que esa crítica extrema tiene que ver con intereses particulares. El discurso de los expertos demuele el relato de vencedores y vencidos, cuestiona la normalización de los privilegios, la excepcionalidad en la justicia y la reparación, la impunidad de unos, la verdad oficial. No les gusta verse en un espejo que desnuda su parcialidad y su nula empatía. Su crítica responde a un cálculo político, porque en realidad no buscan resolver, desean ganar. Sin testigos, sin arbitraje, una victoria decretada por uno mismo.

La otra crítica suele venir de la frustración de la razón, de la evidencia de la injusticia, de la ansiedad de una realidad que urge cambiar. El problema es que asume en parte el principio rector de sus adversarios: la de la derrota. Como diagnóstico no es demasiado veraz y como estrategia resulta terrible.

De todos modos, los expertos insisten en que la clave no son ellos sino la sociedad vasca. Precisamente, la historia del proceso emancipatorio vasco está repleta de casos de éxito en innovación social. Hemos sido pioneros inventando nuevas vías para resolver problemas viejos y expertos creando nuevas experiencias comunitarias. Los casos canónicos son las cooperativas y las ikastolas, pero es hora de renovar estos ejemplos. La justicia, la democracia y la paz son terreno propicio para ello.

Este proceso quizás no responda al esquema de «paz por X» y sea mejor entenderlo como «paz para Y». Para la gente, para hacer una sociedad diferente, una nación mejor, más decente y libre, para lograr un Estado vasco al servicio de las personas que viven y trabajan en él. Para no ser presos, para no tenerlos. Nada nuevo y a la vez un gran cambio que requiere de nuevas fórmulas y plazos.