Pablo CABEZA
BILBO

«Van Morrison. Toma interior», selección de textos elegidos por el autor

Cincuenta años de carrera labran un camino lo suficientemente largo como para que a sus márgenes ocurra de todo. Y de todo pasó en el día y la noche del músico irlandés Van Morrison. Sus historias están a los lados de ese camino, con Belfast como silueta a contraluz. Son historias que hablan de amistad, amor, política, música y sus venenos... Canciones que quedan recogidas a lo largo de 350 páginas bilingües (inglés-castellano) en «Van Morrison. Toma interior».

El propio Van Morrison ha seleccionado las canciones que deseaba fueran recopiladas en «Van Morrison. Toma interior» (Ediciones Malpaso), que vienen a ser como un tercio de todas las que ha escrito. «Son las letras de algunas de las canciones compuestas a lo largo de más de cincuenta años en la carretera y, como tales, entiendo que son representativas de mi viaje creativo», explica Morrison.

La edición es de Eamon Hughes, doctor especialista en historia de la cultura y la literatura irlandesa. Es profesor en la facultad de Filología inglesa de Queen’s en Belfast, donde también trabaja como director adjunto del Institute of Irish Studies. El entretenido prólogo es del escrito Ian Rankin y la traducción al castellano es de Miquel Izquierdo. Al respecto se señala que la versión castellana de estas letras no aspira a recrear todos los recursos formales del texto original. «Hemos procurado conservar la cadencia poética de Van Morrison sin forzar, por ejemplo, rimas o metros artificiosos que inevitablemente nos alejarían de los significados». El resultado es que las traducciones solo actúan como instrumentos para entender verso a verso el sentido de los originales y en la medida de lo posible. En realidad, el eterno problema de las traducciones de textos, o de letras en concreto, donde las metáforas, lo que no se escribe, cuenta tanto como la propia letra. No desorientar sobre la identidad del objetivo del autor no es tarea sencilla, puesto que en muchos casos son frases que quedan a la libre interpretación del lector. La especulación sobre el significado concreto de una letra es parte, muchas veces, de los misterios del autor, como es el caso.

Según Edman, las letras de Morrison circulan en dos direcciones: ahondan en y se remontan a orígenes y recuerdos, a la vez que se proyectan hacia otros lugares y hacia aquel territorio que trasciendo el lugar. «Por una parte, los detalles de su ciudad se vinculan con muchas de las músicas que escuchó allí por primera vez. Músicas tan locales (bandas formadas por miembros de la Orden de Orange, del Ejército de Salvación, góspel y cánticos de alabanza, himnos y folk), como norteaamericanas (jazz, blues, ritmo y blues, góspel y soul).

Morrison reconoce que la música legada por las radios y los discos está emparentada con la música de las calles, las iglesias y los oratorios de chapa metálica propios de su infancia, y ello le permite destilar la ciudad en sus componentes abstractos, tales como el tren y el río, y explotarlos para componer un paisaje más vasto. También Belfast puede reformulares como territorio simbólico, hasta mitológico, y así Belfast es un lugar en expansión permanente, cuyos límites y fronteras se tantean y son puestos a prueba.

Cuando el escenario de las canciones se desplaza a Londres, Boston o San Francisco, no es que no tengan nada nuevo que ofrecer, sino que se revelan como familiares. Para cuando compuso “Saint Dominic’s preview”, por ejemplo, las cadenas, plazas, banderas y emblemas de Belfast ya se contemplaban bajo el mismo prisma que el tópico cruce de caminos del blues.