Alberto PRADILLA
MADRID

Escenarios para una investidura

Pedro Sánchez quiere ser presidente español pero no tiene los números necesarios. Si pacta con Ciudadanos, Podemos no entrará en la ecuación, y viceversa. Esto dejaría la investidura en manos del PP, que aguarda el fracaso del PSOE para presentarse como salvador. El juego del veto no permite muchas combinaciones.

Pedro Sánchez asegura que «va en serio» y que se presentará a la investidura, haya logrado o no los apoyos suficientes en las negociaciones que inició la semana pasada. Tiene poco menos de un mes por delante antes de someterse a la votación en el Congreso, aunque no siempre se ve claro que esté buscando ser presidente o bien ganar terreno de cara a unas nuevas elecciones. Por ahora ha fijado un bloque de preferencias (Podemos, Ciudadanos, PNV, Compromís, Unidad Popular y Nueva Canarias) y ya elabora un programa de Gobierno que entregará mañana a las 10.00 tanto a estos grupos como a la prensa.

Por el momento, la carrera hacia La Moncloa del secretario general del PSOE se mueve en el terreno de lo ambiguo. Sin embargo, las matemáticas son implacables y las incompatibilidades obvias. Aparcada por el momento la batalla en Ferraz, Sánchez juega sus bazas, consciente de que no lo tiene nada fácil. Desde la lejanía, el PP aguarda al fracaso para aferrarse al lema que lanza desde el 20D: «Nosotros o el caos».

El PSOE busca el imposible de «a izquierda y derecha»

«Hay mimbres para llegar a una alianza progresista de cambio», afirmaba ayer un optimista Sánchez tras la reunión con el PNV. Escuchando al secretario general del PSOE queda claro que la estrategia es exhibir que tiene más moral que el Alcoyano. Ha iniciado su proceso de negociación obviando la imposibilidad de unir a Podemos y Ciudadanos y aferrándose a una trampa lingüística. Habla de «Ejecutivo de progreso y reformista», con lo que intenta dejar contentos a los de Pablo Iglesias y a los de Albert Rivera. Sin embargo, ambos ya han advertido que no pactarán si el otro está ahí.

Ante la investidura tiene dos opciones: acordar con los morados o con los naranjas. En el primero de los casos, cada vez más alejado, necesitaría también del apoyo de Unidad Popular y PNV y la abstención de Democracia i Llibertat o ERC. Por mucho que se diga lo contrario, estos los tendría garantizados, ya que todos ganan más permitiendo un Ejecutivo español débil que abriendo la puerta al PP.

En el caso de que opte por Ciudadanos, el líder del PSOE podría buscar la abstención a izquierda o derecha. Es decir, presionar a Podemos para que le permita gobernar bajo la excusa de que la alternativa es el PP o exigir que Génova se eche a un lado con el argumento de la «estabilidad». Ambas opciones tienen sus riesgos ya que, según las encuestas, estos dos partidos son los más interesados en repetir comicios. Por eso ambos ya le han dado el «no» anticipado.

Otro as en la manga de Sánchez es la «podemización» de su discurso. No solo preguntando a las bases por cualquier acuerdo, lo que le permite desactivar la oposición de los «barones». También por su habilidad para apropiarse del discurso, incluyendo términos como «rescate ciudadano». ¿Una maniobra para eludir el castigo en las urnas?

El PP espera el fracaso de Sánchez para hacer de salvador

«Nosotros o el caos». Ese es el mensaje que lanza continuamente Mariano Rajoy, cuya continuidad al frente del PP está hoy más complicada que nunca. Operaciones policiales como la de Valencia han vuelto a ubicar la corrupción en el centro del debate y hasta Ciudadanos, que es el gran aliado de Génova, pone en cuestión el liderazgo del que todavía es inquilino de La Moncloa.

Sin que sea previsible una revuelta interna, parece que la apuesta de Rajoy va en la línea de su tradicional actuación política: esperar y confiar en que el tiempo resolverá la situación. Ha rechazado investir a Sánchez pero es evidente que intentará volver a presentarse cuando el secretario general del PSOE fracase. Si eso ocurriese, Rajoy podría exhibirse fortalecido y apelar a la «gran coalición» que exige desde el 20 de diciembre. Esta es la opción favorita de aquellos que mandan pero que no se presentan a las elecciones, y que tienen sus despachos tanto en Madrid como en Bruselas o Berlín. En esta estrategia también podrían aparecer aliados en Ferraz. «Barones» como Susana Díaz ya han mostrado su desagrado ante un hipotético acuerdo con Podemos. Y no se puede olvidar que el 25% del voto del PSOE llega de Andalucía.

Podemos: sin saber si quiere más el acuerdo o el «no» y elecciones

Pablo Iglesias quebró la cintura del PSOE cuando ofreció un gobierno tripartito junto a IU, pero se ha quedado fuera de la negociación más inmediata. Lo cierto es que no está tan claro si Podemos lanzó el ofrecimiento como órdago negociador o buscaba subir el listón lo suficiente como para que Sánchez no pudiese aceptarlo y recoger los beneficios del giro a la derecha. La maniobra le salió bien, pero quebró las ya de por sí debilitadas relaciones con el PSOE. Así que mientras que el equipo de «fontaneros» de Sánchez avanza junto al de Ciudadanos, Iglesias se conforma con telefonear a Ferraz cada tres o cuatro días.

Tiene razón el líder de Podemos en la incompatibilidad de su programa con el de Albert Rivera. Asuntos clave como la economía (con nuevas exigencias de recortes) o el referéndum en Catalunya los convierten en antagonistas. Sin embargo, los morados quieren evitar que se vincule su distanciamiento a la defensa de la consulta. La presión crecerá conforme se acerque la investidura a la que, probablemente, Sánchez llegará con Ciudadanos e IU, que está lanzando mensajes sorprendentemente conciliadores hacia Ferraz y duros contra Princesa (la calle de la sede de Podemos).

Ciudadanos aspira a ser la bisagra de la «gran coalición»

El gran bluff electoral ha recogido un papel central en la negociación política. Se presenta como único capaz de vehicular la «gran coalición» con PP y PSOE y ya se apuntó un primer tanto con la elección de Patxi López como presidente del Congreso. Ferraz se llevó el cargo; la derecha de PP y Ciudadanos, la mayoría en la Mesa. Jugada maestra. Su estrategia es la de seguir negociando con el PSOE y, previsiblemente, acompañarle hasta la investidura, negociando en paralelo con el PP para algún tipo de cambalache. No parece descartable que al final se impongan sus tesis, aunque habría que ver quién se queda con la presidencia, ya que ni Génova ni Ferraz ceden. Por el momento tiene menos diputados que Podemos pero se ha convertido en el socio preferente de Sánchez.

La batalla táctica no descarta ninguna de las tres opciones

La batalla táctica se juega en lo posible y en la responsabilidad del otro. Así que nadie está dispuesto a dar el portazo. Podría haber un «acuerdo progresista» aunque dependiente del apoyo independentista, una especie de «gran coalición» o la repetición de elecciones. Lo que sí que se puede asegurar es que, a no ser que PP, PSOE y Ciudadanos se pongan de acuerdo, no hay margen para grandes transformaciones. En ese caso el problema para Ferraz sería la previsible «pasokización», aunque también es verdad que siempre ha demostrado capacidad de supervivencia. Nada puede descartarse, porque ni siquiera la palabra de hoy sirve para mañana.