Iñaki LEKUONA
Periodista

El túnel de Calais

Había de todo en la manifestación convocada por Pegida en Calais y declarada ilegal por París: cabezas rapadas, canosos trajeados y hasta un general retirado que se dirigió a los gendarmes al grito de «debería daros vergüenza». Poco después, éstos los dispersaron con gases lacrimógenos, el ex alto mando de la Legión Extranjera incluido, que exigían la expulsión inmediata de todos los inmigrantes, especialmente los que se hacinan cerca del túnel que atraviesa la Mancha.

Esta ciudad al borde del canal es el reflejo de la sociedad actual francesa, que, hastiada por la corrupción, la crisis económica y la mediocridad política, se olvida de que llegó a ser progresista y solidaria, para volverse cada vez más sombría. Y parece que cada vez son más quienes se introducen en ese agujero oscuro, en ese subterráneo en el que quieren defenderse no se sabe bien de qué y del que salen por un extremo que en Francia y Alemania se conoce tan bien.

Había de todo en la manifestación del sábado, pero eran todos xenófobos que se tienen por patriotas. Como aquellos que en los años treinta abrazaron el antisemitismo a ambos lados del Rin. O como los que pusieron en marcha el gobierno de Vichy. O como los que votan sin complejos al Frente Nacional. Hay un túnel en Calais, pero es un túnel del tiempo.