Mikel ZUBIMENDI
NEW HAMPSHIRE: PIERDE EL ESTABLISHMENT

Revolución política vs. progresismo pragmático: Sanders se impone a Clinton

Con una participación récord, las primarias de New Hampshire dejan dos claros ganadores –Sanders y Trump–, un perdedor –el establishment y su política «como hasta ahora»– y un titular nunca antes visto: por primera vez en la historia de EEUU, un candidato socialista ha ganado en unas primarias para elegir al candidato a presidente.

New Hampshire es un muy pequeño estado situado en el noreste de EEUU con una población que es, de alguna manera, no representativa del conjunto del país. Comparativamente es más blanca, más estrafalaria y con más ganas de dar la espalda a cualquier candidato del establishment de los dos partidos. Sirva como ejemplo que, desde 1988, ningún ganador demócrata o republicano en las primarias de ese estado ha conseguido ser presidente.

Los resultados, en relación a las más recientes encuestas, no fueron totalmente inesperados. Pero echando la vista atrás, solo hasta hace nueve meses cuando Sanders lanzó su campaña en New Hampshire, todos creían que él que era un candidato exótico sin posibilidad alguna. En junio cuando Trump entró en la carrera, la mayoría de los analistas no le daban apenas recorrido. Sin embargo, los dos neoyorquinos –Sanders es de Brooklyn y Trump de Queens– han llegado en la cresta de la ola a esta fase de las primarias y, de hecho, están en disposición de determinar el resultado final.

Un idealismo inspirador

Desafiando a los expertos que predecían como una obra imposible su búsqueda de una «revolución política» y a los institutos de opinión que, hasta hace escasos días, predecían que su ventaja en New Hampshire estaba decayendo, Sanders ha conseguido ganar una batalla decisiva, con una ventaja enorme, superando a la más formidable maquinaría política de EEUU en los últimos 20 años.

La escala de la derrota de Clinton fue enorme e inapelable. Para Sanders, no hubo otra fórmula mágica salvo la de patear más territorio, tocar más puertas, hacer más llamadas telefónicas y llegar a más votantes potenciales que los de su rival. Sanders venció en todos los segmentos demográficos –jóvenes, clase obrera, afiliados e independientes e incluso entre las mujeres–.

A pesar de la masiva operación sobre el terreno de Hillary Clinton, que compró multitud de espacios de televisión y radio, y envió millones de correos, su marca en New Hampshire dejó mucho que desear. No fue porque no lo intentó. Hizo todo lo que pudo para neutralizar a Sanders y su momento.

Es difícil saber cuánto puede durar ese momento y es cierto que los caprichos del calendario son adversos para él. En Nevada, Clinton tiene apoyos muy importantes y cuenta con un sólido bloque de partidarios afroamericanos en Carolina del Sur. Pero ambas campañas tienen dinero y apoyo suficiente como para llevar la carrera hasta el "Super Tuesday" del primero de marzo –15 estados y territorios deciden–, o hasta las primarias del 15 de marzo, donde estados como Michigan, Florida, Illinois y Carolina del Norte votarán y se esperan unos resultados muy difíciles de adelantar.

Por otra parte, la derrota de Hillary Clinton remarca hasta qué punto ha cambiado el votante demócrata desde que la dinastía de los Clinton consiguió el poder en Arkansas en 1980, la Casa Blanca en 1990 o desde que Hillary Clinton dejó el Senado en 2009 para convertirse en secretaria de Estado. El ala izquierda y más militante del partido ha ganado en influencia, particularmente desde la crisis de la industria financiera. Ella, mientras tanto, siempre se ha postulado como una pragmática, como una «progresista que hace cosas» frente a un soñador un tanto chiflado que ha sacado a pasear su afán de «revolución política».

Pero Hillary Clinton raramente transmite una visión de EEUU que inspire a la gente. Y de la misma manera que su falta de idealismo permitió a Obama que le ganara en 2008, está dando también un espacio a Sanders para que su apuesta vaya ganando espacio y amplitud.

Fenómenos desconocidos

En el discurso en el que concedió la victoria a Sanders, Hillary Clinton intentó mirar más allá de New Hampshire, y anhelando quebrar el momento de Sanders, se comprometió a luchar por los derechos de los afroamericanos, los hispanos, los gays y las mujeres –sectores que, según ella, le darán finalmente la nominación–. Sabe, en efecto, que en los grandes estados con gigantescos núcleos urbanos, el voto de estas minorías resulta determinante y que, aunque no está todo escrito, tiene en este sentido una ventaje nítida sobre un candidato «insurgente» que pivota su discurso en la cuestión de clase y los ataques a Wall Street y a la clase de los multimillonarios, el famoso «1 %».

En cualquier caso, las primarias de New Hampshire han dejado titulares hasta ahora desconocidos en la política de EEUU. A saber, por primera vez en la historia, un candidato socialista ha ganado unas primarias. Por otra parte, tanto en el bando de los demócratas como en el de los republicanos, el gran perdedor ha sido el establishment político. La maquinaria de los partidos, los donantes a gran escala, la compra masiva de espacios en los medios, se ha demostrado insuficiente para condicionar el sentido del voto. Y esto indica que algo profundo y de consecuencias aún desconocidas se está produciendo, que en el electorado de EEUU se le tiene muchas ganas a la política y a la economía «como hasta ahora» y que la sed por algo nuevo es muy grande. Le llaman populismo pero no lo es, eso no explica del todo el fenómeno.

Finalmente, surge una pregunta: ¿Es la esperanza que simboliza Sanders contagiosa como la varicela? Es probable. En las próximas semanas se verá.