Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
Elkarrizketa
NILUFAR SABERI
ACTIVISTA IRANÍ

«Ya no hay manera de que las iraníes vuelvan a ser las mismas sumisas de antes»

La iraní Nilufar Saberi reside en Madrid, adonde llegó con tan solo 14 años. Su padre, mago de profesión y uno de los artistas que actuaban habitualmente en las fiestas del Sha, se exilió con su familia tras la revolución liderada por Jomeini. Activista por los derechos humanos y especialmente los de las mujeres, reclama un Irán en el que «todos –religiosos, monárquicos, de izquierdas...– tengan voz».

En una conversación pausada y con espacio para los matices, Nilufar Saberi, natural de Irán y activista de derechos humanos, aborda con GARA la evolución de la situación de las mujeres, en toda su diversidad, en Irán, desde los tiempos del Sha de Persia hasta la actualidad.

¿Cómo vivió el exilio forzado de su familia?

Cuando llegamos a España tenía 14 años. Como mis padres eran artistas, hasta los 7 años yo fui una maleta más, viajaba con ellos por todo el mundo. A esa edad me dejaron al cuidado de mi abuela en Irán y ellos siguieron viajando. Cuando regresaron al país para instalarse definitivamente y abrieron la primera tienda de magia de Irán, me sentí muy ilusionada porque al fin íbamos a ser una familia normal. Entonces estalló la revolución y mi padre, a quien identificaban como el «mago del Sha» por haber actuado en sus fiestas, nos dijo que nos teníamos que ir. Me enfurecí mucho con él. No era un viaje más y ni siquiera podíamos llevar equipaje. Yo ya había echado raíces, tenía amigos, la familia que no había tenido de pequeña… Tuvimos que elegir entre salvar la vida de mi padre o quedarnos. Ahora me alegro mucho de que nos hubiésemos ido porque toda la familia pudo conservar la vida. Yo lo considero un exilio, porque desde el momento en el que tú no eliges dejar tu casa, para mí eres una exiliada, condición que te marca para siempre. Es algo de lo que no te recuperas. Aunque me siento de ambas tierras, me queda esa disconformidad de no haber podido elegir.

¿Cuándo empieza a interesarse por la situación en Irán?

Nunca me ha sido indiferente la situación en Irán, pero en 2009 los exiliados salimos a las calles en apoyo a la «Revolución verde» que protestaba por la victoria de Mahmud Ahmadinejad frente a Hosein Musaví. Fueron unas elecciones manipuladas. Lo hicimos frente a las embajadas, exigiendo la repetición de las elecciones. Hasta ese momento, incluso los iraníes que estamos exiliados sentíamos miedo de las represalias del Gobierno. Muchos activistas en el extranjero han sido asesinados.

En ese contexto, fundamos la Asociación de Derechos Humanos en Irán, que luego pasó a llamarse Asociación Iraní pro Derechos Humanos-España, en la cual he desempeñado diferentes tareas: secretaria, vocal, presidenta… A finales de 2014 dimití y me uní al Comité de Derechos Humanos de la Unesco de la Comunidad de Madrid, aunque sigo colaborando con la asociación. Nuestra actividad solidaria y de defensa de los derechos humanos la arañamos al tiempo libre, a la familia…

¿Cómo ha evolucionado el papel de la mujer en Irán?

El padre del Sha prohibió el uso en la calle del velo y los turbantes y llevar barba. Esto supuso la modernización de una parte de la sociedad, pero también el aislamiento de los segmentos más conservadores, sobre todo, de las mujeres de ese sector. Jomeini, en cambio, invitó a esas mujeres confinadas en sus hogares, casi sin vida exterior, a unirse a la revolución y a ir a la universidad. El velo pasó a ser obligatorio y el hecho de que Jomeini instara a esas mujeres a salir a la calle posibilitó que sus padres y maridos les permitiesen hacerlo porque no podían desautorizar al líder espiritual. Creó un cuerpo femenino de Policía.

Insertadas en la sociedad y con estudios, estas mujeres conservadoras y religiosas han comenzado a cuestionarse muchas cosas. Leen e interpretan por sí mismas el Corán, que otorga más derechos a las mujeres que las autoridades. Y se han empezado a fusionar con las mujeres «modernas», cosa que antes era impensable porque estábamos muy divididas. Para ellas nosotras éramos unas pecadoras viciosas y para nosotras ellas eran unas analfabetas ancladas en el pasado. Ahora compartimos el interés común de conquistar nuestros derechos, por lo que la mujer iraní ha ganado en fuerza, en número y en diversidad en la lucha, un factor siempre enriquecedor. Ya no hay manera de que estas mujeres vuelvan a ser las mismas sumisas de hace 40 años. Ese es uno de los pocos aspectos positivos que la República Islámica ha aportado a las mujeres.

Tras la guerra de ocho años con Irak, Irán sufrió una profunda crisis económica y el Gobierno de Jomeini comenzó a fomentar la educación sexual y la planificación familiar...

Cuando Jomeini llegó al poder en 1979 prohibió el aborto, que había sido legalizado en 1976; cerró guarderías; impuso políticas de jubilación anticipada para las mujeres; fomentó el matrimonio temprano; legalizó el matrimonio infantil –gracias a la presión popular la edad nupcial mínima que, en un principio, pretendían establecer en los nueve años se subió a los trece–; las familias numerosas gozaban de grandes ventajas económicas y sociales... Estas políticas se mantuvieron hasta 1989, cuando, debido a la guerra y a la crisis, el Gobierno cambió de directrices. Ante el debilitamiento del país, con un gran número de huérfanos de guerra por los que el Estado debía velar y un crecimiento demográfico de más del 3% en diez años, decidieron implantar políticas de planificación familiar. Enviaron a personal sanitario hasta los pueblos más remotos de Irán para formar a sus habitantes sobre métodos anticonceptivos que el mismo Estado facilitaba. Las mujeres, al tener menos hijos, se pudieron permitir una participación más activa y más tiempo para el desarrollo personal.

Sin embargo, en 2012 el líder dio un giro en su discurso alegando que Irán no se podía permitir tener un índice de natalidad tan bajo porque, de seguir así, los países vecinos iban a superarlo en número de habitantes. En los últimos ocho años hemos asistido a un importante descenso de la participación de las mujeres en el mercado laboral; cada año se pierden unos 100.000 puestos, pese a que más del 60% del alumnado en las universidades es femenino. Han suprimido el presupuesto para la planificación familiar y los métodos anticonceptivos subvencionados por el Estado, han prohibido las operaciones voluntarias para no quedarse embarazada y el aborto solo se acepta en caso de grave riesgo para la madre. La legislación laboral da preferencia a hombres casados con hijos, a mujeres con hijos y a parejas casadas. Han creado un cuerpo policial de reconciliación, para lo cual son imprescindibles agentes casados, maduros, con experiencia y formados para desjudicializar la violencia doméstica, que no es motivo de divorcio en Irán. Asimismo, se bonifica tanto a los jueces como a los abogados que consigan conciliaciones en las demandas de divorcio. Y se está planteando rebajar en dos años los estudios obligatorios para las niñas.

Sin embargo, el Corán es uno de los libros sagrados que más derechos otorga a las mujeres...

Efectivamente. Es el más avanzado, aperturista, el que más derechos da a las mujeres, sobre todo si tenemos en cuenta la época y el lugar en el que apareció. Cuando llegó Mahoma, la mujer no heredaba absolutamente nada, por lo que pasar de la nada a la mitad de los bienes fue un avance importante. Era considerada una mercancía que no podía elegir con quién se casaba. sin embargo, el Corán le dio derecho a escoger marido y a que éste tuviera responsabilidades con ella y los hijos en común. Estamos hablando de derechos que antiguamente no existían. Pero eso ocurrió hace 1.400 años en un lugar y contexto; no podemos pretender vivir con esos mismos conceptos en pleno siglo XXI.

Las mujeres han diseñado estrategias propias para hacer burlar la ley vigente.

Para mí, uno de los logros más importantes ha sido el feminismo islámico, porque ha abierto las puertas a muchas mujeres. Empezamos con el movimiento feminista islámico en 1990 bajo el mandato de Jatamí. Conseguimos el contrato prematrimonial, tenemos organizaciones culturales de mujeres, hemos logrado cantar en coros junto a varones, el sport hijab y el burkini para las nadadoras ha permitido la práctica del deporte para las mujeres, que también están adaptando a la moda el tradicional chador de uso obligatorio. De vez en cuando, son apaleadas o rociadas con ácido en la vía pública. Los agresores nunca han sido identificados a pesar de que el Ministerio de Información tiene tentáculos en todas las partes.

¿Le gustaría regresar a Irán?

Quisiera volver a un Irán plural, donde los islamistas, de izquierdas, de derechas o monárquicos tuviesen voz y las diferentes etnias –kurdos, turcos, árabes…–tuvieran representación. Aspiro a poder sumar, en vez de que unos pocos gobiernen sobre la mayoría. Irán tiene mucho que ofrecer a los turistas a todos los niveles. Incluso ahora mismo, es un país muy recomendable.