Isidro Esnaola
Economista
PERSPECTIVAS ECONÓMICAS

Resaca al final de la era del dinero abundante y barato

El año ha tenido un comienzo turbulento: las principales bolsas mundiales bajan y suben en un vaivén diario sin fin, los datos macroeconómicos no apuntan ninguna mejoría de la actividad económica y la hace tiempo olvidada prima de riesgo vuelve a estar de actualidad. La actual coyuntura hunde sus raíces en la salida que se dio a la crisis financiera.

Según la mayoría de analistas, tres son las causas que generan la actual incertidumbre. La primera que apuntan es la ralentización de la economía China. Crece a un ritmo menor que en años anteriores, pero es, después de la India, la economía que más crece, y a ritmos desconocidos para todos los países de la OCDE. Apuntar a China se ha convertido en la excusa perfecta para soslayar cualquier cuestión económica.

El segundo aspecto que subrayan los expertos son los efectos derivados de los bajos precios de las materias primas. Si a primera vista el descenso de los precios mejoraba las perspectivas de la industria y el consumo, a medio plazo está hundiendo los márgenes de las empresas que se dedican a la extracción de materias primas, que están reduciendo personal y cerrando explotaciones poco rentables.

Los recientes datos de debilidad de la economía de Estados Unidos también contribuyen a ampliar las turbulencias en los mercados financieros.

Sin minusvalorar el impacto de las tres causas reseñadas, el germen de las actuales perturbaciones hay que buscarlo en la respuesta que se dio a la crisis financiera de 2007 y 2008. La estrategia consistió básicamente en inundar de dinero los mercados financieros para que los grandes bancos no quebraran: tipos de interés bajos y emisión de dinero sin límite. La Reserva Federal ha mantenido esta política durante seis años. El BCE se apuntó posteriormente.

Emitir dinero significa aumentar el poder de compra de determinados agentes económicos, el de aquellos que tienen acceso a esas emisiones. La Reserva Federal y más tarde el BCE se cuidaron de que llegara a quien tenía que llegar y para ello acompañaron la emisión de moneda con estrictas medidas para que los fondos se quedaran en el ámbito financiero y no se trasladaran hacia la economía real, a empresas y familias, lo que ha propiciado, entre otras cosas, una acumulación de riqueza sin precedentes.

Dos han sido los cortafuegos utilizados para evitar el flujo del dinero hacia la economía real: el establecimiento de un férreo control sobre los presupuestos públicos con límites al déficit público y recorte de las políticas sociales; y la implantación de una inspección rigurosa sobre la actividad de los bancos. De este modo deprimían la demanda y se aseguraban que el dinero se quedaba en el ámbito financiero de los países desarrollados.

Esos controles, sin embargo, no han obstaculizado el flujo de nuevo dinero por toda la economía mundial. Las empresas y los especuladores se financiaban con dinero barato y lo invertían por todo el mundo comprando materias primas, empresas, minas... especialmente en las llamadas economías emergentes, que vieron cómo la entrada de inversiones extranjeras revalorizaba sus monedas, abaratando las importaciones y encareciendo la exportaciones. Además, las nuevas inversiones movilizaban recursos ociosos colmando el mercado de materias primas.

Alentar la demanda en el resto del mundo mientras se deprimía en los países desarrollados no ha sido suficiente para estimular la economía de estos últimos.

El problema es que continuar con esa política puede tener efectos catastróficos. El círculo mágico empezó a desmoronarse cuando la Reserva Federal planteó a principios de 2015 que había que empezar a subir los tipos de interés. Tipos más altos no invitan a financiar operaciones especulativas en dólares; antes, al contrario, a devolver los préstamos. Este cambio en la tendencia ha succionado los dólares invertidos en el resto del mundo, tumbando a su paso el precio de las materias primas, el de las divisas locales, empobreciendo a la población y ralentizando la actividad económica en todos los países emergentes.

La retirada del dinero en circulación está dejando una dura resaca en la economía mundial, preludio de graves dificultades a corto plazo por el exceso de oferta en el mercado mundial.