gara, donostia
EDITORIALA

Unos padres coraje y una bella lección de país

No por esperada ha resultado menos dolorosa la confirmación de que el cuerpo hallado hace una semana en el río de Amberes era el del joven vasco Hodei Egiluz. Fue evidente ayer el sentimiento generalizado de consternación ante la comparecencia televisada en directo, desde el Ayuntamiento de la ciudad flamenca, de Pablo y Koro, un padre y una madre devastados por el dolor pero suficientemente enteros para agradecer el apoyo recibido y demandar toda la verdad de lo ocurrido. La empatía generada por el caso en estos dos años y cuatro meses en Euskal Herria ha resultado enorme. Tiene que ver en parte con la realidad actual de un país en que miles de jóvenes están saliendo fuera en busca de oportunidades de trabajo, por lo que casos como el de Hodei resultan cada vez más frecuentes y reconocibles. Pero se deriva sobre todo de la tremenda tenacidad de unos padres que han removido cielo y tierra hasta dar con el paradero de su hijo, aun a sabiendas de que las oportunidades de hallarlo vivo eran muy remotas.

En este trayecto de 850 días, la de Hodei Egiluz ha acabado siendo mucho más que una historia de padres coraje y que un terrible problema particular. Su búsqueda se ha convertido en una causa colectiva que ha rescatado muchos de los mejores valores de este país, valores que tantas veces parecen en crisis: el apoyo a quienes sufren, el espíritu comunitario, el compromiso, la organización, el auzolan, el voluntariado, la insistencia sin caer en el desánimo, el respeto ante el dolor, la seriedad, la prudencia... En la causa se han implicado desde ciudadanos anónimos a representantes institucionales, creadores culturales, deportistas de élite o medios de difusión, cada uno con su pequeño o gran grano de arena. Ha resultado modélico, por ejemplo, el modo en que esta semana se ha esperado la confirmación de los análisis de ADN, sin las frivolidades y amarillismos que habitualmente rodean a estos casos.

La historia no ha tenido final feliz y nada podrá consolar hoy a Pablo y Koro, pero deja una hermosa lección de país.