Ramón SOLA
DONOSTIA
INFORME DE JAIKI HADI

24 presos reciben ayuda sicológica en un colectivo cada vez más envejecido

El colectivo médico Jaiki Hadi vuelve a alertar de los efectos del alargamiento de condenas, el alejamiento o el aislamiento sobre los presos vascos en su último informe. Ello contribuye a aumentar los casos que requieren ayuda sicológica, que ya son 24. Sumando los problemas físicos, una cuarta parte de este colectivo padece alguna enfermedad.

La política diferenciada aplicada a los miembros del Colectivo de Presos y Presas Políticas Vascas, con condenas largas y en condiciones especialmente duras, tiene claros efectos para la salud que son detallados con ejemplos y cifras en el último informe de Jaiki Hadi, el colectivo de profesionales que intenta paliar esta situación.

Si bien la anulación por Europa de la «doctrina Parot» ha sacado de prisión a 43 presos que llevaban entre 25 y 31 años entre rejas, aún quedan dentro 29 prisioneros que suman más de 20 años encerrados. Y de ellos, diez superan los 25.

En paralelo, Jaiki Hadi alerta de que el alargamiento de condenas (con argucias como la negativa a descontar penas cumplidas en otros estados) «está elevando de forma alarmante la media de edad de este colectivo». En este momento hay 20 presos (más del 5% del total) que han sobrepasado los 60 años de edad, entre ellos cuatro que tienen más de 70. «Y la media seguirá subiendo en los próximos años», teme Jaiki Hadi.

Ambos factores (duración de la condena y edad) se multiplican con grave influencia sobre la salud, explica: «Tras 20, 30 ó 40 años de encierro, la más joven y saludable de las personas tiene muchas posibilidades de desarrollar alguna enfermedad; el que está ya enfermo, tiene un riesgo real de agravamiento; y el que padece alguna enfermedad grave e incurable puede morir».

Cinco casos graves

Como ya se apuntaba en anteriores trabajos de este colectivo médico, en este contexto la asistencia sicológica es cada vez más requerida (en parte también porque «van remitiendo las reacciones y tabús» ante esta cuestión). En marzo, cuando se cerró este informe titulado “‘Cárcel y salud’’, Jaiki Hadi trabajaba con 24 presos que reciben alguna asistencia. Cuando se puede, es directa, por medio de visitas cara a cara en calidad de sicólogo de confianza; cuando no, a través de visitas ordinarias o por correspondencia.

Dada la tipología de estas enfermedades y la especificidad de la prisión que agrava el riesgo de una mala evolución, es necesario un seguimiento efectivo de todos los casos. A cinco de estos 24 se les presta una atención «estricta».

Las situaciones son diferentes, por la gravedad del caso (que a veces lleva a aplicar el «protocolo antisuicidio») o por la cárcel en que se desarrolla. Pero en general Jaiki Hadi remarca que «existen muchos problemas para conseguir la autorización para realizar visitas» o incluso «para contactar con el sicólogo o siquiatra de la cárcel y conocer los resultados de las diferentes pruebas. No son pocas las ocasiones en que no se suministra el tratamiento correspondiente a nuestro paciente», indica como dato relevante.

También resulta habitual que en las visitas el médico de la cárcel esté presente «a medio metro de distancia» y «con la prohibición expresa de hablar en euskara». Resulta obvio que en las enfermedades sicológicas esta situación es mucho más perniciosa que en las físicas, dado que la confianza y confidencialidad resultan más necesarias: «El paciente ha de sentirse seguro y libre para confiar sus más íntimas sensaciones».

Los casos más graves están relacionados con trastornos sicóticos: ideas paranoicas, alucinaciones... «Vivir esta enfermedad y esta sintomatología en un entorno como la cárcel evidentemente dispara el umbral de la sintomatología, porque se ve como algo impuesto, ajeno a su ser como persona, y toda la normativa vigente no hace más que aumentar esa percepción».

Los problemas síquicos más habituales, por contra, son los neuróticos, en su mayoría ansiedad y depresión de distinto grado. «Hay también cada vez más casos con síntomas derivados de experiencias de tortura tras su paso por comisaría, con sintomologías que van más allá de los establecido en la clasificación de DSM-IV en relación al estrés postraumático», subraya.

Y los problemas físicos

A estos 24 se les suman otros 73 ejemplos de presos que padecen enfermedades de carácter físico. Son 65 hombres y 8 mujeres; 60 en el Estado español y 13 en el francés. Y ello supone que más del 24% del colectivo sufre algún tipo de dolencia por la que debe ser asistido.

Predominan en este grupo las enfermedades traumatológicas: 48 (65,8% del total de físicas). Les siguen los casos de problemas digestivos (21), cardiovasculares (18), infecciosos (17), otorrinolaringológicos (17)... Cinco de ellos son oncológicos.

Tras todo este diagnóstico, la descripción del panorama legal y un listado cronológico de casos de desasistencia en los últimos años, Jaiki Hadi concluye que «es imprescindible acabar con las medidas excepcionales que se aplican a este colectivo, y en consecuencia que el derecho a la salud esté por encima de cualquier otro argumento de seguridad».

Subraya que «cualquier preso o presa tiene derecho a ser asistido por un profesional de su confianza» y «por cualquier método o tratamiento que elija». A ello añade una petición a profesionales de los centros penitenciarios para que «tengan una relación natural con profesionales externos, para asegurar así la salud y la ética profesional».

Junto a ello, se reclama «la suspensión de todas las medidas que creen un sufrimiento añadido o puedan suponer un empeoramiento» (aislamiento, traslados violentos...).

 

Los problemas de todo preso... y el plus de la excepcionalidad

La estructura espacial, la normativa penitenciaria y la alimentación influyen sobre la salud y el equilibrio mental de cualquier preso, explica Jaiki Hadi, pero en el caso de los vascos sometidos a medidas de excepción como la dispersión se añaden otras especificidades agravantes:

LÍMITES GEOGRÁFICOS DE LA CÁRCEL

Dado que son muy reducidos, resulta frecuente la pérdida de visión. La insuficiente iluminación de la celda también genera problemas oftalmológicos graves. El carácter descubierto de los patios puede ser muy perjudicial para enfermedades cutáneas. Y la limitación de la movilidad tiene consecuencias en forma de enfermedades traumatológicas. Se suman a todo ello las alteraciones sensoriales (vista, oído, olfato), en la imagen personal, agarrotamiento muscular o problemas odontológicos.

ALIMENTACIÓN

Estos profesionales sanitarios subrayan que por su experiencia «las carencias son manifiestas: son comidas de escaso contenido proteico y vitamínico, con muchas grasas de mala calidad, fruta y veruda escasa y mala, apenas administran lácteos...». Las enfermedades digestivas suponen el segundo bloque más frecuente según este estudio.

NORMATIVA Y SITUACIÓN CARCELARIA

La persona presa no tiene autonomía para disponer de su tiempo, todo está planificado y se ejecuta con sanciones. La arbitrariedad provoca un «estado constante de activación y alerta fisiológica». El sistema de «dominación» se concreta en grados de clasificación. El contacto con el exterior se reduce al mínimo y es filtrado por la cárcel, «con criterios sumamente restrictivos». Los expertos coinciden en que ello agrava problemas sobre todo en las personas que padecen alguna neurosis o trastorno: angustia, estrés, desequilibrios...

RÉGIMEN ESPECIAL

En el caso de los vascos a ello se añaden medidas como cambios continuos de cárcel, celda, régimen de vida, recuentos nocturnos, registros y cacheos personales... Destaca sobre todo por su gravedad la «aplicación restrictiva y discriminatoria del régimen de aislamiento». Jaiki Hadi apunta que a la mayoría de estas personas se les aplica el tratamiento más estricto previsto nada más llegar a prisión, sin haber mediado infracción alguna. Para justificar todo ello basta alegar «razones de seguridad». El control de las comunicaciones se extrema igualmene.

OTROS PROBLEMAS: DISPERSIÓN

La precariedad de la asistencia sanitaria se revela en trabas a visitas médicas, demoras excesivas de consultas o pruebas, desaparición de informes médicos... El alejamiento y dispersión complica mucho las visitas, terapias y seguimientos. El derecho a la intimidad y confidencialidad se pisotean.