Amalur ARTOLA
DONOSTIA
Elkarrizketa
ALEXANDER DRAKE
ESCRITOR Y AUTOR DE «CIUDAD DE CANÍBALES»

«Los Ángeles es un lugar fagocitado por la idea que Hollywood quiere vender»

Tras «La Transformación» (2009), el libro de relatos «Vorágine» (2012) y «Ocho relatos de boxeo» (2014), el donostiarra que se oculta bajo el seudónimo de Alexander Drake invade el Hollywood de los 80 para acercar al lector los entresijos de la industria del cine y demostrar, una vez más, que no es oro todo lo que reluce.

¿De dónde parte la idea de «Ciudad de caníbales»?

La idea era hacer una sátira y crítica a la industria del cine de Hollywood, porque siempre me ha parecido un mundo que los espectadores vemos de una manera que nada tiene que ver con la realidad. Asumimos que la gente que trabaja en ese entorno, los actores y actrices famosos son semidioses. Siempre me ha parecido algo inmensamente ridículo, y quise hablar de ello a través de un personaje que estuviera dentro de ese engranaje, en este caso Viktor Sinclair, un agente de actores y coordinador de producción que tiene un pie en las altas esferas de Hollywood, en contacto grandes nombres de la industria, y que por otro está junto a los que quieren aspirar a estar dentro de esa vorágine, esos actores y actrices primerizos que sueñan con la fama. Normalmente, cuando se aborda el tema de la industria del cine se habla de la gente que ha triunfado, y yo he pretendido dar una visión interna y sobre todo reírme de ese mundillo y de la gran farsa que entraña.

Se ha centrado en los años 80, una época muy convulsa.

Los 80 es una década que me apasiona. Me gusta muchísimo a nivel estético, musical, visual, de tendencias artísticas... Fue una época especial, con mucha efervescencia y energía. A mí me toco vivirla siendo niño y adolescente, y creo que la gente de mi edad tenemos idealizada esa época. Me pareció que aunar Hollywood y los años 80 podría ser atractivo.

Para escribir sobre algo, es esencial conocerlo. ¿Cómo ha sido el proceso anterior a la escritura?

He estado en California un par de veces y conozco Los Ángeles. Tengo una amiga allí, que vive muy cerca de Hollywood Boulevard, en Grace Avenue, en el corazón mismo de Hollywood. Al estar compartiendo piso con ella, relacionándome con sus amistades, pude conocer la ciudad desde un punto de vista más auténtico. Los Ángeles me pareció un parque temático, un pequeño circo, una gran valla publicitaria, un escaparate y una pantomima: un lugar absolutamente fagocitado por la idea que Hollywood nos quiere vender.

Para escribir el libro también me documenté de otras formas: películas de la época, documentales sobre los entresijos de la industria, libros como “Hollywood Babilonia”... Hay gente realmente deplorable que es idolatrada por la proyección que se hace de ella, en este caso, a través del cine. A eso me intento referir, a ese absurdo de la gente agolpada en las vallas esperando a que venga un famoso para fotografiarle y conseguir un autógrafo, cuando en realidad esa persona puede ser un pederasta, un maltratador, un ladrón, un exhibicionista, un avaro repugnante...

Habla también de una falsa sensación de esperanza.

Sí, llegan innumerables jóvenes buscando alcanzar un éxito rápido y fácil. Simplemente eres seleccionado porque eres guapo o guapa, porque tienes un talento natural o encajas bien en un personaje, y de la noche a la mañana puedes convertirte en una persona muy bien pagada; les maquillan, les visten, les dicen lo que tienen que expresar... ni siquiera son los creadores de sus diálogos y se llevan millones de dólares por dos meses de trabajo, cuando realmente no son partícipes de la creación de la película, son simples marionetas. Me parece tan ridículo como fascinante. Esto no pasa, por ejemplo, con las personas que están investigando una cura para el Sida u otras enfermedades graves, cuando tendrían que ser las que recibieran las mayores aportaciones económicas, porque trabajan por un futuro de bienestar para todos.

Ha escrito 36 capítulos en 100 páginas.

La verdad es que quería hacer un relato que no tuviera nada que ver con la estructura clásica de la novela, porque está absolutamente desfasada. Mi idea era hacer una novela muy corta, compacta, en la que no hubiera ni un solo átomo de relleno, cosa que pasa en el 95% de los libros. Quería que en el texto, el 100% fuera grano, que no sobrara nada. Todas las dinámicas de entretenimiento, como la vida en general, van mucho más rápido que antaño y creo que la literatura no ha sabido adaptarse o está adaptándose de una manera increíblemente lenta. En mi libro, he querido ceñirme al presente más inmediato, creo que se debe escribir de una manera más breve, directa, visual, fácil y sin que sobre absolutamente nada.

El tema de los capítulos también está hecho a posta. Creo que el tratamiento de la literatura debería tender al relato breve; son 36 relatos que tienen una conexión y forman una novela, pero son flashes independientes para que la construcción total sea más amena.