Iñaki LEKUONA
Periodista

Pecado capital

Cuando en 2008 el papa Benedicto XVI designó a Marc Aillet como sustituto del obispo Pierre Molères en el púlpito de la catedral de Baiona, gran parte de la comunidad cristiana de Ipar Euskal Herria se santiguó. Y no en vano, porque llegaba un sacerdote ordenado en la conservadora comunidad de San Martín en lugar de un clérigo cuya visión social le llevó a comulgar con luchas que la Iglesia de Wojtyla y Ratzinger no bendecían.

Años después, Monseñor Aillet, adepto a la sotana, a las misas en latín y al canto gregoriano, ha abierto no obstante su corazón a la modernidad, adoptando al pajarito azul con el que predica urbi et orbi que, por ejemplo, abortar es tan abominable como los crímenes de Daesh. Esta contundencia no la ha mostrado sin embargo con un caso de pedofilia que se ha averiguado ahora pero que él ya conocía desde 2009, cuando el autor se lo confesó en persona.

En una conferencia de prensa, el obispo ha asegurado que en aquel mismo momento apartó al sacerdote de todo contacto con menores. Pero Aillet olvida dos cosas. Una, el octavo mandamiento. La otra, que la hemeroteca es la biblia del periodismo: una fotografía de 2010 muestra al cura incriminado participando en una actividad escolar con menores. La mentira no debería ser peccata minuta. Y proteger a pedófilos, aún menos.