Joseba VIVANCO
EUSKAL SELEKZIOA

Si hay que ir se va, pero ir para nada

Muy mal partido de un combinado vasco que al menos no perdió ante un alegre y combativo equipo corso.

CORSICA 1

EUSKAL SELEKZIOA 1


Un imperial monumento coronado al final de unas escalinatas por la serena figura del hijo más famoso de Corsica, preside la famosa Place d’Austerlitz de Ajaccio. Fue el emperador Napoleón Bonaparte el que, entre su fecundo pensamiento, pronunció aquello de que «la victoria pertenece al más perseverante». Y en el modesto estadio Ange Casanova, construido en los años sesenta por trabajadores de la compañía gala de gaz y électricité Gazélec, la más perservarante fue la humilde Squadra naziunale corsa, ante un combinado vasco de turismo en la ciudad donde el sol luce 300 días al año. Le valió para empatar durante los estrictos 90 minutos, a pesar de que mereciera la victoria aunque solo fuera por eso, porque le puso más ganas, fe, seriedad y dispuso de más ocasiones que su rival, que tampoco fue difícil. Y decimos lo del tiempo reglamentario porque si el petardazo no hubiera sido suficiente, el empate nos regaló una tanda de penaltis, quién sabe si como deferencia hacia el escaso y paciente público que se dio cita en este impensable Corsica-Euskal Selekzioa que alguien se sacó de la manga en fechas más impensables todavía.

A comienzos de 1967, la selección francesa se prestó a una ronda de amistosos contra selecciones regionales de cara a la Eurocopa. Just Fontaine, máximo goleador de los Mundiales, y preparador aquellos días de los Bleus, pidió «auténticos corsos» para medirse a ellos ante 25.000 espectadores en el Vélodrome de Marsella. Tras el pitido final, el propio Fontaine pronosticó aun sorprendido: «Si un día consiguen la independencia, Córcega tendrá un papel en el fútbol internacional». Los belicoso isleños acababan de derrotar al continente por 2-0.

Probablemente aquel combinado corso poco o nada tendrá que ver con el actual, aunque lo que sí demostró ayer es que se tomó muy en serio la visita de los vascos dirigidos por Mikel Etxarri y José Mari Amorrortu, que sin un entrenamiento previo aterrizaron a primera hora del día en Ajaccio y para la una y media de la madrugada debían estar ya de regreso en Foronda... si la tediosa tanda de penaltisles permitió tomar el vuelo a tiempo. Entre cinta transportadora y asiento de no fumadores, el amistoso en el Ange Casanova tuvo más de un Zanzíbar-Chipre del Norte de la VIVA World Cup, ese campeonato pergeñado entre países, naciones y territorios no reconocidos por la FIFA, que uno de los partidos concertados a los que nos tiene acostumbrados la selección vasca.

El choque arrancó un cuarto de hora más tarde de lo anunciado aquí, que seguramemte no allí, tras un emotivo Dio vi Salvi Regina, himno local entonado a capella por un coro masculino y vocalizado por el once corso. Tras el ritual folklórico que presidió un duelo amistoso, cuya carga política se observaba en las pancartas de las gradas, Xabi Prieto ejerció de espejismo con la primera ocasión de la tricolor al minuto uno, una ilusión óptica si tenemos en cuenta los 45 minutos que restaban por delante de sufrimiento para el espectador y el esférico.

El empate de Bergara y poco más

Los de casa apretaban arriba, una presión hacia cada jugador vasco, y mientras Iraizoz se liaba la manta a la cabeza y se atrevía a por un balón aéreo al borde del área y se le escapaba, el mejor de los locales, Cabella, del Olympique marsellés, le pintaba una bicicleta a Gurpegi, anticipo del balón largo que su compañero arriba Santelli iba a ganar a Elustondo para encarar con rapidez y batir cruzado a Gorka.

Felicidad en las huestes de la «isla que un día asombraría al mundo», que atisbaría Rousseau, y los vascos que ni al tran-trán. Inoperantes, desacertados, lentos, sin llegada, obtuvieron su primer córner en el minuto 29 y por una errónea cesión de un defensor corso. Y el primer disparo desganado y centrado a las manos del portero lo firmó Iturraspe en el 41. Eso y un pase atrás de Capa al que nadie llegó.

Tras una infumable primera mitad, rosario de cambios en el combinado de Euskal Herria y a los dos minutos de la reanudación otro chispazo ilusionante a cargo de dos de los nuevos, centro lateral de Susaeta y cabezazo fácil de Markel Bergara. 1-1.

Minutos posteriores en que los visitantes parecieron querer sacar del letargo a su equipo pero un disparo al poste de un asustado Riesgo y el posterior carrusel de cambios en el combinado de casa, futbolistas jóvenes y con ganas, derivó en una vuelta a la apatía, solo rota por algunas llegadas locales.

Entre calambres de algunos jugadores corsos por el desgaste hecho, su plausible trato al balón y ganas por la victoria, estos tuvieron el 2-1 en un cabezazo que se fue fuera, con la portería vacía y Riesgo de excursión por la ciudad que se proclama imperial por haber alumbrado al emperador francés. No dio para mucho más, excepción de un disparo escorado del debutante Sabin Merino, salvo para inventarse una tanda de penaltis en la que casi nadie quiso fallar hasta que Markel Bergara anotó y dejó el marcador en 8-9 desde los once metros. Abrazos que para eso era un amistoso con todas las letras y regreso. Si había que ir, se iba, pero ir para nada... Y no lo dijo Napoleón.