Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA

Las negociaciones del TTIP no avanzan «ni tan pronto ni tan rápido como es posible»

Aunque Barack Obama y Angela Merkel digan públicamente que el TTIP se firmará este año, lo cierto es que EEUU empieza a sentirse nervioso ante los «constantes reparos de los europeos». Las críticas de jefes de Estado y comisarios de la UE a la marcha de las negociaciones son interpretadas por Washington como una «falta de voluntad real».

Invitados por el Gobierno, la confederación sindical y la patronal de Suecia, la comisaria europea y el representante estadounidense de Comercio, Cecilia Malmström y Michael Froman, respectivamente, junto con los jefes negociadores para el TTIP, Ignacio García Bercero (UE) y Dan Mullaney (EEUU), acudieron ayer a Estocolmo para participar en un nueva ronda de diálogos públicos. En otra muestra del cambio de rumbo que tácticamente han tomado las negociaciones, tras la lluvia de críticas por el secretismo, la opacidad y la acusación de bailar al son que marcan poderosos lobbies, los diálogos de Estocolmo se proyectaron como otra «muestra concreta de apertura y transparencia». En palabras de Froman, «como otra prueba de que avanzamos hacia el TTIP tan pronto como podemos y tan rápido como somos capaces».

No obstante, más allá de los titulares y los lugares comunes, de vender progresos decisivos en los últimos seis meses y anunciar a bombo y platillo «una aceleración total que disipe los mitos y clarifique lo que es y lo que no es el TTIP», lo cierto es que EEUU está empezando a sentirse nervioso ante los «constantes reparos europeos». El objetivo anunciado por Barack Obama y hecho suyo por Angela Merkel de concluir el acuerdo este año se ve cada día más difícil, aunque sigue considerándose materializable.

Eso sí, más allá de que la UE se niegue a una extensión del herbicida glifosato –la Comisión propuso renovar la autorización de este producto para todos los usos y sin restricciones por 15 años más, el máximo posible–. Sin embargo, el Parlamento votó a favor de que dicha autorización se renueve solo para siete años y solo para uso profesional y esto ha irritado a EEUU, aunque le preocupa más que líderes de estados miembros o algunos comisarios europeos cuestionen públicamente si el TTIP debería firmarse.

Concretamente son tres los dirigentes europeos que los estadounidenses han puesto en el centro de sus críticas: el presidente francés, François Hollande; el ministro de Economía de Alemania, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, y el comisario europeo de Agricultura, el irlandés Phil Hogan.

«Algo a cambio de nada»

A los estadounidenses no les han gustado nada las palabras que Hollande pronunció al concluir la cumbre del G7 de Japón: «va a ser muy difícil el acuerdo a menos que haya reciprocidad». Tampoco las manifestaciones de Gabriel, en las que criticaba a Merkel por decir eufórica, en el marco de la visita de Obama a Alemania, que «en todos los escenarios, llegaremos al acuerdo este año» y advertir que «el TTIP colapsará si EEUU no hace más concesiones»; o la carta que Hogan envió a los embajadores de la UE en EEUU mostrando su «frustración» por la falta de progreso en temas sustanciales para la agricultura como «las denominaciones de origen, el vino o las barreras no arancelarias».

Estas declaraciones y correos indicarían que la voluntad de cambiar posiciones es necesaria si el acuerdo del TTIP va a cerrarse antes de que Obama deje su cargo. Además, señalan otra cuestión: entre los europeos gana fuerza la idea de que los estadounidenses quieren conseguir «algo a cambio de nada».

Por otra parte, en relación a la agricultura, EEUU insiste en el desequilibrio existente en el comercio de productos agrícolas, «muy favorable a la UE». Los europeos rechazan de plano esa sugerencia y defienden que «nuestras exportaciones son de productos de alto valor, que no pueden ser facilmente sustituidos (por las preferencias de los consumidores), mientras que los productos de los estadounidenses son bienes estandarizados facilmente sustituibles». Según la UE, la balanza comercial favorable de productos agrícolas sería esencialmente el resultado de las exportaciones de vinos, licores y cerveza a EEUU.

En este contexto de negociaciones frenéticas y de críticas públicas al TTIP por parte de los europeos, que pueden servir como estrategia negociadora, a la UE se le abren nuevos frentes y no parece que los encare desde la unidad. En contra de la opinión de Gran Bretaña, que apoya el libre comercio con China, la UE se muestra contraria a bajar las barreras comerciales con el gigante asiático. Las sanciones a Rusia, un socio comercial clave, son también un factor de división en la UE.