Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Sunset Song»

Una heroína de la Escocia rural de la Gran Guerra

La penúltima realización de Terence Davies es una de esas películas muy agradables de ver pero que no dejan poso, algo que no debería de ser así tratándose de la adaptación de la gran novela de la literatura escocesa escrita por Lewis Grassic Gibbon. Esa falta de trascendencia no ha gustado en Escocia, donde echan de menos la utilización del “doric”, que es el dialecto que se habla en los Mearns o Kingardineshire, enclave en el que el autor situó el pueblo ficticio de Kinraddie. No hay que olvidar que el veterano cineasta británico hizo unas descripciones exactas y detallistas del Liverpool de su infancia y juventud en “Voces distantes” (1988) y “El largo día acaba” (1992), con una fuerza expresiva que falta en la recreación algo bucólica de la Escocia rural de principios del siglo XX.

Los duros personajes del original llegan a la pantalla un tanto faltos de carácter, en parte debido a la elección de la modelo Agyness Deyn, sin experiencia interpretativa, para el rol principal de la heroína Chris. Para haberse criado en una granja, de la que acaba haciéndose cargo ella sola, transmite una apariencia demasiado delicada y sumisa. Y es que su antagonista también ha sido suavizado, sobre todo en la presentación, porque Peter Mullan tarda en soltar la bestia que lleva dentro el terrible patriarca de los Guthrie, un fanático religioso culpable de que su hija no estudie magisterio.

Lo que hace Davies es universalizar este drama épico, sacándolo de su contexto más enraizado, tal vez porque siente predilección por la serie televisiva que la BBC emitió en 1971. Una actitud condescendiente que le lleva a embellecer el paisaje con una fotografía pictórica en exteriores extasiada ante la belleza de los campos de cebada mecidos por el viento, mientras que en interiores opta por un riguroso ascetismo iluminando la penumbra al modo de Dreyer. A la hora de evocar la Gran Guerra, el frente y las trincheras se muestran muy distantes.