Ingo NIEBEL
Colonia

GRIETAS EN LA SOCIEDAD ALEMANA

Después de una semana con cuatro crímenes de violencia masiva, dos de ellos asumidos por el ISIS, más una capital regional en estado de excepción, se agrandan las grietas en la sociedad alemana en torno a las políticas de seguridad y de acogida a refugiados.

En Berlín, un hombre disparó ayer a un médico en una sucursal de la famosa clínica Charité y después se suicidó. Lo primero que tuvo que aclarar la policía es que no había indicios de que fuera un atentado islamista, tras una semana con cuatro ataques que han aumentado las grietas en la sociedad alemana, sobre todo respecto a los refugiados. «El terror islamista ha llegado a Alemania», constató ayer el ministro-presidente de Baviera, Horst Seehofer. En dos de los crímenes el Estado Islámico (ISIS) ha reivindicado la pertenencia de los autores a sus filas. Las fuerzas de seguridad alemanas investigan si esta relación data de antes de la correspondiente acción o es posterior. Casi todos los partidos políticos alemanes optan por esta supuesta vinculación política de los delitos con la milicia yihadista.

El lunes de la semana pasada un joven refugiado de 17 años de supuesta nacionalidad afgana hirió gravemente a cinco personas en un tren regional camino a Würzburg antes de ser abatido. Dado que se encontró un video insultando a los alemanes que le habían acogido y alabando al ISIS, se usó como explicación de su móvil la hasta entonces desconocida «radicalización exprés».

Para la nueva derecha de la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) ya estaba claro antes de que se conociera al autor del tiroteo en un centro comercial de Munich (10 muertos, incluido el autor, una treintena de heridos), que la acción entraba en la «guerra contra Alemania», declarada por el islamismo. Según su escenario apocalíptico y conspiranoico, la misión de la canciller Angela Merkel consiste en «cambiar el pueblo alemán por el islam», siguiendo los ocultos intereses de EEUU e Israel. Para ellos era suficiente que el alemán de 18 años tuviera también la nacionalidad iraní y que había una testigo que le había escuchado decir «Allah es grande» mientras mataba a otros jóvenes, en su mayoría hijos de inmigrantes. No interesaban sus eslóganes nacionalistas y racistas como tampoco el hecho de que padeciera una grave enfermedad mental. Que un día después otro refugiado, un sirio, matara a cuchillazos a su pareja en Reutlinge alimentó los temores de la mayoría alemana que ve en peligro su vida en tranquilidad. Por primera vez se ha vivido cómo una capital regional como Munich fue paralizada por una especie de estado de excepción no declarado. Una experiencia insólita, hasta ahora. El domingo otro refugiado sirio se inmoló con su mochila-bomba en una terraza del pueblo bávaro de Ansbach y un vídeo también lo relaciona con el ISIS. El historial médico, sus hasta entonces fallidos intentos de suicidio, tampoco interesan mucho.

Desde la Unión Demócrata Cristiana (CDU) se retoma el plan dejado hace solo unas semanas de cambiar la Ley Fundamental para poder emplear el Ejército como policía auxiliar. Ahora la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen (CDU), habla de crear una especie de Guardia Nacional, compuesta por reservistas. De hecho, durante el «alerta terrorista» de Munich había movilizado a una compañía de la Policía Militar. El ministro de Interior bávaro, Joachim Herrmann de la Unión Social Cristiana (CSU), exige ya legalizar este nuevo papel de las Fuerzas Armadas. Además da por terminada «la política de las fronteras abiertas», algo que ya no existe desde varios meses cuando se cerró la denominada «ruta de los Balcanes». En adelante quiere un control más exhaustivo de los refugiados y de la comunicación por Skype y Whatsapp.

Desde el otro extremo del espectro político se escuchan desarmonías. La copresidenta del grupo parlamentario de Die Linke, Sahra Wagenknecht, que representa al ala izquierdista, criticó la política de Merkel respecto la acogida de refugiados como simplista. «Ahora el Estado tiene que hacer todo para que las personas en nuestro país puedan volver a sentirse seguras», afirma y añade que «eso requiere que sepamos quién se encuentra en el país y si es posible dónde hay posibles peligros». Su correligionario Jan van Alken rechazó tajantemente esas declaraciones, constatando que «siempre ha sido la posición izquierdista de todo el partido, a excepción de Sahra Wagenknecht obviamente, que las personas tienen derecho de refugiarse de la guerra, violencia y penuria». «Y que sin limitación ni tope pueden venir» matizó en una entrevista en n-tv.

Otra grieta mayor se ha abierto entre el sector xenófobo y aquellos alemanes que siguen ayudando a los refugiados, porque el Estado no lo consigue sin esos voluntarios. Estos ya recibían fuertes ataques verbales después de lo ocurrido en Würzburg. Faltan también noticias positivas como la de los tres jóvenes refugiados que se metieron debajo de un tren para sacar a una mujer accidentada y prestarle primeros auxilios.