Gotzon ARANBURU
EXCAVACIONES EN AURITZ Y AURIZBERRI

EL PASADO ROMANO SALE A LA LUZ EN EL PIRINEO NAVARRO

Romanos en la tierra de los vascones. Tema apasionante y controvertido. Los investigadores de Aranzadi son gente práctica, que solo creen lo que ven y tocan; en el caso de la sección de Arqueología, en lo que excavan. Y en eso están, demostrando con sus excavaciones en la zona de Zaldua que existió un gran asentamiento poblacional de época romana.

Todo camino lleva a algún sitio, antes y ahora. Un grupo de investigadores de Aranzadi se ha interesado siempre por los antiguos caminos y calzadas. El paso del Pirineo ha solido ser objeto de especial atención. ¿Por dónde lo atravesaban los romanos? ¿Y Carlomagno? ¿Y los peregrinos? Es sabido que por nuestro territorio transcurrían dos tramos de las «autopistas» romanas, como eran la calzada Astorga-Burdeos y la Cesar Augusta (Zaragoza)-Burdeos. Pero no se sabe por dónde discurría esta última desde Iruñea, la Pompaelo romana, hasta los territorios del norte de la cordillera pirenaica, tras superar la barrera montañosa de más de mil metros de altura con sus carros y caballos. El primer indicio se descubrió en 2009. Y fue gracias a que los romanos, además de las «autopistas», inventaron también los paneles indicativos, en su caso los miliarios, unas columnas de piedra de entre dos y cuatro metros de altura que plantaban cada milla romana –1.480 metros– de calzada y que muchas veces contenían inscripciones relativas al emperador bajo cuyo mandato se había construido la vía, o indicaban la distancia hasta Roma o alguna gran ciudad próxima.

El autor del descubrimiento fue un vecino de Aurizberri, Juan Mari Martínez Txoperena, que en el transcurso de la investigación reconoció el miliario entre la hojarasca de un hayedo de la vecina Aurizberri. No por casualidad: Juan Mari es miembro de Aranzadi desde su juventud y siempre pasea ojo avizor por el Pirineo navarro, de forma que también se le deben los descubrimientos de las necrópolis de Otegi y de Ateabaltsa.

Este extraordinario descubrimiento llevó a Aranzadi a impulsar y fortalecer su equipo de «buscadores de calzada», y los resultados no se hicieron esperar, en forma de nuevos miliarios, rocas talladas en la montaña… de forma que en pocos años han logrado sacar a la luz toda una calzada romana que transcurre entre Agoitz y Donazaharre, en Nafarroa Beherea. Que tal calzada existió lo daban por seguro los historiadores, pero de restos constructivos de su trazado, nada. Ahora ya sabemos que transcurría por el profundo valle de Luzaide, tras descender de Ibañeta, y que llegaba a tener seis metros de anchura en algunos de sus tramos, y que los obreros tuvieron que tallar la roca en algunos puntos para permitir el avance de los carros. Han aparecido restos arqueológicos y dos miliarios en el collado de Ibañeta.

Toda autopista tiene sus restop. Pues resulta que esta calzada romana navarra también contaba con los suyos, aunque en realidad hablamos de asentamientos, cuyo carácter –¿militar? ¿colonias de poblamiento?– no se atreve aún a definir Aranzadi. Trabajan en ello, haciendo sondeos y estudios con las más avanzadas técnicas de prospección arqueológica. ¿Hubo más calzadas? No se sabe, pero es seguro que esta sí, y, por ahora, es la única documentada arqueológicamente.

Tradicionalmente se ha creído que la calzada romana transcurría por los cordales elevados de la cordillera, como el actual Camino de Santiago, pero los investigadores no encuentran rastros de tal camino. Como indica Juantxo Agirre Mauleon, arqueólogo de Aranzadi, esto daría la razón a José María Jimeno Jurío, que ya en 1973 tituló un artículo suyo ‘El mito del camino alto’.

«Los ingenieros romanos –añade Agirre– sabían muy bien lo que hacían y es razonable pensar que preferirían trazar la calzada a la menor altura posible, en torno a los mil metros como máximo, que resultaría así menos afectada por las nevadas, mucho más frecuentes y persistentes en las cotas altas, a 1.400 metros. De hecho, como señala Jimeno Jurío, en la Edad Media la mayoría de peregrinos y mercaderes utilizaban el camino de Luzaide, y en esa ruta estaban los hospitales o albergues. Esto no quiere decir que la calzada romana descubierta sea la única de la zona, porque también hallamos restos arqueológicos en los collados, pero desde luego sí es la principal».

Cinco miliarios hallados

Los hitos principales de esta calzada serían, de sur a norte, Ekai-Longida, Agoitz, Artzibar, donde ha aparecido un miliario sin epigrafía, Artze, con un yacimiento de cerámica, metales y restos de edificación, para subir hasta Aurizberri, donde aparecen los dos primeros miliarios conocidos junto a una calzada pirenaica, con sus hermosas inscripciones, «dignos de figurar en un museo», como señala Agirre. Son cinco los miliarios hallados hasta el momento, cuatro de los cuales contienen epigrafías, lo que indica que proceden de los siglos III-IV. Y así llegamos, en el llano entre Aurizberri y Auritz, al emplazamiento de una ciudad de aproximadamente 14 hectáreas de extensión.

Estos días se ha desarrollado en la citada planicie la octava campaña de excavaciones de la calzada y su entorno, a cargo de un equipo formado por estudiantes de Historia, voluntarios de los pueblos de la comarca, miembros de Aranzadi e investigadores del MOLA (Museum of London Archaeology), grandes especialistas en la materia, que llevan ya tres años trabajando codo con codo en auzolan. La geofísica ha venido en ayuda de los arqueólogos que, ayudados de georrádares, fotografía térmica desde el aire, geomagnetismo y otras tecnologías encuentran cada vez más piezas del puzzle de esta ciudad. Han aparecido en las sucesivas campañas restos de edificios públicos, hornos, cerámica, objetos metálicos, una necrópolis…

Tradicionalmente esta llanura se ha venido utilizando como pastizal para el ganado, no como tierra de labor. «Está claro por qué. Siempre se ha sabido que a apenas 15-20 centímetros de la superficie los arados ya chocaban con piedras, esto es, con los restos de las construcciones romanas sepultadas» señala Juantxo Agirre. Durante siglos el terreno perteneció a la Colegiata de Orreaga, pero con la Desamortización fue adquirido por un grupo de vecinos de Auritz, que siguen manteniendo la propiedad hoy en día.

Equipo británico

La jornada de trabajo de los arqueólogos, una quincena, empieza de buena mañana. El equipo británico está formado por especialistas en arqueología romana, que trabajan habitualmente en el subsuelo de Londres, excavando la romana Londinium. Es la tercera temporada que los ingleses trabajan en Auritz y los avances han sido espectaculares. Como explica Agirre, con métodos tradicionales de sondeo y excavación habrían hecho falta 10 o 15 años para llegar a descubrir sobre esta ciudad todo lo que ya se sabe gracias a las herramientas de la geofísica.

Los arqueólogos ya han «visto» la calzada, los edificios a ambos lados del camino, las hileras de columnas; más que suficiente para saber que el yacimiento es de gran valor. El hecho de haber sido un poblamiento abandonado sobre el que no se ha vuelto a edificar –justo lo contrario de Londinium– facilita las cosas a los investigadores.

Este año se está actuando en la zona de Zaldua en Aurizberri, justo en la muga con Auritz. Tal y como ya anticipara el georradar –con su radiografía de las cimentaciones de edificaciones de todo tipo, algunas de carácter más monumental y otras viviendas domésticas más humildes, el trazado de la calzada y la trama urbana– el paciente trabajo sobre el terreno ha confirmado que nos encontramos ante un poblamiento importante.

Mattin Aiestaran, que excava junto a una base pétrea de columna, no se queja de las largas horas de manejar la paleta en cuclillas: «Es emocionante, cada piedra o pieza que sacas a la luz. Al final del día todo el equipo contempla el fruto de la jornada, ese es el mejor momento. Por otra parte, estoy aprendiendo mucho de la forma de trabajar de los ingleses, es un privilegio».

Financiación

La financiación de estos trabajos, que se realizan en auzolan y en los que nadie se embolsa un euro, la han asumido Eusko Kultur Fundazioa, Udalbiltza y los ayuntamientos de la comarca, que se hacen cargo conjuntamente de los gastos de alimentación, alojamiento y transporte de los arqueólogos que sacan a la luz la ciudad romana. El resto de instituciones observan con buenos ojos el trabajo que se realiza, pero hasta ahí.

El hondarribiarra Enrique Lekuona es uno de los veteranos del equipo. Explica con pasión cómo se construían las calzadas romanas, qué era Iturissa, pero en ningún momento afirma que sea la ciudad vascona la que reposa bajo nuestros pies. «Aún no tenemos las pruebas, hay que esperar».

Lo que no espera es la hora de la comida. Ayer tocó marmitako, hoy ensalada de arroz con todo tipo de ingredientes extra. La intendencia, alimentación incluida, es responsabilidad de los veteranos del equipo, que han hecho las compras en Auritz y luego han trajinado en la cocina de campaña, para servir la mesa –con puntualidad británica, nunca mejor dicho– a las 13.00. En la campaña de 2015 se alimentaron con bocadillos, pero este año ha habido una mejora en el aspecto gastronómico.

Poco a poco, se empieza a completar el mapa de la presencia romana en Euskal Herria, donde los dos emplazamientos más importantes son Iruña Veleia, en Araba, e Iruña Pompaelo, la actual capital navarra. En el territorio de los vascones se trabaja en la ciudad de Santa Criz, cerca de Eslava, en el sur de Nafarroa, y en Oiasso –Irun– con las dificultades ya señaladas de excavar en un entorno humanizado, en una ciudad moderna.

Juantxo Agirre considera que, en base a lo ya descubierto, el yacimiento de la posible Iturissa va a ocupar a más de una generación de arqueólogos. Y dará pie a muchas tesis doctorales. Se abre un campo de oportunidades para los jóvenes investigadores, que en todo momento deberán trabajar en armonía con las instituciones y agentes sociales de estos valles del Pirineo. ¿El resultado final  previsto? Tener una visión amplia y los más certera posible de lo que aconteció a los vascones que vivieron antes y después de la construcción de esta gran calzada romana del Pirineo.