Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Miles Ahead»

El trompetista loco y las cintas del sótano

Del mismo modo que Miles Davis rechazaba el término “jazz”, Don Cheadle huye como de la peste de la denominación genérica del “biopic musical”. Y es un acierto, porque a quien quiera aproximarse a la figura del genial trompetista no le queda otro remedio que ser tan transgresor como lo era él. El actor afroamericano ha hecho una valiente ópera prima tras la cámara, aunque se luce más en lo suyo, que es la interpretación. Su caracterización es extraordinaria, trabajando tanto la voz rasgada como los movimientos característicos del músico, condicionados por una lesión de cadera que le provocaba una inconfudible cojera. Cheadle ha aprovechado esa manera de caminar para convertirla en una pose chulesca, desde el convencimiento de que la actitud fue muy importante dentro de su compleja personalidad.

No ha gustado a todo el mundo el que “Miles Ahead” retrate a su protagonista como una especie de gángster negro, pero el concepto dinámico que maneja Cheadle en la narración es tan oroginal como interesante, optando por una película de acción musical ambientada a mediados de los años 70, y que en consecuencia toma como motor el cine “blaxploitation” de la época. En cierta medida el director debutante se adelanta a los comentarios de los puristas blancos, al contrastar al protagonista con su ocasional compañero de aventuras, un reportero escocés de la revista “Rolling Stone” encarnado por Ewan McGregor, que muestra su constante asombro ante las impredecibles reacciones de un Miles Davis que atraviesa por una crisis creativa, o más bien vital.

El pasado le inmoviliza, porque la crítica musical lo sigue encumbrando en un sentido retrospectivo, que le impide evolucionar como quisiera. Pero no puede olvidar a su musa en flash-back, la bailarina Frances Taylor, que le mira desde la portada del álbum “Somebody My Prince Willcome” (1961).