Julien GIRAULT (AFP)
PEKÍN

Un año después de su drástica devaluación, el yuan no inquieta

A mediados de julio de 2015, China sacudía los mercados financieros de todo el mundo al devaluar drásticamente el yuan. Un año más tarde, su moneda sigue cayendo, pero los especuladores se han cansado, el banco central chino no ha renunciado a su intervencionismo y las preocupaciones de los inversores se han aliviado en gran medida.

En pleno sopor veraniego, hace un año, la devaluación sorpresa llevada a cabo por el Banco del Pueblo de China (PBOC, por sus siglas en inglés) de la tasa de referencia del renminbi se tomó como un disparo de aviso en los mercados, acostumbrados a la estabilidad de la divisa china. En apenas una semana, la caída fue de cerca de un 5%.

Hasta ese momento, el yuan, estrechamente controlado, solamente estaba autorizado a fluctuar frente al dólar en una horquilla del 2%, hacia arriba o hacia abajo, de la paridad central que fija el PBOC. Por eso, aquella decisión del instituto emisor reavivó de inmediato las inquietudes sobre la salud económica del gigante asiático e hizo resurgir el espectro de una «guerra de divisas» a golpe de devaluaciones competitivas, con las que amagaron tanto Estados Unidos como Japón.

Pekín negó que, con la devaluación, quisiera dar un nuevo impulso a sus sectores exportadores y explicó que, sencillamente, se trataba de un nuevo modo de cálculo de la paridad basado en los movimientos del mercado de divisas, pero no convenció.

Desde entonces, la divisa china no ha cesado de caer, hasta llegar, el miércoles de la semana pasada, a cambiarse a 6,6430 yuanes por dólar, no lejos de su punto más bajo desde hace seis años, mientras que la tasa central del PBOC ha caído un 9% respecto a la de hace un año.

«Lo normal en los últimos meses es observar una depreciación gradual del yuan, que no molesta al mercado de divisas y no atormenta a los inversores», comenta, también con tono calmado, Wei Yao, analista de Société Générale.

En cuanto a la magnitud de la devaluación del verano de 2015, «fue la desconfianza de los mercados hacia el PBOC y la opacidad de sus intenciones las que intensificaron la presión sobre el yuan», según añaden expertos del gabinete Capital Economics. «Un año más tarde, los inversores parecen estar más relajados respecto a las fluctuaciones del renminbi», asumen.

Con el objetivo de tranquilizar, el banco central ha intentado mejorar su comunicación a través de breves comunicados. Su discreto gobernador, Zhou Xiaochuan, hasta poco antes invisible, salió de su reserva para asegurar que no había «ningún fundamento para una depreciación persistente».

Intervenciones masivas

Pero ha sido el PBOC el que ha intervenido masivamente en los mercados para frenar la caída del yuan y restringir las fabulosas fugas de capitales de China. Estas llegaron a ser de un billón de dólares el pasado año, según cálculos de Bloomberg, impulsadas por inversores que cayeron en el pánico al ver hundirse el valor de sus activos.

En el último año, la institución monetaria ha aprovechado las abundantes reservas de divisas del país para recomprar unos 440.000 millones de dólares en yuanes con el fin de sostener el precio de su moneda. Además, Pekín ha endurecido las restricciones a las salidas de capital. Una forma de indicar a los especuladores que apuesten por una caída continuada del yuan que pueden estrellarse. «Las posiciones especulativas están ahora muy reducidas», resalta Wei Yao. «Y los controles parecen haber funcionado».

La hemorragia se ha ralentizado sensiblemente: en el segundo trimestre, los bancos chinos han vendido más divisas extranjeras que las que han recibido, pero la diferencia se ha reducido a la mitad en relación al primer trimestre.

Dilema a resolver

No obstante, el PBOC se enfrenta a un dilema: por un lado, afirma que avanza hacia la libre convertibilidad del yuan y la toma en consideración de las fluctuaciones del mercado –compromiso que condicionó la entrada del yuan en la cesta de divisas de referencia del FMI–; pero, por otro, al querer reforzar el uso internacional del renminbi, Pekín promete un yuan “estable” frente a otra cesta de las principales monedas.

El PBOC adapta de forma flexible su paridad central, a su modo, «ejerciendo puntualmente su voluntad para guiar el mercado» y la dirección del yuan, destaca ANZ Bank. Así, en enero, la institución dejó caer el tipo de referencia del renminbi durante ocho sesiones consecutivas, resurgiendo el temor a una devaluación rampante antes de que volviera a elevarlo.

En realidad, la debilidad del yuan no beneficia más que muy marginalmente a los exportadores chinos, ya que las exportaciones también han caído en estos últimos meses.

Más que una estrategia deliberada de Pekín para estimular la actividad empresarial, el yuan sufre por cuestiones básicas, según explica a AFP Liao Qun, economista de CITIC Bank International, apuntando a las «incertidumbres» del contexto mundial. Entre la subida de las tasas en EEUU –que hacen al dólar más atractivo– y el nerviosismo ligado al Brexit –que incita a privilegiar los valores-refugio–, el yuan seguirá cayendo: «¿Hasta cuándo? Eso dependerá del momento en el que el euro y la libra se recuperen», señala Liao.