Pablo GONZÁLEZ
Varsovia

EL MILAGRO ECONÓMICO POLACO QUE NO LO ACABA DE SER

El crecimiento del PIB nacional ha maquillado durante años una realidad que no es tan halagüeña si se analiza al detalle. Salarios bajos y una desregularización paulatina del mercado laboral han empeorado significativamente la situación del trabajador polaco.

Desde 2007, el PIB de Polonia ha crecido más de un 30%, una cifra impresionante si la comparamos con los escasos 2-3% del conjunto de la Eurozona. Es el denominado “milagro económico polaco”, una historia de éxito que los funcionarios europeos y de las organizaciones financieras internacionales –Banco Mundial y FMI– ponen como ejemplo de conversión desde una economía socialista a una de libre mercado. Sin embargo, si el caso se analiza con detalle, se ve que, a pesar de haber logrado avances desde luego positivos, ello se ha realizado a cambio de otros aspectos que pueden repercutir en el futuro.

Polonia no ha pasado por la crisis económica de la misma manera que otros estados de la UE. Ello se debe en parte a su trayectoria anterior. Desde los años noventa ha vivido una terapia de shock obra del economista Leszek Balcerowicz. De forma drástica, ha pasado de una economía controlada por el Estado a privatizar paulatinamente muchas de sus grandes empresas, que han ido a parar a manos de grandes corporaciones extranjeras, como la compañía de telecomunicaciones nacional, que fue adquirida por France Telecom, o el productor de helicópteros PZL-Swidnik, que fue a parar a manos de la italiana AugustaWestland. Así se ha pasado de más de un 70% de los trabajadores empleados directamente por el Estado, en 1990, a poco más de un 20% actualmente.

Entrada en la UE, ¿salida de la crisis?

La economía polaca cogió especial impulso tras el ingreso en la UE en 2004, aunque a día de hoy sigue estando fuera de la moneda única. El PIB polaco se disparó gracias a las inversiones y ayudas comunitarias. Los sueldos medios también han crecido; eso sí, a una tasa bastante menor que el PIB: frente al crecimiento del 30%, los salarios solo aumentaron un 15%. Toda una historia de éxito. ¿Cual es, entonces, el problema?

Los críticos con esas reformas consideran que, realmente, Polonia nunca salió de la crisis en la que entró justo después de la transformación de principios de los años 90, con la terapia de choque de Balcerowicz. Por eso, su economía no ha respondido en el mismo sentido que el resto de sus socios europeos. Estos críticos ven “el milagro”, sobre todo, en dos elementos: los subsidios europeos y la desregularización del mercado laboral. A los que añaden la emigración hacia otros países, tanto de manera permanente, como el millón largo de polacos asentados en el Reino Unido, como para desempeñar empleos temporales, que son más de dos millones de personas al año.

La coyuntura, además, marca la economía polaca. Desde la perspectiva internacional, Europa central y oriental compite en la actualidad con otras regiones mediante los salarios de los trabajadores locales, que deben mantener en un nivel bajo para seguir siendo competitivos. Por ello, el crecimiento económico como país llegó a cambio de una mayor presión sobre los salarios y los derechos laborales. Es una situación paradójica de la economía polaca, la checa y otras que dependen de Alemania. Cuando la crisis empezó a golpear a Alemania a partir de 2008, e incluso antes, parte de su producción se llevó a otros lugares donde la mano de obra era más barata, donde los salarios era más bajos y la legislación laboral, más permisiva. Así, en el marco de la crisis europea, el PIB polaco creció, pero los salarios no aumentaron en proporción, ni han seguido siquiera el ritmo de crecimiento de los precios.

El economista polaco Wietold Kiezun, quién durante diez años trabajó en programas de modernización llevados a cabo por la ONU en África, opina que se podría hablar de su país como un objeto de neocolonialismo, ya que mientras los trabajadores polacolos reciben salarios bajos, los beneficios se van fuera. De otra manera, si los salarios se equipararán al crecimiento económico, como desean los sindicatos, las grandes multinacionales quizás se irían a Rumanía, a Bulgaria o, incluso, a Rusia.

Tampoco ayuda la escasa participación de los trabajadores polacos en los sindicatos. Solo un 12% están sindicados y, si se analiza el sector privado, el más amplio, la cifra baja hasta un 2%. Esto, así como la escasa participación de los polacos en los partidos políticos, no ayuda a que en la sociedad exista un debate abierto sobre esta situación.

El Brexit preocupa, y mucho

Lo que sí preocupa en la sociedad polaca desde el punto de vista económico es la salida de Gran Bretaña de la UE. Porque es el país de la Unión, después de Alemania, al que más trabajadores se desplazan de manera temporal, y también donde más residen de manera permanente. El Brexit les hará difícil seguir gozando de las ventajas que les supuso el ingreso en la UE hace doce años y que les ha supuesto recibir ciertos beneficios en forma de ayuda.

Ayudas de las que los polacos no solo han gozado, sino que incluso han abusado, como cuando los productores de manzanas intentaron quedarse casi en exclusiva las ayudas agrarias de la UE tras las sanciones mutuas entre Bruselas y Moscú, alegando que tenían una producción bastante mayor que la que realmente exportaban a Rusia.

Por todo ello, es difícil hablar de que en Polonia haya ocurrido un verdadero milagro económico. La economía del país se ha integrado en el sistema financiero occidental, pero ha sido a cambio de perder buena parte de su autonomía y de tener que competir en unas condiciones cada vez más duras con otras economías en auge o depresión. Quizás por esto, las autoridades no se muestran especialmente activas para cumplir con la exigencia de entrar en la moneda única, lo que no va a ocurrir por lo menos en los próximos 4 o 5 años, si es que llega a ocurrir.