Ingo NIEBEL
COLONIA

Merkel no elude la autocrítica y pide unidad frente a la AfD

Angela Merkel no va variar su línea política y llama a la unidad de las fuerzas políticas contra el populismo xenófobo de la AfD. Tras la debacle electoral de su partido, la canciller atraviesa un momento difícil porque incluso sus socios de Gobierno se distancian de ella.

En la República Federal de Alemania es tradición que los partidos de la oposición utilicen el debate parlamentario sobre el presupuesto del Estado para criticar al Ejecutivo, sobre todo cuando toca hablar sobre la partida destinada a la Cancillería. Ayer la jefa del Gobierno, Angela Merkel, aprovechó la oportunidad para explicar su posición tras la derrota sufrida por su CDU en Mecklenburgo-Antepomerania el domingo. Le superó la derechista Alternativa para Alemania (AfD), que se situó como segunda fuerza por detrás del SPD.

Merkel desilusionó a quienes pensaban que anunciaría cambios en su política sobre refugiados. Subrayó la necesidad de «autocrítica», pero para ofrecer mejores soluciones en el futuro a los ciudadanos. Aseguró que «la situación ahora, después de un año, es mejor». Su posición es respaldada la OCDE, que constata que, en relación a la integración de los refugiados en el mercado laboral, Alemania ha aprendido de sus errores y ha emprendido el camino correcto. «Aún así queda mucho por hacer», matizó la canciller.

Rechazó que el «terrorismo» sea «un nuevo problema que ha llegado con los refugiados», en referencia a los ataques de julio protagonizados por un menor afgano en Würzburg y por un solicitante de asilo sirio en Ansbach, aunque no todos llegan «con buenas intenciones».

A un año de las elecciones generales, Merkel apostó por los valores de «libertad, seguridad, justicia y solidaridad» y, frente a los temores de la población, aseguró que «Alemania continuará siendo Alemania».

En su discurso, incluyó también una crítica velada a sus socios de Gobierno, el SPD, y su aliada bávara, la CSU. Tanto el líder socialdemócrata, Sigmar Gabriel, vicecanciller y ministro de Economía, como el de la CSU, Horst Seehofer, hablan de «la política de refugiados de la canciller Merkel» intentando mantener las distancias como si sus partidos no formasen parte del mismo Gabinete. Ante el auge de la AfD, sobre todo el ministropresidente bávaro, Horst Seehofer, ha exigido a su aliada de la CDU que cambie radicalmente su política, limitando el número de los refugiados a los que se va a acoger, acelerando las deportaciones e incrementando el control policial. Gabriel responsabiliza exclusivamente a Merkel de la actual situación y sostiene que «el auge de la AfD no es culpa del SPD». Sin embargo, fue él quien llamó «chusma» a manifestantes de la nueva derecha y recientemente les hizo una peineta.

Con la verdad, «ganaremos»

Merkel dijo que los políticos deben escuchar las preocupaciones de la población y explicar los hechos. «Si nos aferramos a la verdad, ganaremos. Y recuperamos lo que es más importante, lo que necesitamos, la confianza perdida de la gente», manifestó la canciller, quien aconsejó no «insultar» a los votantes de AfD.

«Todos deberíamos darnos cuenta de que la AfD no es sólo un desafío para nosotros sino para todos en esta Cámara», indicó Merkel, que instó a todos los partidos a «medir» el lenguaje, evitar una escalada en los discursos y no entrar en el juego de los populistas xenófobos al tiempo que llamaba a la unidad para hacer frente «con hechos» a la AfD, cuya política antiinmigración calificó de amenaza para los valores de la sociedad.

Al Die Linke, siendo el partido mayoritario de la oposición, le correspondió el derecho a la primera réplica. Su copresidente Dietmar Bartsch acusó al Ejecutivo de «haber puesto en peligro la cohesión social», sembrando el miedo entre la población. Culpó a Seehofer de haber contribuido con sus declaraciones al éxito de la AfD.

Criticó que el Gobierno restara importancia a la resolución del Parlamento contra Turquía en relación al genocidio armenio por el interés de Merkel en defender el acuerdo migratorio de la UE con Recep Tayyip Erdogan, pese a su violenta política.