Iñaki IRIONDO
ELECCIONES EN ARABA, BIZKAIA Y GIPUZKOA

Hoy se decide quién estará en el Gobierno y quiénes gobernarán

Si PNV&punctSpace;y PSE&punctSpace;no suman hoy mayoría absoluta, en el Parlamento se abre un paradigma nuevo cuyo ejemplo más cercano puede ser el del Ayuntamiento de Gasteiz, en el que los dos partidos antes citados están en el Gobierno, pero es la segunda fuerza, EH Bildu, quien condiciona los grandes acuerdos.

Llegamos a la jornada electoral sin haber podido asistir a un debate entre Iñigo Urkullu y Arnaldo Otegi que, a buen seguro, hubiera sido del interés de la ciudadanía vasca. Los tribunales españoles nos han privado de ello. De hecho, nos han privado hasta de ver el partido de pala en el frontón de Elgoibar entre Otegi y Julian Iantzi, grabado para ETB y nunca emitido. Los tribunales españoles deciden por nosotros hasta lo anecdótico y eso es, de por sí, todo un argumento para la próxima legislatura. A cambio, hemos conocido mejor a Maddalen Iriarte, Jasone Agirre y Miren Larrion, pero aun siendo muchas sus virtudes éstas no disipan el elemento político de fondo que es la subordinación de las instituciones y entes de la CAV a los dictados de Madrid.

Llegamos además a la cita de las urnas con unanimidad en las encuestas para dar la victoria al PNV, aunque la horquilla de escaños en la que se mueve (23-29) será una variable determinante para el futuro. Después, la mayoría de los estudios dan ventaja a EH Bildu, que parece haber crecido en campaña, frente a un ElkarrekinPodemos al que algunos sondeos todavía auguran la capacidad de dar una sorpresa.

Otro de los datos al que prestar atención es hasta dónde llega la caída del PSE, porque esto no influirá solo en futuros pactos y acuerdos de gobierno en el Parlamento autonómico, sino que dependiendo de cuáles sean los números pueden llevarse por delante a Pedro Sánchez.

El PP, en cambio, sale resignado a empatar con las encuestas y su única preocupación parece ser que Ciudadanos no consiga escaño en Araba, territorio por el que concurre un Alfonso Alonso que no sabemos si se quedará en Gasteiz o volverá de nuevo a Madrid aprovechando unas terceras elecciones a Cortes allá por navidades.

Viendo las encuestas, parece claro que Iñigo Urkullu volverá a Ajuria Enea y que el PNV&punctSpace;estará en el Gobierno. Lo que no está tan claro es quiénes gobernarán. El dato trascendental en este punto es si los jeltzales y el PSE suman más de 38 escaños, el límite de la mayoría absoluta. Si lo superan, no lo duden, hay pacto cerrado entre ambos para toda la legislatura. O al menos para los tres primeros años, que luego igual cada cual debe volver a marcar perfil y simular un enfado a las puertas de las próximas elecciones.

Pero si PNV y PSE no llegan a 38 se abren posibilidades desconocidas en la pasada legislatura. Porque lo que parece claro es que la suma de EH Bildu, Podemos y PSE tendrá una mayoría que aunque no se plasmará en un pacto de Gobierno (nadie lo prevé porque dos partidos españoles como Podemos y PSOE no pueden admitir, y menos en puertas de nuevas elecciones, que su rama vasca vote a un lehendakari de EH Bildu o haga una coalición con esta fuerza), durante cuatro años puede dar lugar a las coincidencias suficientes como para «gobernar desde la oposición».

Este dato, evidentemente, no se le escapa al PNV de Urkullu, que ya se encargará de maniobrar para intentar evitarlo.

Pero lo cierto es que, si los resultados finales se acercan a las encuestas, el próximo Parlamento de Gasteiz puede dar mucho juego con EH Bildu como punto de intersección entre el eje nacional y el eje de izquierda-derecha. Miren Larrion ha puesto como ejemplo el Ayuntamiento de Gasteiz, donde en el Gobierno están PNV y PSE, pero en el que EH Bildu determinó quién iba a ser el alcalde, negoció con los jeltzales unos presupuestos a los que luego se sumaron Podemos-Irabazi y PSE, y consiguió incluso una rectificación del pacto sobre el Impuesto de Actividades Económicas que ya habían sellado en público PNV, PSE, PP y la patronal alavesa, SEA.

En este juego de escaños van a ser muy importantes los representantes que obtenga el PSE, que desde que el Parlamento tiene 75 escaños nunca han bajado de 12. Sin contar las elecciones de 2009, en las que la izquierda abertzale estuvo ilegalizada y Patxi López sumó 25 escaños, en los comicios anteriores había obtenido 18 y en las pasadas elecciones logró 16.

A estas alturas el PSE cuenta con la ventaja de que como las principales encuestas le dan entre 8 y 9 escaños, todo lo que sea superar esa barrera parecerá un triunfo. Sin embargo, nadie debería olvidar que en 2009 obtuvo 318.112 votos, que tras gobernar cuatro años perdió un tercio de ellos y se quedaron en 2012 en 212.809, y a ver cuántos suman hoy. En otras circunstancias, una debacle como la augurada por los sondeos podría costarle la cabeza a la secretaria general del PSE. Lo que ocurre es que la llegada hace solo dos años de Idoia Mendia al cargo ya fue fruto de una «renovación» por los malos resultados en anteriores comicios, que empujaron a la marcha de Patxi López. Por otra parte, tampoco se ve que haya sustituto o sustituta a la vista que pueda agarrar el timón de un partido que con el tiempo no solo ha perdido dirigentes referenciales (líderes), sino también personas capaces de teorizar sobre a dónde debe ir el partido y el país.

Y tal y como están las cosas en el PSOE, lo previsible es que los temblores de un mal resultado en la CAV acaben generando un terremoto en Madrid y, si en Galicia se produce otro sismo, ya hay quienes están afilando la guadaña para cortar la cabeza de Pedro Sánchez. O quizá intenten que parezca un accidente. Un cuchillo sobre un armario, oscila la tierra bajo los pies, y cae con tan mala suerte que acaba con la carrera política de Pedro Sánchez.

Y parece que poder hacer daño a Sánchez es el único resultado positivo que el PP espera obtener en estas elecciones autonómicas. Alfonso Alonso firmaría ahora mismo los 8 escaños que le dan las encuestas (tuvo 19 en 2001, 15 en 2005 y 10 en 2012), y con mayor alegría si consigue que Ciudadanos no obtenga un parlamentario por Araba, que estas cosas se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban. Luego tendrá que decidir si se queda en Gasteiz o vuelve a Madrid, lo que también obligaría a abrir el melón sucesorio en el revuelto PP vasco, cuanto todavía ningún congreso ha revalidado, con o sin pucherazo, el liderazgo de Alonso.