Núria VILÀ
París

DEL RIESGO DE TRABAJAR PARA LAS TROPAS DE EEUU EN AFGANISTÁN AL DE SOBREVIVIR

Noori Almassudin apenas recuerda un momento de felicidad en Kabul. Tras más de un año como traductor para las tropas de EEUU, tres cartas con amenazas de muerte de los talibanes y su retención e interrogatorio le hicieron ver que, si quería sobrevivir, debía huir. Ahora, en París, espera empezar una vida nueva. «Francia es perfecta, aunque durmamos en la calle», dice.

A los traductores en una situación parecida, el Departamento de Estado norteamericano les ofrece un programa de visados que les permite refugiarse en EEUU. Aun así, Noori Almassudin, de 25 años de edad, no se ha podido acoger a él ya que no trabajó más de un año seguido en la misma misión. De hecho, en los últimos meses el retraso o denegación de los visados ha empujado a numerosos traductores afganos como Almassudin a abandonar su país y emprender caminando la peligrosa ruta hacia Europa. Pese a los riesgos del trayecto, recientemente una conferencia de la Unión Europea centrada en Afganistán acordó la posibilidad que los países miembros de la UE puedan deportar a un número ilimitado de solicitantes de asilo afganos, obligando al Gobierno de Kabul a recibirlos. A cambio, la UE se compromete a otorgar una ayuda de 1.200 millones de euros a este país centroasiático hasta el 2020. Primero, «arriesgué mi vida porque era pobre»; luego, para huir de su país.

Además, ahora, un debate en el Congreso estadounidense está poniendo en riesgo la continuidad del programa especial de visados, lo que podría dejar desprotegidos a miles de afganos que confían poder refugiarse en EEUU. Recientemente, algunos legisladores republicanos se han opuesto a la extensión del programa alegando que el Departamento de Estado aún tiene visados de años anteriores que podrían ser distribuidos. El presidente del Comité de Servicios Armados del Senado y defensor del programa, el senador por Arizona John McCain, se mostró contundente. «La gente morirá», dijo a los republicanos que se oponen al programa. «¿No entendéis la gravedad de esto?».

Si bien del Departamento de Estado empezó autorizando lentamente este tipo de visados en 2009, en los últimos años la presión de los veteranos del Ejército y de algunos miembros del Congreso ha provocado una aceleración en su tramitación. Según datos oficiales, en los últimos dos años y medio, más de 8.000 traductores afganos se han beneficiado de este programa especial. Aun así, el Departamento prevé ahora que los 2.500 visados que aún están disponibles se agoten a principios de 2017, pese a que más de 12.000 afganos esperan en su país que su solicitud sea aceptada, según recogió “The New York Times”. Si los congresistas no logran llegar a un acuerdo, 10.000 afganos podrían quedar desprotegidos en Afganistán.

Cara a cara con los talibanes

Los riesgos sobre los que se habla en el Senado de EEUU, Almassudin ya los ha sufrido de cerca en más de una ocasión. Pero hay una noche en especial que no olvidará nunca. «Cada noche conducía de Bagram a Kabul y escondía mi carné de identidad. La carretera era muy peligrosa», recuerda. Una noche, a mitad de camino, los talibanes les arrestaron a él y a otros dos compañeros –que no trabajaban para EEUU– y les llevaron cerca de las montañas, a una pequeña tienda de campaña. «Habían conseguido fotografías de locales que trabajaban para las tropas estadounidenses. Afortunadamente mi foto no estaba, si no me hubieran matado directamente. Nos preguntaron si trabajábamos para América y dijimos que no», cuenta.

Tras una hora de interrogatorio, llegaron tropas del Ejército afgano. «Un talibán dijo: ‘Mátalos y nos vamos’’. Pero el otro se opuso: ‘Déjalos, son musulmanes’. Los dos chicos que estaban conmigo gritaban y lloraban: ‘Por favor, no nos matéis, tenemos familia y estamos en medio del bosque, nuestros cuerpos se perderán y nadie nos va a encontrar’». Afortunadamente, los talibanes huyeron y las tropas afganas los salvaron. De vuelta a casa, Almassudin narró detalladamente la pesadilla a su padre. «Yo tenía la cara amarilla, parecía que no tuviera sangre en el cuerpo», dice. Viendo la gravedad de la situación, su padre, maestro de profesión que estuvo seis meses encarcelado bajo el régimen talibán en los años 90, le dijo: «Se acabó, no trabajes más para América».

El legado de EEUU en Afganistán

Almassudin consiguió escapar milagrosamente de una muerte probable, pero miles de afganos todavía viven atemorizados en Afganistán. «Estoy contento de que el Ejército norteamericano me diera trabajo. Nunca me trataron mal, honestamente», señala. Pese a su agradecimiento, el joven afgano, que ha trabajado en numerosas ocasiones en las operaciones de las tropas estadounidenses para capturar a talibanes, no puede esconder su escepticismo sobre el legado americano en su país. «Han estado aquí once o doce años para derrotar a los talibanes y no han podido. ¿Qué quiere decir esto? En el Ejército afgano tenemos a miles de militares, muchos más. ¿Quién apoya a los talibanes? ¿De dónde salen? ¿Bajan del cielo?», se pregunta.

Después de 15 años de presencia estadounidense en Afganistán y millones de dólares gastados, lo cierto es que los talibanes están incrementando sus ataques, sobre todo en la ciudad de Kunduz, en el norte del país. Con el repliegue de los soldados de EEUU sobre el terreno, Almassudin recuerda a aquellos que han muerto en la contienda: «Estados Unidos debe responder a la familia de cada soldado muerto. ¿Por qué motivo murió? ¿Por qué te llevaste a mi hijo a Afganistán? Tú lo preguntarías. Su madre lo va a preguntar. ¿Para hacer a Afganistán seguro? No es mi país. Muchos soldados han perdido sus manos o piernas. Tienen que responder a cada familia», asevera Almassudin.