Alberto PRADILLA
MADRID
CRISIS POLÍTICA EN EL ESTADO: INVESTIDURA DE RAJOY

La oferta de Rajoy: hablar sin derogar sus leyes a cambio de «estabilidad»

Mariano Rajoy se puso el traje presidencial, el de orador plano y autocomplaciente, para comparecer en una investidura ganada de antemano. Ofreció «diálogo» en pensiones, educación y financiación autonómica e instó al PSOE a garantizarle la estabilidad. A cambio hablará, pero en el marco impuesto en los últimos años y sin derogar leyes.

Relajado ante la certeza de que el sábado será presidente, Mariano Rajoy se presentó ayer ante el Congreso español con un doble discurso. Por una parte, la retórica, apelando al diálogo. Por la otra, la concreta, circunscribiendo esa negociación al marco ideológico del PP, que equipara a las necesidades del Estado español. Se puede hablar, sí, pero con un corsé bien apretado y sin derogar leyes como la reforma laboral. Con la garantía de ser investido, el inquilino de La Moncloa se permitió el lujo de reconocer que venía con el mismo programa que presentó ante la Cámara en la sesión fallida de agosto, de remitir al diario de sesiones para no alargarse y de reconocer que lo único que ha cambiado desde entonces es el golpe palaciego en Ferraz que desbancó a Pedro Sánchez.

Teniendo en cuenta las circunstancias que propiciarán su elección y la crisis abierta en el PSOE, Rajoy no podía ser excesivamente duro con sus socios de investidura ni aplaudirle demasiado, por no añadir sal en la herida. Lanzó un guiño, considerando que la abstención sirve para que no se repitan elecciones, y aseguró que esto no implica «que se fuerce la voluntad de nadie ni que nadie tenga que renunciar a sus principios». Cuidadas expresiones que preparaban el terreno a una petición de más ayuda que suena a chantaje. Reconoció que su objetivo era una Gran Coalición con PSOE y Ciudadanos pero, al no lograrla, insistió en que el aval de Ferraz puede ir más allá. «Flaco favor haríamos a los españoles dejándoles creer que basta con cubrir la vacante del gobierno para que todo quede resuelto», dijo.

La primera urgencia, como Rajoy aseguró, son los presupuestos y el techo de gasto. Cuentas que ubica dentro de los «compromisos con Europa» que, en su opinión, comparten los partidos del turno y la formación de Albert Rivera. Ahí se incluyen los 5.500 millones de recortes que Bruselas exige.

Pasó de puntillas por la corrupción pese a que ahora se celebra el juicio por la trama Gürtel, ubicó como «hoja de ruta» el pacto con Ciudadanos y mostró su disposición a llegar a acuerdos inmediatos en pensiones, educación (en el plazo de seis meses) o financiación autonómica. Aunque una cosa es hablar y otra acordar. Sobre todo, cuando avisó de que «todo tiene un límite», reivindicando la senda de los últimos años.

Lo que no provocará discusión entre PP, PSOE y Ciudadanos es Catalunya. Aquí Rajoy se limitó enarbolar el discurso de que la «única nación es España» y ofrecer un abstracto cambio en la «solidaridad interterritorial». Como si los últimos años nunca hubiesen existido.

Ayer tocaba el Rajoy plano, el del Gobierno «previsible». Hoy, con las réplicas, habrá que ver hacia dónde van los dardos.

Sánchez reaparece en medio de un PSOE fracturado

A pesar de que Mariano Rajoy era el que se presenta a la investidura, todo el mundo buscaba a Pedro Sánchez. Llegó al Congreso a escondidas, eludiendo a los periodistas, pero después de anunciar que aparecería por la Cámara Baja y que hoy votaría «no» al PP. Igual que el resto de la bancada del PSOE. El interrogante está en saber qué hará 48 horas después, cuando sus compañeros, o al menos la mayoría, se abstengan y permitan que Génova siga mandando. «El sábado será otro día», fue lo único que acertó a expresar el depuesto secretario general del PSOE. En su camino al escaño no dejó de saludar a sus compañeros, incluso a los que intentaban mirar hacia otro lado para evitar una apretón de manos que parecía el beso de Judas. Ahí estaba Antonio Hernando, antaño uno de sus colaboradores más cercanos y hoy el encargado de desdecirse de todo.

Dos horas antes, Sánchez había eludido la reunión del grupo parlamentario presidida en este caso por Mario Jiménez, portavoz de la Gestora. No hay novedades en torno a la fractura interna. Hernando, que ahora es quien manda en el Congreso, había remitido una carta a todos sus correligionarios advirtiendo de que no cabe saltarse la disciplina de voto ni una «abstención mínima». No parece que la misiva sirva para convencer al PSC, que ha aprobado por unanimidad mantener el «no» a Rajoy o a otros díscolos como Odón Elorza o Margarita Robles, que ayer se pateaban los platós de televisión explicando las razones de su desobediencia.

Ante la certeza de que la ruptura del PSOE se expresará el sábado en la votación, falta por saber qué medidas está dispuesta a tomar la Gestora. Lo tiene difícil. Si quisiese imponer la línea dura y expulsar a los críticos podría encontrarse con que Unidos Podemos le superase en escaños, un «sorpasso» en diferido.A.P.