Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA
Elkarrizketa
JOSÉ BOVÉ
EURODIPUTADO E HISTÓRICO ACTIVISTA CAMPESINO

«El miedo hiperconcentrado se ha convertido en motor de la política»

Curtido en mil batallas, lúcido y autocrítico en sus reflexiones, sin concesiones en sus respuestas, Bové habla del sentido del ecologismo, reivindica para la política el instinto campesino y analiza la «dramática» situación política francesa.

Nacido en 1953 en Talence (Gironde), hijo de luxemburgués y de francesa, ambos investigadores que trabajaron en la Universidad de Berkeley, este activista bilingüe es una de las figuras históricas de las luchas alternativas del Estado francés. En la lucha antimilitarista contra la extensión del campo militar de Larzac, cortando con guadaña plantaciones de maíz transgénico, desmontando a cara descubierta McDonald's, contra los ensayos nucleares en el Pacífico o contra el bloqueo israelí de Gaza, José Bové ha sido una figura icónica. Un viejo rockero de la resistencia, hoy eurodiputado en Bruselas por Verdes, aunque, insiste, «nunca he estado afiliado a ningún partido».

Antiguo pastor de ovejas, su compromiso con las luchas campesinas y el sindicalismo viene de lejos. Exsecretario general de la Conféderation Paysannne y destacado dirigente de Vía Campesina, Bové ha visitado Euskal Herria en el marco de un coloquio internacional sobre la soberanía alimentaria. Buen conocedor de la historia y la realidad política de Euskal Herria, conversa con GARA sobre el sentido del ecologismo y sobre una actualidad marcada por la victoria de Donald Trump en EEUU y sus hipotéticas derivadas ante las presidenciales francesas.

Siempre ha defendido el ecologismo como una transformación completa de la manera de pensar. Preguntado por ello afirma que las cosas, en cierta medida, «son simples. Desde las teorías de transformación de la sociedad, yo diría que desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, lo que ha construido la correlación de fuerzas ha sido la contradicción capital-trabajo, esa dicotomía ha estado en el centro de la reflexión sin preocuparse de lo que producíamos».

«A partir de mediados del siglo XX –prosigue– emerge una reflexión: no podemos seguir así, sin cuestionar lo que producimos y sus consecuencias. El modo y la finalidad de la producción tienen efectos destructivos muchísimo más grandes de lo que nunca hubiéramos imaginado. Hoy el objetivo no puede ser un reparto más justo del capital o aumentar los salarios sin preguntarse que si todo el mundo tiene coche, come carne o coge un avión, el planeta no lo soporta. No hay tierra para ello, el clima no lo aguanta, amenaza nuestra existencia. El ecologismo debe cuestionar los modos y las finalidades de producción como modo de creación de otras relaciones sociales».

Izquierda y lógica industrial

Bové lleva años denunciando que la izquierda se ha rendido a una «lógica industrial», tras instalar en su mentalidad una idea de crecimiento económico infernal. Frente a ello defiende lo que llama «una ideología y un instinto campesino».

Cuestionado al respecto, asiente antes de arrancar con fuerza. «La izquierda, desde el Siglo de las Luces, ha tenido una doble perspectiva: de manera lineal, la contradicción capital-trabajo se debía superar porque hay un sentido histórico y, al final, el socialismo ganaría. Esa idea se subió al altar de la ideología política con Hegel, con Marx, etc. Al mismo tiempo, se creía que el progreso va a ganar. Había una ideología del progreso absolutamente increíble: el progreso es indefinido y gracias a él vamos a permitir a la gente que viva mejor».

«Pero esa doble noción no dice nada, no tiene ningún significado. En términos históricos, lo vimos en la URSS, en China…, los resultados fueron en muchos casos contrarios al objetivo. Esa ideología del progreso destruye el planeta y no ha sido lo suficientemente cuestionada. Pero en realidad es lo contrario; no hay más que verlo en el dossier nuclear, con la biología molecular sobre los seres vivos, desde los alimentos genéticamente manipulados (OGM) al transhumanismo y el eugenismo… Ese progreso colisiona con la idea de supervivencia de la especie».

Resistencia como comadrona

Preguntamos a Bové si el ecologismo es una idea condenada a la resistencia, a la lógica defensiva más que a un proyecto deseable y atractivo. Es tajante en su respuesta. «La resistencia fue la comadrona del ecologismo. Se desarrolló como resistencia frente a los daños del productivismo. Por ejemplo, la lucha contra los OGM permitió que se tuviera en cuenta la importancia de preservar las semillas. La resistencia permite, durante la lucha, construir alternativa. La radicalidad no impide ser pragmático ni dejar de ser lúcido».

Sin embargo, el ecologismo, particularmente el francés, planteamos, ofrece la imagen de que tiene lío en casa, un «c'est le bordel» interno, peleas entre egos y ambiciones. «Es cierto, pero no es algo ineluctable, el ecologismo no está condenado a ello. Para mí, el mejor ejemplo es lo que hicimos en 2009. Superar los márgenes tradicionales, políticos y mentales de Los Verdes, llegando al 16% en las elecciones europeas. Por primera vez, el ecologismo llegó a la tercera posición en el tablero político francés. El otro gran problema en Francia es su modelo electoral. El sistema presidencial y el voto a dos vueltas para las legislativas bloquean la perspectiva de un Parlamento plural y de crear, como en Alemania, un sistema que dé opción a nuevas alianzas, a construir coaliciones de Gobierno. No hay proporcionalidad. La emergencia de una fuerza ecologista autónoma está bloqueada completamente por ese sistema. A nivel municipal y regional hay más espacio… Pero el sistema francés es una catástrofe total, niega visibilidad a realidades que existen, están ahí, pero totalmente bloqueadas».

Trump y los negacionistas

Tras el fracaso de Kyoto, la Cumbre del Clima de París, COP21, concitaba pocas esperanzas, pero para Bové y los suyos era un test. Le planteamos las consecuencias que tendrán la victoria de Trump y su climatoescépticismo, su acusación de que todo es un invento de China para dictar a EEUU qué y cómo producir.

«¿Por qué ha ganado Trump? Su victoria es la derrota de la ideología librecambista, de las derivas de la globalización. Es la victoria del miedo. Es la subasta, la lógica del miedo. Miedo a los extranjeros, a perder el trabajo, a ser desclasado, es un miedo hiperconcentrado en un discurso sin coherencia ni perspectiva. La propaganda construida en torno al miedo se ha convertido en el motor de la política».

Sí, pero Trump se rodea de climatoescépticos y de creacionistas, da la impresión de que caminamos en sentido contrario. ¿Va a tener un impacto? «Sí, sobre todo porque va a relanzar la política del carbón, el fracking, los grandes oleoductos… ¿Cuál va a ser la capacidad de resistir? El ecologismo no ha sido central en EEUU, pero creo que las resistencias vendrán de la mano del efecto negativo de esas políticas. Lo vimos con el Katrina, con los huracanes... el costo social y financiero va a ser más fuerte que esa visión trumpista».

Y concluye. «Trump no puede salirse del Acuerdo de París en los próximos tres años, pero no va hacer nada. China, por contra, que es inteligente, va a ir a saco; va a desarrollar políticas e investigaciones a fondo, será el líder mundial de energías renovables. Para ellos, es cuestión de supervivencia, tienen ciudades completamente asfixiadas».

 

«Si la opción es Le Pen-Sarkozy, nadie votará a Sarkozy; yo, no»

Tras la victoria de Donald Trump en EEUU, planteamos a José Bové si imaginar a Marine Le Pen como la próxima presidenta de la República francesa es una alucinación o un posibilidad perfectamente plausible.

«Diría que hoy por hoy no es algo que sea posible pero, en todo caso, el hecho de que vaya a ser la primera en la primera vuelta es, en sí mismo, algo increíble. Simboliza un desastre absoluto. Cuando vemos que el voto a Le Pen es mayoritario entre los agricultores, los trabajadores, los desclasados, los que menor nivel escolar tienen… demuestra que son los más débiles quienes están tentados por la propaganda del Frente Nacional. La socialdemocracia tiene mucha responsabilidad en ello, pero también la izquierda alternativa, que ha sido incapaz de invertir ese proceso. Tenemos una responsabilidad colectiva, hay una desconexión y un desprecio hacia todas las alternativas que hemos ensayado. A nosotros, cuando, por ejemplo, luchábamos contra la Organización Mundial del Comercio, la socialdemocracia nos despreciaba, decía que íbamos contra el sentido de la historia. Ahora nos encontramos con el repliegue identitario, con el aislacionismo como solución… es una aberración, pero es lo que hay».

Frente a esa situación, parafraseando a Lenin, viene ¿qué hacer?. Bové es rotundo al respecto. «El único combate perdido es aquel que no se lleva a cabo. Hay que hacer un análisis lúcido de la situación. A nivel político no hay alternativas en Francia. Creo que la Presidencia se la llevará la derecha, la socialdemocracia está grogui, el Gobierno de Hollande y de Valls ha sido catastrófico, ha indignado a muchísima gente. Hay que espabilar, aglutinar fuerzas, aunque será difícil porque el modelo electoral no permite la emergencia de alternativas. Los ecologistas debemos juntar todas las familias y pesar lo máximo en la primera vuelta. En la segunda, ¿a dónde irá el voto alternativo? Si la opción es Le Pen-Sarkozy nadie va a votar a Sarkozy, yo nunca lo haré. Le Pen-Juppé tampoco va a ser nada genial. En estas andamos en Francia. Es dramático».

Quizá sea un problema sistémico, sugerimos. Tras fumar de su pipa, asiente. «Tenemos un sistema republicano ‘monárquico’ y un problema de cultura política. El modelo institucional es una modelo monárquico, piramidal, con un Parlamento sumiso con su mayoría. Es un sistema muy jerárquico, muy difícil de cambiar. Un sistema bipolar mayoría-oposición. En Francia la cultura política dominante es la del enfrentamiento, no hay margen de alianzas y alternativas. Todo es blanco o negro. Hay que salir de ese esquema. La política en general, y la francesa en particular, no hace soñar a nadie, hay un resentimiento muy grande. Más de un 50% no vota, casi un 80% piensa que el mayor problema son los políticos. Es lo que hay. Hay que volver a los orígenes y hablarle a la gente, sobre el terreno, en las luchas cotidianas».M.Z.