Periodista
PRIMARIAS CONSERVADORAS FRANCESAS

La victoria de Fillon agita las aguas de la elección presidencial

Ni siquiera el flamante ganador de las primarias puede permitirse reposo. François Fillon debe resolver dos retos en sutravesía hacia el Eliseo: taponar la vía de agua que tiene abierto su yate, en pleno centro. Y asegurarse de que el timón del partido quede al cargo de un patrón de confianza.

Les Républicains (LR), la marca que nació del estallido de la UMP, es la primera afectada por la victoria de François Fillon en las elecciones primarias del centro-derecha francés.

Efectivamente, Nicolas Sarkozy se sirvió de LR para su particular regreso desde la isla de Elba. Sin embargo, después de que el electorado conservador le expidiera un billete a Santa Elena, símbolo del exilio político definitivo, el partido político conservador se ve abocado a un proceso de readecuación que ya está en marcha.

De hecho, a la mañana siguiente de su victoria, aquel al que pocos esperaban se consagraba a la tarea de elegir a la tripulación con la que poder abordar con garantías la elección presidencial.

Con la ventaja que da haber visto pasar ante la puerta el cadáver del enemigo, Fillon se apresta a sustituir, recolocar y proyectar al frente a sus peones.

La lección le viene dada por la primaria socialdemócrata, en 2011, que puso a François Hollande de candidato y a su rival, Martine Aubry al frente del partido.

La política de Lille no se ha destacado desde entonces por dar un apoyo entusiasta a su presidente. Y Fillon, claro está, no parece dispuesto a un reparto de cromos tan poco conveniente.

De ahí que a la cabeza de la lista de sus prescindibles, figure el presidente interino de la formación derechista, Laurent Wauquiez, catapultado al cargo por el depuesto emperador de la derecha gala.

Se da por seguro que las figuras que han acompañado los dos últimos dos años al poco probable candidato, como es el caso del ex presidente de la Asamblea Nacional, Bernard Accoyer o el senador Bruno Retailleau, tendrán un papel clave en la construcción de ese «nuevo movimiento» que anuncia Fillon. Lo que en lenguaje de la derecha gala es un movimiento al servicio del presidente.

De cuatro a 40 millones

La tarea se antoja clave para afrontar la campaña real. Esa en la que no vale con acercar a las urnas a esos 4 millones de fieles que han participado en una primaria en la que la derecha se ha estrenado con éxito. Porque la elección presidencial concierne a un censo de 40 millones de ciudadanos.

Esos cambios en el espacio interno van a tener una alta dosis de repercusión pública, pero sobre todo van a ser mirados con lupa, particularmente en el espacio político que ha quedado huérfano tras la derrota de Alain Juppé y que, ahora mismo mira con indisimulado recelo a Fillon. El historial político, pero sobre todo el programa del candidato tradicionalista, despiertan dudas en el centro, donde se escuchan voces críticas, aunque en tonos diferentes.

Algunos portavoces centristas preconizan más o menos abiertamente un reacomodo, en forma de acuerdo en legislativas para la atribución de puestos vacantes de diputados. Seguramente ese escenario negociador sería el más apetecido por el propio Fillon. De las 577 circunscripciones quedan por designar 75. Lo que deja un margen de maniobra al presidenciable conservador.

Sin embargo, otros, como el líder del MoDEM, François Bayrou, han preferido sacar pecho, al no descartar una candidatura centrista. Fillon deberá concentrarse, por tanto, en cerrar esa vía de agua, lo que pasa por reflexionar sobre las concesiones programáticas, algo siempre complejo para un candidato tan a la derecha.

Voto de clase y FN

No es el único frente al que deberá atender el ex primer ministro cara a ampliar la ola que le ha llevado a la nominación. Una lectura pormenorizada de sus resultados lleva a una conclusión clara: Fillon no dispone, no al menos todavía, del apoyo de las clases populares.

Si se mira a las diez circunscripciones en las que ha recabado mayor número de votos se ve que todas ellas se sitúan en el oeste urbano de Ile-de-France (región parisina), donde se concentran las rentas más altas. Un apoyo lógico en una primaria conservadora, insuficiente para una presidencial.

Máxime cuando las diez circunscripciones en que ha habido menor movilización de voto son aquellas en que el Frente Nacional recoge el descontento de los sectores más castigados – o al menos más inquietos y asustados por el futuro–. Nord, Pas-de-Calais o Moselle no han hecho la ola a Fillon.

Algo más inquietante puede ser para Marine Le Pen el respaldo al candidato de la derecha en la zona mediterránea donde el FN suma adeptos elección a elección. Tras ese éxito, en todo caso relativo, figura sin duda la simpatía declarada por el extremadamente conservador presidente de la región PACA y de la Metrópoli Niza-Côte d’Azur, Christian Estrosi, hacia Fillon. Un apoyo que se suma a otro más explícito, también de otro ex sarkozysta, el diputado de Alpes-Maritimes, Eric Ciotti.

En todo caso, y pese a que dos sondeos publicados tras la vuelta definitiva de las primarias, den claro vencedor a Fillon en ese eventual duelo con Le Pen en abril-mayo de 2017, el Frente Nacional no parece preocuparse en exceso, no al menos con un candidato con tantos flancos por los que atacar.

El programa económico ultra liberal de Fillon –supresión de 500.000 puestos de funcionarios, aumento de la edad de jubilación a los 65 años, eliminación de la semana laboral de 35 horas o recortes en las prestaciones sanitarias y el reembolso farmacéutico– y su conservadurismo social y cultural –limitaciones al derecho de adopción por parejas homosexuales, posición personal contraria al aborto, rechazo a la multiculturalidad…– dibujan un candidato con el que cualquier oponente no ya de izquierda sino meramente progresista apetecería confrontar. A condición, claro, de contar con un programa alternativo sólido, es decir con una propuesta que genere adhesión por aportar respuestas en clave transformadora a las demandas de la ciudadanía.

Aprovechando el fuego cruzado entre Hollande y Valls, el Frente Nacional ha lanzado ya sus mensajes fuerza para destacarse del nuevo tenor de la derecha. Y para fijar la foto a dos. Un duelo entre derecha extrema y extrema derecha. Sin un PS, que sigue desojando margaritas.

Sin complejos, los frentistas han convertido ya a Fillon en el «candidato antisocial. Y se han apropiado de la bandera que han dejado olvidada, los social liberales del PS, y una izquierda a la izquierda hoy invisible incluso para los sectores con los que comparte el deseo de cambiar las cosas.