Amaia U. LASAGABASTER

El arreón final no salvó a un Eibar irreconocible

Acabó la racha con el cambio de mes. Doblemente. Porque el Eibar regresó de vacío de San Mamés y además lo hizo como consecuencia de un flojo partido.

Con el equipo al alza en juego y resultados, parecía el momento idóneo para conquistar el primer triufo en Bilbo pero un Eibar irreconocible tardó poco en enfriar el optimismo. Vale que los números no engañan, que los azulgranas han sumado el 76% de sus puntos como locales, pero una de las características del equipo, como le gusta subrayar a su entrenador, es la prevalencia de su identidad sobre rivales y escenarios: el Eibar quiere ganar sin esconderse siempre, más allá de que lo acabe consiguiendo. Ayer no lo pareció, pese a que pudo acabar arañando un punto en el feudo rojiblanco.

Aunque no sea lo habitual, tampoco es la primera vez que los eibarreses, sobre todo a domicilio, se ven más romos de inicio. Ayer optaron por forzar el desgaste de su rival cerrándose a cal y canto. Les salió bien durante la primera media hora, cuando tuvieron maniatado a su rival, pero se echó de menos algo más de fútbol en dirección contraria. Una escapada, un balón en largo, un robo cerca del área..., alguno de esos chispazos con los que acostumbra a acongojar a sus anfitriones. No llegó. Y lo peor es que el plan se torció al filo del descanso con la genialidad de Beñat, aunque en realidad ya había empezado a hacerlo algo antes, cuando el Athletic fue encontrando la manera de superar la presión armera.

El gol de Williams, con error defensivo incluido, parecía sentenciar el choque. Y, sin embargo, fue a partir de entonces cuando apareció un Eibar más reconocible, aunque solo fuera porque, precisamente cuando peor se le puso, se mostró más convencido de sus posibilidades. Pedro León, desaparecido hasta entonces, colocó un balón que, tras peinar Inui, Enrich convirtió en el 2-1. Era lo único que les faltaba a los azulgranas para acabar de convencerse, con veinte minutos por delante, de que el fiasco del primer tiempo tenía solución. Y pusieron todo su empeño, no tanto todo su juego. Aún así rozaron el empate. Pero las manos de Kepa a disparo de Inui y la contra culminada por Muniain les dejaron sin opciones.