Alberto PRADILLA
FEMINISMO Y MUNDO ÁRABE

«MARRUECOS SE PRESENTA COMO EL PROTECTOR DE EUROPA»

Khalija Ryadi, expresidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, es una de las voces más representativas de la izquierda en el reino alauí. Cree que los movimientos progresistas han cedido su espacio al islamismo y pide cambios en clave feminista.

El 20 de febrero de 2011, miles de personas salieron a la calle en Marruecos para exigir reformas democráticas. Cinco años después, las primaveras árabes dejan un saldo demoledor: Siria, Libia y Yemen desangrándose en la guerra, Egipto sometido a un régimen autoritario surgido tras el golpe de Estado del Abdul Fatah Al Sissi y Túnez languideciendo, después de que las revueltas no lograsen implementar medidas de justicia social. Khalija Ryadi, sin embargo, cree que no se puede dar todo por perdido. Esta defensora de los Derechos Humanos, militante de Vía Democrática y Premio de la ONU por los Derechos del Hombre en 2013 considera que «el proceso no ha terminado». Se centra en Marruecos, donde la monarquía de Mohamed VI ha logrado contener las demandas sociales apelando a la «estabilidad» y buscando alianzas con determinados partidos islamistas. En opinión de la antigua presidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, que recientemente participó en una mesa redonda sobre feminismo celebrada en Madrid, la clave está en el rearme de la izquierda.

«La izquierda está dividida. Esto provocó el debilitamiento del Movimiento 20 de Febrero», explica, reconociendo que «la gente tiene miedo». «El discurso de la estabilidad, de la seguridad, ha calado. Prefieren la estabilidad, para no compararse con Siria o Libia. No tenemos comida pero al menos no tenemos guerra», argumenta. Obviamente, deja clara su posición contraria a los conflictos bélicos. También frente a «la guerra que se desata contra las clases populares».

El discurso securitario y el conflicto del Sáhara son, según Ryadi, los dos elementos que la monarquía alauí utiliza para frenar los cambios. Ahí, Marruecos ha encontrado un filón que le permite, por un lado, bloquear los movimientos que buscan el cambio y criminalizarles. Por otro, recibir el apoyo europeo. «Desde 2001 todos estamos tocados por el discurso securitario. Marruecos se presenta como el protector de Europa y Europa alimenta este mensaje. Esto se utiliza también en clave interna, para perseguir a quienes exigimos que se cumpla la ley o que rechazamos la tortura», afirma. «Nos acusan de traidores, sufrimos una represión sistemática. La política antiterrorista está provocando una represión generalizada, no solo hacia quienes forman parte de movimientos yihadistas, sino también de aquellos que criticamos la falta de derechos. En el fondo, la lucha antiterrorista se usa para reducir derechos», argumenta.

Una relación «de igual a igual»

Como mujer feminista marroquí, Ryadi rechaza los falsos debates que se plantean en torno a la cuestión de la mujer en el mundo árabe. Por ejemplo, el velo. «El problema no es el velo. Es verdad que las líderes del movimiento feminista son personas más modernas que lo rechazan, pero también hay mujeres veladas que militan exactamente igual», explica, planteando una diferencia: no es lo mismo cuando el pañuelo es una opción que cuando se utiliza para perseguir a las mujeres que no lo emplean. Aunque también recuerda que se han dado casos a la inversa. Por ejemplo, cuando el ministerio del Interior marroquí prohibió a sus funcionarias vestir esta prenda.

Su clave: repensar el feminismo partiendo de la realidad de cada territorio. «No se puede plantear dar lecciones de norte a sur, o viceversa, es imprescindible una relación de igual a igual», afirma. «Tenemos que repensar nuestro feminismo, tenemos que acercarnos a las mujeres a los lugares donde ellas militan», explica.

Esta reflexión la hace extensible hacia toda la izquierda. En su opinión, la experiencia marroquí sirve para explicar el auge de los movimientos islamistas. «La izquierda ha abandonado la posición que le daba fuerza. No habla de imperialismo, de la lucha contra el sionismo o de la lucha de clases. Ha adoptado un perfil bajo, sin trabajar con las masas, abandonando la labor sindical o estudiantil», lamenta. A ello se le suma la represión, que se ha cebado especialmente en los movimientos progresistas. Aunque sin perder de vista que «los islamistas han sustituido a la izquierda en los barrios pobres». Un espacio aprovechado por el islamismo político y que ahora toca recuperar.