Iñaki IRIONDO

«No estamos locos, que sabemos lo que queremos»

La actuación de los gobiernos francés y español no es ni un error ni una improvisación ni una locura, sino la advertencia de que nadie ose interferir en su apuesta de victoria militar. Otra cosa es que esta vez se hayan pasado de frenada, lo que solo será posible con una respuesta inteligente.

Detener a quien pretende inutilizar y entregar las armas de una «organización terrorista» y presentarlo además como una gran operación anti-ETA parece una locura, y así lo es objetivamente ante personas informadas y con criterio. Pero la pregunta a estas alturas es cuánta gente va a pasar del inicial e impactante «cinco detenidos en una operación contra los arsenales de ETA en Francia» a la lectura crítica de lo que realmente está ocurriendo.

Si esa es la situación en Euskal Herria, imagínense en qué está la llamada opinión pública del Ebro para abajo, cuando aproximadamente la mitad de ella de lo único que está pendiente este fin de semana es de los resultados de la Liga. Bueno, menos los seguidores del Athletic y del Celta que juegan mañana, todo sea dicho. El ministro español del Interior, Juan Ignacio Zoido. habló ayer de «un fortísimo golpe a las estructuras de la banda» que pretendía –válgame dios– «una acción propagandística de entrega de armas»

Pese a todo, si a alguien le surgen las dudas y se pregunta una cuestión colateral como, por ejemplo, por qué han detenido a los que ya sabían que iban a recibir las armas y no a las que se las han entregado, el ministro del Interior francés, Bruno Le Roux, sentenció que «en materia de terrorismo todas las pruebas deben llegar a la Justicia. Nadie tiene derecho a proclamarse destructor de armas y, eventualmente, de pruebas».

La intervención de los gobiernos español y francés tiene un mensaje muy claro y es el paso siguiente después de llamar a declarar en la Audiencia Nacional a los miembros de la Comisión Internacional de Verificación: «No queremos el desarme, sino la victoria». Sea cual sea la suerte judicial de los ahora detenidos, para volver a utilizar esta vía de desarme de ETA hará falta encontrar personas de un compromiso a prueba de encarcelamientos, que difícilmente es exigible a nadie, salvo que su imagen personal esté por encima de la de los propios estados o estas detenciones se conviertan en un bumerán.

Quizá en esto último esté pensando el Gobierno de Urkullu cuando, con una osadía sin par, asegura que «este procedimiento de desarme reproduciría el esquema y filosofía de la propuesta de desarme presentada por el Gobierno Vasco el 21 de diciembre de 2014, hace ya dos años. Se pone de manifiesto que aquella propuesta era y es técnicamente viable si hay voluntad, y que cuando se alegó su supuesta inviabilidad operativa se estaba sólo ante un pretexto que justificase su rechazo. Una vez más se ha perdido mucho tiempo».

A ver... lo que de momento ha demostrado «este procedimiento de desarme» es que cinco personas han sido detenidas, que a quienes les falta «voluntad» es a los estados español y francés, y que quien alegó una «supuesta inviabilidad operativa», lejos de buscar «pretextos», tenía más razón que un santo. Solamente hay que remitirse a los hechos.

Otra cosa es que el impacto de esta operación en las élites francesas (de las españolas poco cabe esperar a la luz de las reacciones) provoque un vuelco del escenario o que el propio lehendakari y sus secretarios generales y asesores estén dispuestos a jugarse la cárcel por lo que dicen que son sus convicciones.

Más allá de las expresiones de indignación e impotencia, la cuestión es quién acaba cantando al final la canción de Ketama. O los gobiernos español y francés logran salirse con la suya, abortando cualquier posibilidad de desarme que no sea la escenificación de una rendición (cuando por otra parte están admitiendo haber perdido la batalla política y, por tanto, les queda solo la militar), o los sectores que apuestan por la solución ordenada son capaces de convertir este revés en la palanca de futuros avances.

Para eso hay que ir más allá de los comunicados y las convocatorias de multicopista. Una señal de esperanza en este camino es que la interferencia policial estuviera prevista, y las cartas, preparadas para ponerse sobre la mesa desde el primer instante.