Ingo NIEBEL
Historiador y periodista

Crónica del aprovechamiento de un atentado anunciado

El autor apunta una serie de hechos que presagiaban un ataque como el que el lunes se cobró doce vidas y cómo lo sucedido ha sido aprovechado para revisar las políticas de seguridad y de refugiados, que serán los paganos. Sugiere, además, otras posibles autorías además de la del ISIS.

Una pesadilla se ha hecho realidad», publicó el diario conservador “Frankfurter Allgemeine Zeitung” sobre el atentado con camión que el pasado lunes se cobró 12 vidas y provocó 48 heridos en un mercadillo navideño en Berlín.

Las autoridades alemanas se han apresurado a aumentar las medidas de seguridad, y a reforzar las ya existentes, de forma que aquellos que no se sienten afectados por lo ocurrido en la capital de la República Federal puedan seguir disfrutando en estas fechas de todo lo que se ofrece en dichos mercadillos. Hasta ahora ninguno de estos recintos ha sido cerrado. La fiesta sigue, el negocio también.

El mensaje del miedo es alimentado por la reciente violación y muerte de una estudiante alemana en Friburgo a manos, supuestamente, de un joven afgano de 17 años de edad. El sospechoso es un demandante de asilo que llegó a Alemania, donde vivía en una familia de acogida, y que ya fue condenado por un crimen similar en Grecia, donde recuperó la libertad debido a una amnistía.

A este hecho hay que añadir el arresto, la semana pasada, de un niño de 12 años, que posee doble nacionalidad alemana e iraquí, cuando, según las autoridades, quiso hacer estallar una bomba de fabricación casera cerca del Ayuntamiento de Ludwigshafen. Según esa versión, confesó que con anterioridad ya lo había intentado en un mercadillo de Navidad. Otros ataques con varios muertos y heridos ocurridos durante el verano completan ese escenario.

Sin embargo, no es solo la formación de extrema derecha y xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) la que saca provecho de lo ocurrido. «Estamos en situación de guerra», aseguró el ministro de Interior del País del Sarre, el cristianodemócrata Klaus Bouillon. Eso explica por qué en casi todas las ciudades alemanas los policías patrullan con chalecos antibalas y metralletas. Desde Baviera, la Unión Social Cristiana, aliada regional de la CDU de Angela Merkel, vuelve a atacar a la canciller para recuperar el terreno perdido frente a la AfD. Después del atentado, el ministro presidente, Horst Seehofer, llamó a revisar la «política de refugiados y de seguridad».

Merkel, como jefa del Gobierno federal, ha reaccionado a las críticas. Su gabinete acaba de ampliar la utilización de cámaras de videovigilancia de lugares públicos. Las nuevas medidas incluyen también la denominada «vigilancia inteligente», algo que en Reino Unido ya se aplica y que permite a la red de cámaras y ordenadores identificar y seguir a una persona en movimiento. Sobre la mesa queda aún por resolver la cuestión de la utilización de las Fuerzas Armadas en tareas policiales. Esto ocurrirá, a más tardar, cuando se produzca un ataque con armas de guerra como los sucedidos en París en noviembre de 2015. Sin duda alguna se estrechará la vigilancia sobre los refugiados.

Nadie cuestiona, por el momento, ni las consecuencias de las medidas tomadas ni la consideración de que el denominado Estado Islámico es el único autor intelectual del ataque de Berlín como si fuera la única organización capaz e interesada en actuar de esta forma en Alemania.

La semana pasada la Policía alemana detuvo a un espía turco que también se estaba preparado para atentar contra la comunidad kurda. Otro hecho que ha empeorado más las relaciones entre Berlín y Ankara.

Lo mismo ocurre con Arabia Saudí. Una semana antes del ataque en Berlín, los servicios de Inteligencia filtraron a la prensa que las monarquías del Golfo fomentan el salafismo también en Alemania y que, por ese motivo, estarían elaborando una lista para evitar que determinados proselitistas entren en la UE, ya que el Gobierno de Merkel no consiguió que Riad cambiara su política de divulgación de esa corriente radical del islam amparándose en la libertad religiosa de la que gozan las organizaciones dedicadas a ello.