Dabid LAZKANOITURBURU

Demasiadas miradas de reojo en Astana

Las negociaciones entre Damasco y los grupos rebeldes son el colofón diplomático de la rotunda victoria de Rusia, Irán y sus aliados en la ofensiva estratégica por el control de Alepo.

Forzados a sentarse en la mesa urdida por los que les hicieron morder el polvo, los rebeldes no han podido negarse por la presión de Turquía, uno de sus patrocinadores históricos, pero sus declaraciones y reservas apuntan a que su objetivo es ganar tiempo en espera de que Astana –con EEUU y la UE como convidados de piedra– tenga continuidad en febrero en la enésima reunión de Ginebra, organizada por la ONU y en la que aspiran a tener más margen de maniobra por la presencia de las cancillerías occidentales y de países de la Liga Árabe.

No obstante, no son los rebeldes los únicos que miran de reojo en la capital kazaja. Consciente de que su iniciativa diplomática estaba condenada al fracaso sin la participación de Turquía, la Rusia de Putin ha tenido gestos –incluida la alianza militar con Erdogan– que han podido despertar los celos de Irán, cuyo objetivo ha sido siempre apuntalar a Al-Assad para reforzar su condición de potencia regional.

Moscú sabe que necesita el aval de Teherán para consumar su desembarco geopolítico tanto en Siria como en Irak y Líbano, pero convendría no olvidar que Rusia e Irán son socios tácticos, no aliados estratégicos y que históricamente han sido rivales regionales.

El anunciado acercamiento de Trump a Rusia y su amenaza de dar marcha atrás en el acuerdo nuclear con Irán podrían poner a prueba el tacticismo de unos y de otros.