Jaime IGLESIAS
MADRID
Elkarrizketa
FEDERICO MOCCIA
ESCRITOR

«Mis libros son una mano tendida, un gesto de amor y complicidad»

Nacido en Roma en 1963, publicó su primera novela, «A tres metros sobre el cielo», en 1992. La obra pasó desapercibida hasta su reedición, una década después, al ser descubierta por una nueva generación de lectores. Admirado y cuestionado casi por igual, Moccia continuó la historia de Step, Babi y Gin en «Tengo ganas de tí», y ahora cierra la trilogía con «Tres veces tú».

Lo suficientemente humilde (o sensato) como para no arrogarse un virtuosismo literario que sería fácilmente rebatible, Federico Moccia no esconde, sin embargo, su orgullo de jornalero de las letras a la hora de hablar sobre su trabajo. Para él, todo un fenómeno editorial, el éxito no deja de ser algo efímero y aunque niega la mayor cuando se le intenta etiquetar como “autor para adolescentes”, tampoco se priva de defender la singularidad de sus lectores potenciales rebelándose ante la idea de que los jóvenes constituyan un mercado objetivo fácilmente influenciable.

 

¿Por qué ha tardado tanto en retomar la historia de estos personajes tras el éxito alcanzado con «A tres metros sobre el cielo» y «Tengo ganas de ti»?

No lo sé, supongo que porque no sentía la necesidad de hacerlo. Lo cierto es que en ningún momento me planteé convertir las andanzas de Step y Babi una trilogía y, de hecho, con “Tengo ganas de ti” di su historia por acabada. Pero fueron tantas las peticiones que recibí por parte de lectores de todo el mundo para que escribiera una nueva novela sobre ellos que, al final, me vi impelido a hacerlo.

Entonces ¿«Tres veces tú» es una novela que ha venido dictada por el deseo de los fans?

No, tampoco es eso. Escribir es una labor que implica entrega absoluta. Como tal es algo muy placentero pero también muy fatigoso que no puede acometerse si no hay pasión. Por mucho que uno reciba halagos por parte de los lectores, si no te apasiona aquello sobre lo que escribes no merece la pena hacerlo. Y en este caso la pasión tardó en llegar, sospecho que porque no veía el momento de confrontarme con aquellas emociones y sensaciones que, a la postre, me han inspirado “Tres veces tú” y que están unidas a algunos de los momentos más dolorosos de mi propia vida. En suma, escribir no es como cambiarle una rueda al coche, no es algo que hagas obligado por las circunstancias.

Pero a la hora de escribir una nueva novela ¿no se siente atenazado por las enormes expectativas que genera su obra?

Ahora ya no. Antes sí me ocurría, sobre todo considerando que tanto “A tres metros sobre el cielo” como “Tengo ganas de ti” fueron disfrutadas y celebradas por personas que, en muchos casos, apenas habían leído una docena de libros en su vida antes que el mío. Mis novelas han inoculado la pasión por la lectura en muchos jóvenes y, en este sentido, es normal que haya expectativas cada vez que saco una nueva obra, pero mientras las escribo no pienso en eso porque me bloquearía. De hecho, cuando escribo no considero el alcance de lo que estoy narrando, simplemente narro y lo hago con idéntica diligencia a la del agricultor que maneja el arado y va haciendo surcos, uno tras otro, día tras día. Mi objetivo es lograr un relato fluido, solo una vez concluido lo reviso para ver si aquello que he escrito resulta excesivo,

Esa recepción entusiasta de sus novelas entre los lectores más jóvenes, supongo que conlleva una gran responsabilidad.

Sí, pero es una responsabilidad hermosa que asumo con gusto. En “Tres metros sobre el cielo” lo que narraba eran mis propias vivencias de adolescente ante la pérdida del primer amor y, viendo como hacían suya esa experiencia millones de lectores, llegué a sentirme como ese amigo, como ese hermano mayor, al que todos hemos acudido en algún momento buscando consejo ante situaciones difíciles que son nuevas para ti pero que, antes que tú, otros ya han vivido en carne propia.  En este sentido, mis libros son como una mano tendida, constituyen un gesto de amor y complicidad.

¿En qué medida su éxito es un indicador de las inquietudes que atesora la juventud actual?

Yo es que cuando escribo no lo hago pensando en un público concreto, en este sentido no creo que haya un tipo de literatura específico para cada generación. Una obra tiene valor por sí misma y, de hecho, hay novelas, canciones o películas que se siguen disfrutando más allá del momento en que fueron escritas o realizadas. Hoy los jóvenes italianos tienen a Lucio Battisti como uno de sus cantantes favoritos cuando lo cierto es que se trata de un intérprete que a mí me descubrió mi padre.

Pero lo cierto es que buena parte de las críticas que han recibido sus novelas tienen que ver con su capacidad para incidir sobre la sensibilidad juvenil perpetuando estereotipos…

Bueno, en primer lugar yo creo que las críticas que se hacen sobre un libro deberían quedar ceñidas al ámbito de lo literario. En segundo lugar yo, sinceramente, no me veo con capacidad para incidir sobre nadie, teniendo en cuenta, además, que el éxito es algo que a uno le llega sin buscarlo. Es como la moda de los candados en los puentes. Yo cuando escribí aquello no pensé, ni por un momento, que ese episodio acabaría no solo materializándose sino convirtiéndose en tendencia. Aquello me halagó porque fue como constatar que había sabido conectar con unas emociones que estaban latentes en muchos jóvenes, pero al mismo tiempo me superó porque pareciera que yo hubiera sido el responsable de instigarles a hacer aquello. En cuanto al tema de los estereotipos, toda novela se nutre de ellos. A la hora de diseñar unos personajes y ponerles a interactuar resulta inevitable acudir a unas tipologías que, luego, puedes abordar en clave realista, irónica, dramática… Dicho lo cual, creo que en mis libros hay auténticos retazos de una juventud real, que existe y que está ahí, pero sería un cretino si pretendiera erigirme en una suerte de cronista de una generación puesto que cada adolescente resulta tan singular, tan distinto a los otros, que su conducta no admite generalizaciones.

Usted empezó trabajando como escritor para la televisión, un medio que en esta nueva novela retrata de manera mordaz.

La televisión es un medio difícil para trabajar, sobre todo cuando eres alguien joven que apenas está empezando. Enseguida te das cuenta que allí lo que prima es un sentido de la competitividad que resulta implacable con aquel que es inseguro o que, directamente, no se adapta a los ritmos que impone el propio medio. Hay mucha gente empeñada en hacerte sentir el último mono y otros que te alientan a desarrollar buenas ideas con el objetivo de apropiárselas ellos luego, y con ser estos comportamientos innobles lo peor es que, encima, quienes los desarrollan lo hacen sin esconderse.

Antes me ha negado su capacidad para crear pautas de conducta entre sus lectores más jóvenes. No obstante ¿cree que estos también son ajenos a los modelos de comportamiento que les hace llegar desde un medio como la televisión?

Es que creo que la influencia  es un concepto demasiado solemne que, a su vez, está sobredimensionado. Por ejemplo, que los jóvenes vean un programa como “Mujeres, hombres y viceversa” no significa que concedan a este espacio un carácter referencial ni que sea, para ellos, un espejo en el que mirarse. Hoy por hoy, gracias a internet y a las plataformas digitales, la oferta de contenidos es tan desorbitada que ya no existen formatos con capacidad para ejercer una influencia directa en quien los consume. La juventud actual lo que hace es tejer una especie de patchwork cogiendo elementos de aquí y de allá con los que, en un momento dado, sintoniza. Muchos dicen que esa dinámica a lo que conduce es a la conformación de una identidad fragmentaria pero yo prefiero pensar que esa pluralidad es una forma de singularidad.

  ¿Sus inicios como guionista tienen reflejo en su prosa?

Supongo que sí, en el sentido de que cuando escribo lo que busco es comunicar una experiencia y no tanto acometer un ejercicio de virtuosismo literario. A mí me interesa suscitar emociones, también reflexiones, pero procuro que estas estén integradas en la historia que cuento, no pretendo hacer de ellas un fin en sí mismo. Para mí, un escritor es alguien que captura, con la mirada, aquello que acontece a su alrededor y por eso mis novelas son tan visuales, por eso, también, le doy tanta importancia a la música citando canciones y elaborando, para mis historias, una suerte de banda sonora. Creo que todo eso viene de mis años como guionista.