Víctor ESQUIROL
Crítico de cine

«Moonlight», ganadora alternativa a lo Trump

D espués de una de las galas más brillantes, violentas y desconcertantes que se recuerden, los premios Óscar dieron un inesperado (aunque comprensible) cambio de rumbo político, confirmando que, para bien o para mal, la era Donald Trump es una realidad y que, definitivamente, estamos en ella. El nuevo presidente de los Estados Unidos convirtió la ausencia en omnipresencia, y, como no podía ser de otra manera, capitalizó la atención en prácticamente cada broma y honor otorgado en esta inolvidable 89ª edición de los premios de la Academia.

Trump no estaba en el Dolby Theatre, ni en cuerpo ni en versión virtual “twittera”, hecho que no impidió a un estupendo Jimmy Kimmel, anfitrión de la velada, arremeter una y otra vez contra él y contra unas políticas que van totalmente en contra de la nueva línea de la Academia, ahora saneada tras la polémica del año pasado de los “Oscars so White”. Ante las sospechas de favorecer a las producciones “blancas”, tocaba responder con integración y pluralidad, conceptos de momento ajenos a la nueva Casa Blanca.

Se sucedieron los discursos y los premios y se confirmó la línea reivindicativa. Asghar Farhadi ganó a Maren Ade bajo la sospecha de ser iraní, ergo víctima del flamante veto musulmán por parte de Estados Unidos; los premios a Mahershala Ali y Viola Davis dieron a la noche el toque afroamericano deseado... confirmado este con el Óscar a la Mejor Película para “Moonlight”, concedido de la forma más surrealista. Warren Beatty y Faye Dunaway proclamaron a “La La Land” como la gran vencedora... solo para admitir después que se habían confundido los sobres. Fue un error, una mentira... un “hecho alternativo”. La cinta de Damien Chazelle se quedó en ganadora a medias; la de Barry Jenkins en inesperado (y comprensible) bombazo. Trump, supéralo.