EDITORIALA
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Actuar en el origen y lograr pasajes seguros

Para no caer en saco roto, las cifras necesitan rostros, requieren historias. Conscientes de ello, desde Unicef publicaron ayer un estudio completo en el que se incluyen los testimonios de mujeres y menores mayormente atrapados en centros de detención de Libia, en el viaje de ida o de vuelta a Europa a través de la ruta del Mediterráneo central, la más peligrosa de las vías empleadas por refugiados y migrantes.

Conviene escuchar unos testimonios que, además de poner rostro al drama, dan cuenta de todas las adversidades que deben enfrentar aquellos que emprenden el viaje. Espeluznantes cifras como las 4.579 personas que se estima que murieron en la travesía entre Libia e Italia en 2016 dan cuenta de la magnitud de un desastre que, sin embargo, solo se puede aspirar a comprender en su totalidad escuchando el relato de los que tuvieron más «suerte» y no quedaron sumergidos en el Mediterráneo, la fosa común a cielo abierto más grande del planeta. Los 1.000 kilómetros de desierto, los 500 de mar abierto, la extorsión de los traficantes, los apuros económicos, la persecución de las fuerzas de seguridad y un largo etcétera de riesgos y amenazas son parte del equipaje en este viaje. Tres de cada cuatro menores entrevistados por Unicef aseguró haber sufrido violencia, acoso o agresión; y la mitad de las mujeres, violencia sexual y abusos.

Migrar, viajar y cruzar fronteras debería ser un derecho para todo aquel con voluntad de hacerlo, pero no debería ser una obligación para nadie. Ni una sola persona debería tener que huir de su hogar a causa de la guerra o el hambre. Se impone, por tanto, un combate abierto contra las causas que fuerzan a millones de personas a migrar. Objetivo imprescindible pero que, honestamente, solo puede ser contemplado a largo plazo. A corto y medio plazo, urge crear pasajes seguros para migrantes y refugiados, algo que solo podrá lograrse a través de la activación social y política en los países de acogida.