O.L.
SANTURTZI
Elkarrizketa
VANESA DE LEÓN, MIGUEL JODAR Y GOIZALDE SUÁREZ
MADRES Y PADRES POR GESTACIÓN SUBROGADA

«Todas las ilusiones las depositamos en la persona que nos ayuda»

Vanesa de León y Miguel Jodar, vecinos de Santurtzi, son desde hace cinco meses padres de Telmo y Mateo, dos gemelos que nacieron con la ayuda de una gestante de Ucrania, el mismo país al que han acudido Goizalde Suárez y Alberto Fariñas. Esta joven pareja de Erandio dará la bienvenida a su pequeño Urdax a finales de mayo.

El vínculo que une a estas dos parejas es especial por las circunstancias en las que se han conocido: la imposibilidad de llevar a término un embarazo y la vía de la gestación subrogada como opción para «cumplir su sueño» de formar su propia familia. Ambas parejas han acudido a Ucrania y los procesos han salido muy bien. Vanesa de León y Miguel Jodar, de 33 y 34 años respectivamente, ya tienen a Telmo y Mateo en casa; Goizalde Suárez y su pareja Alberto Fariñas cogerán el último avión a primeros de mayo para estar con la mujer que está gestando a su hijo Urdax y volver con él a Erandio.

De León y Suárez también comparten el motivo que les llevó a decantarse por esta técnica. La primera, a causa de una cardiopatía; y la segunda, por un cáncer de riñón que le detectaron con 25 años. Ninguna de las dos puede llevar a buen término un embarazo, aunque no tengan problemas para quedarse embarazadas. Precisamente, su historial médico les ha cerrado muchas puertas en la adopción, tanto en la estatal como en la internacional. «Hay países extranjeros que te excluyen si has pasado determinadas enfermedades, aunque se hayan curado», afirma Suárez.

A De León el primer golpe le llegó con 26, al informar a su médico de sus intenciones de ser madre. «Si tú gestas, puedes perder tu vida y la de tu bebé», le respondió. Cuenta que le costó varios años sobreponerse a aquello porque pese a su cardiopatía le dijeron que podía llevar vida normal, «con todo lo que aquello implicaba». «Asumir que jamás sentiría un embarazo… Contrasté mil opiniones y todas coincidían. Me llegué a plantear intentarlo, jugarme la vida, llegué incluso a intentar convencerme a mi misma de que no quería ser madre para que todo fuera más fácil y olvidarme. Hoy estoy feliz. Si no lo hubiera intentado me habría faltado algo, y gracias a la gestación subrogada se me abrió una ventana, una posibilidad». A Vanesa le cuesta contener las lágrimas, porque no ha sido fácil. «Escuchar por boca de mujeres que asumiera que jamás iba a ser madre, por ejemplo, ha sido muy duro y cruel. Yo entiendo que si no eres madre no te mueres, pero esa no era mi opción». Por ello, se decidieron a agotar todas las vías, y si después no era posible, «aprender a vivir de otra forma».

Todos coinciden en señalar que esta ha sido la última opción que se han planteado y, en ese sentido, critican las discriminaciones y los obstáculos de los procesos de adopción. «Hicimos los cursillos, nos formamos, pero son años de espera para recibir una llamada, a veces para decirte que no. Una de las cosas que tenía clara es que quería ser madre joven», señala Suárez. Según recuerda, para adoptar a un menor en el Estado español el proceso resultaba aún más complejo: una media de 400 familias esperan cada año, y los que se dan en adopción entran en los dedos de una mano.

La propia decisión de recurrir a la gestación subrogada es muy difícil, reconoce Vanesa de León, pero una vez la tomas depositas ya «todas tus ilusiones y esperanzas en ese país que sí te da la posibilidad y en esa mujer que te va a ayudar».

En su caso, tomaron la decisión en setiembre de 2015. Una vez puesto en marcha el proceso a través de una agencia, viajaron para conocer a la gestante. «Vaya momento… Solo recuerdo que me puse a llorar en cuanto la vi. ‘Es perfecta’, pensé». Se sentó a su lado, le cogió la mano y le pidió que estuviera tranquila: «Todo va a salir bien, y pronto serás mamá», me decía. El embarazo ocurrió en el primer intento. Y desde ahí, nueve meses en los que la gestante «implica de lleno» a la pareja que recurre a ella, «en contra de lo que la gente puede pensar», defienden.

«Desde el momento en que la conoces confías en ella a ciegas, y ya entonces la haces partícipe de tu vida», señalan los tres. La comunicación hoy día es mucho más fácil además: durante el embarazo el intercambio de fotos, mensajes y videoconferencias son diarias, y a ello se le suman los viajes que las parejas realizan al país de origen para seguir de cerca momentos puntuales, como ecografías.

Ucrania es un país que sí exige que las madres no puedan gestar, es decir, que haya una incapacidad para ello. «Nos gustaba aquel país por la forma en que se llevaba el proceso; las relaciones con la gestante son continuas. Antes de ir intercambiamos información, fotos, historiales e historias. Le escribimos nuestra vida y después nos conocimos. La gente cree que es una relación muy fría, pero es justo lo contrario», afirma.

Ella los mantiene «al tanto de todo», además de la información que les llega desde la clínica. «Y como la relación es tan intensa, nos acabamos contando cosas de nuestras propias familias, de nuestro día a día… Es difícil explicar la intensidad de todo esto, pero la persona que gesta a tu bebé entra de lleno en tu vida para quedarse», explica. Sus hijos el día de mañana sabrán esta historia.

Vanesa y Miguel coinciden. «¡Cómo no la vamos a querer! Ella nos ha regalado lo más bonito que tenemos en esta vida: la posibilidad de tener a nuestros dos hijos. Sin ella nunca lo hubiéramos logrado».

Se enfrentan a críticas pero también tienen apoyos, y creen que es cuestión de tiempo que se regule. «Llevamos una enorme mochila en la espalda, pero ahora mismo no sería capaz de cambiarla por una más ligera, porque esa relación que tengo con nuestra gestante y otras familias es única», expresa Suárez.