Irati Jimenez
Escritora
JO PUNTUA

Mejoras

Leí hace años un artículo que, desgraciadamente, no guardé ni he conseguido volver a encontrar que comparaba las figuras de Guardiola y Mourinho para sacar una conclusión que cualquiera que se haya parado un minuto a escucharles, mirarles, leerles o verles sacaría por sí mismo. Que uno –Guardiola, obviamente– es mucho mejor que el otro. Así, en general. Mejor y punto. Más amable, más educado, más culto, más profesional, más de fiar. Mejor sin paliativos de ninguna clase.

El autor lanzaba esa conclusión sabiendo lo provocadora que resulta para aquellos que afirman que, en el fondo, somos todos iguales. Si nos referimos a nuestra posibilidad como seres humanos quizá sea verdad, aunque el asunto entra ya prácticamente en el ámbito de la teología, pero si nos atenemos a cómo nos comportamos unos y otros, decir que somos todos iguales es una mentira tan descarada que hay que ser cínico premium para sostenerla.

Hay personas mejores y esa verdad no debería escocernos sino inspirarnos. Porque esas personas nos guían con su ejemplo, nos enaltecen con su relato, nos hacen creer en nuestra mejor posibilidad. Si tenemos suerte, nos acompañan como personas. Si tenemos más suerte aún, nos acompañan como pueblo. Idean nuevas resistencias, generan alianzas que parecían imposibles, lideran proyectos que quizá se retrasarían durante generaciones. Y, por supuesto, generan deudas que solo se pueden pagar estando a la altura de su coraje y de su ejemplo.

Quien dude de que existen, no tiene más que observar a quienes estos días vencen la terquedad imperialista y cerril de los estados español y francés para efectuar un desarme civil histórico. A mí también me gusta fantasear, como a los cínicos, con que ninguna de esas personas que lo han hecho posible es mejor que la mayoría.

Significaría que la mayoría hemos conseguido ser notablemente mejores de lo que somos.

Ojalá.