Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Rara»

El siempre duro despertar a la vida y las emociones

Todo en “Rara” fluye con una nitidez que sobrecoge y emociona por su evidente y saludable declaración de intenciones. En esta su primera propuesta en formato largo, la chilena Pepa San Martín nos coloca ante el espejo de una sociedad que observa con recelo todo aquello que supuestamente altera los cánones establecidos y lo escenifica en el transcurso de la rutina cotidiana y familiar de una adolescente que en su adiós a la infancia y en su despertar a la vida, topará de bruces con esos estamentos morales instransigentes que tienden a dinamitar todo tipo de “rarezas”.

En esta oportunidad, la mirada de la cineasta se concentra en las reacciones de su joven protagonista la cual convive junto a su hermana, su madre y la nueva compañera sentimental de esta. Todo lo que podría ser catalogado como normal en el seno de este clan varía por completo en cuanto la joven cruza el umbral de su casa y choca con los comentarios de su instituto o los que escucha por boca de su padre. En este constante trasiego de emociones, la protagonista se descubre en un difícil equilibrio entre la naturalidad que cada día se descubre en casa o en la calle que estipula severamente cómo debe ser una familia prototípica, lo cual da como resultado una secuencia de reacciones que alteran su conducta.

En “Rara” no encontramos altisonancias en su discurso debido al tacto y sensibilidad que San Martín emplea para dibujar a cada uno de los personajes que comparten secuencias en una obra que encuentra su punto de eclosión en la determinante situación que surge de la custodia de las niñas, un arma esgrimida con crudeza por quienes no ven con buenos ojos la relación de dos mujeres que se muestran más que capaces para cuidar a dos niñas y descubrirles los renglones torcidos de una sociedad que altera por completo el significado verdadero de la moral y la ética.