V.E.
DAVID LYNCH: THE ART LIFE

En la mente y recuerdos del artista total

C omo sucede siempre que una película está dedicada a una gran figura (política, artística, filosófica...), se tiene que plantear un dilema que si no se resuelve bien, puede desembocar en una crisis de identidad fatal. Grosso modo, ¿se debe tratar de domar al protagonista del show o debe concedérsele libertad de movimientos?

Ante el privilegio (o responsabilidad) de hacer un documental de David Lynch, el trío de directores compuesto por Rick Barnes, Jon Nguyen y Olivia Neergaard-Holm, soluciona dicha pregunta apostando por la segunda opción. Su película es, a nivel de formas, llana y convencional, pero se eleva cuando aprovecha el tesoro que tiene entre manos. Esto es, el acceso total a David Lynch. Por si fuera poco, va este y se presta a contarlo todo, casi hasta abrirse en canal o, si se prefiere, hasta convertir el film en una sesión de sicoterapia. Es en el acierto de darle el timón al maestro, que este se muestra como lo que es: un artista total (pintor, cineasta, músico...), cuyo proceso creativo debería constar desde ya en la lista de patrimonio inmaterial de la humanidad. Mérito de Lynch, claro, y de unos directores que saben escuchar, plasmar y transmitir.