Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
JIMMY BARNATÁN
MÚSICO, ACTOR, ESCRITOR...

«Me siento muy querido. Puede decirse que soy un tipo feliz»

Jimmy Barnatán, es un activo, versátil y capacitado vocalista que ha orientado su faceta musical hacia el blues, aunque sin cerrar ventanas; pero también es actor, director de cine y escritor. Recientemente ha publicado la novela «La chistera de Memphis» y el nuevo álbum con Gaztelupeko Hotsak «Bourbon church», que presenta hoy en Portalea de Eibar a las 19.30.

Repasar la biografía de Jimmy Barnatán induce a pedir una silla de playa ante una vida tan intensa y repleta de diferentes fronteras artísticas. A sus 35 años, habrá que descontar sus años de cuna y travesuras, las tuvo que hacer y buenas, ha participado en casi una veintena de filmes junto a directores como Álex de la Iglesia, Santiago Segura, Isidro Ortiz o David Trueba.

Cuenta asimismo con su lista de cortometrajes, faceta en la que ha ejercido tanto de actor como de director. Ha participado, además, en serie como “Los Serrano”, “El comisario”, “Al salir de clase”... o “Museo Coconut”. De jovenzuelo ya participó en el musical “Los Miserables” y el teatro le llevó por diversas obras hasta “La cabeza de Bautista”, del año pasado.

Como músico ha pasado por etapas iniciales que dejan dos discos. Como Jimmy Barnatán & The Cocooners (espléndida banda reforzada en este disco por los coros de The Cocoonettes) lleva tres discos, el actual titulado “Bourbon church”, diez canciones más un bonus impecable que conforman un todo variado, coherente y divertido: blues en la base, pero también canciones de espíritu abierto y localizaciones singulares. «Siempre he hecho lo que me gusta, desde pequeño. Y debo agradecérselo a mis padres, Marcos y Rosa, que me han permitido, dentro de unos límites lógicos, poder moverme con libertad por estos alambres ardientes».

Con una banda profesional, composiciones inspiradas, emoción, fuerza, diversidad centrada y mucha actitud, “Bourbon church” es una gran iglesia bien aprovechada, donde pecar y disfrutar es parte de sus bancos.

¿De pequeño ya venía de serie tan inquieto, tan vital y con tan buen humor? ¿Escribía poemas de amor? ¿Llevaba el ritmo, cantaba?

(Risas, carcajadas) ¡Si! Terribles poemas de amor a mis amiguitas que, obviamente, no me hacían ni puto caso. Y cantar, y escuchar buena música. Desde que tengo uso de razón, siempre fui un freak de la música. Si no sonaba Michael Jackson era James Brown o Wilson Picket, y eso antes de los 10. En fin, un desastre (risas) ¡Un alma torturada!

Alma retorcida, pero con mucho amor y poesía en la mayoría de sus letras, ¿son vidas que se inventa?

Aunque uno escriba ficción, o la cante, la gran mayoría de los escritores hablan desde ciertas experiencias, por lo menos en su génesis. Hablo de cosas que me han pasado, de otras que me podrían ocurrir... Pero siempre desde la experiencia. Las vidas inventadas son las más reales de todas. Más reales que la propia.

Dados su frentes: cine, series, teatro, música..., tampoco extraña que necesite amor y lo dé para recibirlo.

El real lo tengo. El imaginado flota y rebota contra las paredes del vaso como los hielos del whisky. Mis padres, mi mujer, los Cocooners, mis amigos...: me siento muy querido, no hay carencias. Puede decirse que soy un tipo feliz.

Cuenta con una querencia por la arena y la playa, aunque parece que no todas las playas que menciona lo son en sentido estricto (lo apuntamos por «Bourbon church» donde hay doble sentido). Quizá sea un reflejo de Cantabria, donde nació. ¿Una añoranza?

Sí, paraísos de infancia. Santander y el Sardinero, Nueva York [donde ha vivido muchos años] y Conney Island. La arena, la playa, en el sentido figurado y en el más estricto de la palabra, para mí son la iniciación, el comienzo, el largo verano que a veces sobrepasa otras estaciones. Y cuando llego a mis dos ciudades, aunque llueva o nieve, allí siempre será verano. No me lo podrá quitar nadie.

Fue «el niño poseído» en «El día de la bestia», ¿cómo le descubre Álex de la Iglesia?

Álex le preguntó a Santiago Segura, con el que ya estaba trabajando en “El peor programa de la semana”, si conocía a algún niño que pudiese hacer de poseido. Santiago no lo dudo y contestó: “Amiguete, tengo a quien buscas”.

En 2013, en el disco «Room 13 a blues tale» colabora Álex Ángulo en función de narrador, otro bilbaino, y quien fallecería un año después.

A Álex Ángulo le conocí precisamente en “El peor programa de la semana”, el espacio de La 2 que dirigían Fernando y David Trueba y que presentaba El Gran Wyoming. Un sinfín de increíbles actores conformaban la plantilla de aquel programa: Álex, Ramón Barea, Santiago Segura, Anabel Alonso, Pablo Carbonel... Fue mi primer trabajo en TV. Álex siempre hacía de mi padre en los distintos sketches y nos hicimos muy amigos. Luego coincidimos en varias pelis y nuestra amistad fue creciendo. Hasta compartir representante, Juantxu Álvarez. Su ausencia es irreparable. Le echo mucho de menos.

«Bourbon church» parece su personal «Jesucristo Superstar» o el recuerdo de aquellos primeros años de niño yendo a escondidas a una iglesia a escuchar góspel en Nueva York. Esa iglesia que describe, no obstante, parece muy «singular», con demasiados callejones.

Es una iglesia a la que jamás entrarías a las 12 de la mañana, más bien saldrías de ella a esas horas con los ojos enrojecidos y el equilibrio de aquella manera. Es una iglesia de oscuridad y neones, de cuero, una iglesia para los desarraigados de la noche. Después de cantar por primera vez en Harlem, con 15 años o así, los músicos de la banda me invitaron a una jam session ese mismo domingo en un garito del Village, el Arthur’s Tavern. Después de decirles que iría encantado, uno de ellos me contestó: “Hijo, has conocido la iglesia. Ahora vas a conocer la verdad”. Nuestra “Bourbon Church” es más esto último. Esa verdad de bar, de barra, de fonda.

En este disco da la impresión de que necesita abrir estilo, divertirse con más posibilidades y sin que sean traiciones.

Nos gusta jugar. Nos pasamos la vida jugando y aunque nos apasiona la estructura canónica del blues, nos gusta el cachondeo, y como el género en sí mismo es un juego con miles de combinaciones, jugamos a saltar de una a otra. En el momento en el que dejemos de jugar, todo habrá terminado.

«In memorian» es una gran balada. Se la comprarían tanto Bon Jovi como Guns and Roses.

Habla de la irreparable ausencia. Del dolor infinito y del grito sordo que provoca la ausencia. La eterna, la que es irremediable. Es la canción más triste que he escrito. Hablo del sentimiento más triste que existe.

La apuesta de rock y blues caliente llega a pleno trote con «Rocking & swimming & rocking on», que se contrarresta, por ejemplo, con la sutil «Oceans of caresses».

La producción musical de Rubén Rodríguez “Gazpacho”, batería de la banda, consiguió transformar un tema que parecía de Pearl Jam en esta suerte de blues pop que nos gusta mucho. “Océanos de caricias” es, efectivamente, el tema más distinto, pero tajantemente negro. Con decirte que desde entonces a “Gazpacho” le llamamos “Quincy” [Jones] (Risas).

Se muestra, en general, versátil y fluido en voz. En «Strange fly of the bird», recuerda a Stevie Wonder, pero también a Jamie Cullum. Letra desolada, quizá un desengaño.

Sí, traiciones, algo muy del día. Me gusta mucho. Las guitarras de Sergio son inmaculadas. Está bajada de latitudes a otros géneros como la bossa o la samba. Nos divertimos mucho creando este “Extraño vuelo del pájaro”.

«I’m alone» es un cautivador corte de estilo wéstern y country-rock con las guitarras en pickin. Parece, además, una canción muy bíblica, una revelación o un estado sensorial extremo, casi agónico.

Sí, “I’m alone” es una revelación. Tú lo has dicho. Tal cual. A mí me da mucho, muchísimo miedo estar solo. Me provoca terror, pánico. Odio la soledad y el silencio. Me parece que es lo más parecido a estar muerto. Y con intención de curar ese miedo, con intención de salvarme, salió la letra. Con intención de salvarme de ese silencio, de esa soledad, tal vez de lo que significan para mí. Es jodido, porque no sé si lo he conseguido (risas). Siempre nos quedará el gintónic, que ese sí que cura...