Carlos GIL
Analista cultural

Concursos

La palabra retumba con una percusión que zumba en los oídos y remueve los pétalos de las flores que una vez dejaste que se independizaran. A veces escucho jaculatorias y reviso convocatorias de concursos con la fe de un converso. En algunas cadenas televisivas se emiten concursos que refuerzan la confianza en la memoria, el estudio y que existen personas que acumulan sabidurías y respuestas, datos y fechas. Otros coleccionamos lunas menguantes y suspiros de ranas morenas enamoradas. No se puede abarcar más allá del perímetro de tus ambiciones. A no ser que estés en estado de gracia, racha o concurso de acreedores y amantes.

En el curso de un periplo vital, la capacidad de deducción más allá de los cánones fijados en las tablas de valoración y en los prospectos de las penicilinas que nos sacudían los restos de unas noches de vino y poemas físicos que rozaban la extenuación circense, sirve bastante bien para la elección de un sortilegio y para sacar conclusiones de los reglamentos que intentan canalizar la fuerza creativa general por estrechos canales controlados por los funcionarios que nunca supieron distinguir entre una didascalia y una acotación. Es bastante habitual que hayan logrado entrar a sus lugares de función a través de un concurso público, abierto o restringido, donde asegura la prudencia popular que cuentan tanto las recomendaciones como los conocimientos. Así debe ser.