Raimundo Fitero
DE REOJO

Despacito

Escribe o revienta. Ayer quedó perdido en un tropezón en la avenida de la democracia. Hoy puede ser un día más en este camino hacia lo irremediable. Mañana podemos estar lamentando lo que ayer nos dejamos en esa grieta abierta por zapadores interesados. Dale. Despacito. Suena despacito. Acabaré cantando despacito en la puerta de un penal. Bailando despacito en cualquier café de las sendas del perfume de marca multinacional comprado a granel. Escribe esdrújulas o revienta de amargura revelada o de miedo, pero despacito.

Intentar vivir fuera de la burbuja futbolística es una tarea de espeleología política. En esta semana que vivimos entre juzgados y tornos de entrada en una prisión de lujo para mafiosos, hay fútbol de bastante importancia en cuanto al futuro de varios equipos diariamente. Cada día, es cada día. Mientras Rajoy está de viaje o de escaqueo institucional, los medios comparten portadas entre el partido del siglo de la semana y el escándalo de cada día, de la semana o del mes. ¿Cómo medimos la manipulación a la que nos están sometiendo en estos precisos instantes?  Yo sé que acaba de salir con un tercer grado un presidente de un equipo de fútbol y se le trata con reverencia cómplice y estaba por corrupción en Marbella. El presidente del Atlético de Madrid aparece en los papeles de Ignacio González. Su segundo es el hijo de Jesús Gil y Gil. No sigo.

Despacito, vamos despacito. De nuevo Pablo Iglesias y su pareja Irene Montero han dado una muestra de su infantilismo y su pertinaz obsesión en convertirse en el hazme reír y los genuinos representantes de la peor de todas las castas. No obstante su pelea con la SER sobre quién elige el tertuliano de los programas que representa a una formación política tiene su miga. Pensaremos despacito sobre el asunto para ver de qué va la libertad.