Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «Guardianes de la galaxia Vol. 2»

La gran familia galáctica

Este mundo (y ya puestos, este universo) está dividido en dos partes. Dos bandos antagónicos y teóricamente irreconciliables. En el primero, encontramos aquella gente que, al escuchar algunas notas de aquel temazo de la Electric Light Orchestra o de Glen Campbell (son solo dos ejemplos, pero hay muchos más), no pueden ni quieren evitar esa reacción en cadena de su sistema nervioso que les lleva, inmediatamente, a mover el esqueleto. A eliminar el sentido del ridículo y a bailar como si todo el cosmos fuera a destruirse al terminar esa canción. En el otro lado, están los que no sienten nada.

James Gunn es uno de los primeros... y a los primeros se dirige. Cuando lo hizo en el año 2014, su parroquia era numerosa. Después de su sermón, lo fue mucho más. Y ahora, tras su segunda intervención, lo será aún más. “Guardianes de la galaxia, Vol. 2” retoma la fórmula del éxito de su predecesora y, como exige el cine espectáculo, la lleva hasta el infinito y más allá. Consciente de que el factor sorpresa ya no juega en su favor, Mr. Gunn se aferra a lo que hizo de su anterior film un referente imprescindible dentro de la superhero movie, y lo explota hasta quedarse sin energías.

La película, para bien (sobre todo) y para mal, agota. Básicamente, porque está diseñada para ello. Así como se la juega ahondando en los traumas familiares de sus protagonistas (leitmotiv de esta segunda entrega, lo cual puede interpretarse como una puñalada al espíritu desenfadado de la primera), apuesta sobre seguro ahondando en su principal virtud. Al final, todo conflicto, pelea romántica y debate interior queda verbalizado como si estuviéramos ante un capítulo de nuestra sitcom favorita. Se concreta pues otro estallido de orgullo freak, mucho más divertido que espectacular (que también). Sobrado de ese encanto trash de “Flash Gordon”... y de ese carisma autoconsciente de “Futurama”. La pareja de baile perfecta.