Martxelo Díaz
Kazetaria
IKUSMIRA

Le Pen, por la mano

Fábrica de Whirlpool en las inmediaciones de Amiens. Amenazada de deslocalización a Polonia. Por ello, los trabajadores se están movilizando. Amiens es la ciudad natal de Emmanuel Macron, el candidato a las presidenciales francesas. El autor de una las reformas laborales más perniciosas de toda Europa no tuvo mejor ocurrencia que reunirse con la Cámara de Comercio local. Marine Le Pen, mientras, acudió por sorpresa a la fábrica de Whirlpool e hizo su discurso, que, por mucho que nos lamentemos, era el que los huelguistas querían escuchar, que va a impedir las deslocalizaciones y que protegerá a los trabajadores franceses. Aunque la sede central de Whirlpool esté en Michigan.

Macron fue después a la fábrica y el recibimiento de los huelguistas fue de los que marcan época. Lo menos que le dijeron fue que era el candidato de la oligarquía y que no protegía a los trabajadores franceses. Algo, que por otra parte, ya se sabía.

El frente republicano presenta ahora lo sucedido como una encerrona de Le Pen a Macron y denuncia que el FN entregó silbatos a los huelguistas y les llevó croissants. Nos podemos quedar con eso, que probablemente sea verdad. Pero lo realmente preocupante es que la ultraderecha sea capaz de articular un discurso y una movilización de defensa de los trabajadores comiéndole el terreno a la izquierda.

La documentalista griega Angélique Kourounis destacó durante su visita a Euskal Herria que los votantes de Amanecer Dorado no son extraterrestres, sino vecinos del barrio. El problema es que la izquierda no les da soluciones. Y los fachas, sí.