Ainara LERTXUNDI
GERNIKA-LUMO
Elkarrizketa
SERGIO JARAMILLO
ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ DE COLOMBIA

«Todo proceso es difícil, pero no podemos perder de vista que la guerra se acabó»

Sergio Jaramillo, Alto Comisionado para la Paz de Colombia, fue uno de los arquitectos de la política de Seguridad Democrática del Gobierno de Uribe, pero también una pieza fundamental de los diálogos con las FARC y de los acuerdos de La Habana.

El Alto Comisionado para la Paz y negociador plenipotenciario del Gobierno colombiano, Sergio Jaramillo, atiende a GARA en el Hotel Gernika tras recibir en representación del presidente Juan Manuel Santos, el Premio Gernika por la Paz y la Reconciliación, un galardón compartido con el comandante en jefe de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, a quien no le dieron permiso para viajar. Fueron más de cuatro años de diálogo en La Habana. Ahora se enfrenta al inmenso reto de implementar lo acordado, una tarea no exenta de desafíos y contratiempos. «Todo proceso de paz es complejo. Pero no perdamos de vista que la guerra se acabó», subraya.

Usted sostiene que para hacer la paz hay que saber hacer la guerra. ¿Cómo y cuándo llegó a la determinación de que había llegado el momento de cambiar de estrategia y de apostar por una vía dialogada?

La determinación la tomó el presidente Santos, no yo. Si me pregunta a mí, le diría que incluso cuando era viceministro de Defensa pensaba que el esfuerzo de seguridad militar había llegado a un punto en el cual no se iba a avanzar mucho más. El objetivo siempre fue cerrar el conflicto de la mejor manera posible; no desaparecer al otro.

¿Cómo una misma persona, en este caso usted, arquitecto de la política de Seguridad Democrática con Álvaro Uribe, es capaz de hacer la guerra y la paz?

Le cuento una anécdota. Una vez estábamos en una reunión durante la fase secreta con las FARC. En ese momento yo tenía formalmente el cargo de asesor de Seguridad Nacional, aunque ya tenía las funciones de comisionado de paz. Las FARC me dijeron: «Oiga Sergio, qué cosa tan curiosa, usted es un hombre de la guerra y un hombre de la paz». Yo les dije: «Sí, como ustedes». Y se rieron. Siempre fue muy importante que ellos sabían que yo los conocía bien. Es mejor cuando uno tiene conocimiento de todos los elementos que se están moviendo.

¿Qué es la paz para usted?

El proceso introdujo un cambio conceptual importante respecto a cómo se había tratado el tema de la paz en Colombia. Nosotros les dijimos a las FARC desde el comienzo que estábamos dispuestos a hablar de terminar el conflicto, no de la paz en general, y eso quiere decir, en primer lugar, que las FARC se tenían que desarmar. Había que tener la seguridad de que había realmente interés en terminar el conflicto; el Gobierno no se podía dar el lujo de tener un cuarto fracaso. En segundo lugar, este es el punto más importante, entendimos que cerrar el conflicto histórico no consistía simplemente en el desarme de las FARC, sino que había que tratar una serie de factores y condiciones que habían facilitado y alimentado la violencia.

Fueron más de cuatro años de diálogo. ¿Cómo se superan los roces propios de una convivencia tan estrecha con el resto de miembros de su delegación?

El Gobierno cubano hizo un esfuerzo muy grande en términos de proveernos de casas y facilidades en un lugar muy acogedor físicamente. Pero vivir encerrados cuatro años es difícil. Yo viví muchos años solo en Europa, en universidades e internados y, tal vez, estaba más acostumbrado a convivir con otras personas… Ayudó mucho que el jefe de la delegación del Gobierno, Humberto de la Calle, es una persona de peso, ponderada, que supo conducir muy bien las diferentes situaciones que surgían entre nosotros.

¿Qué representa para usted el Hotel El Palco, cuyos salones acogieron reuniones informales no menos trascendentales para el devenir de los diálogos?

Todavía no soy capaz de responder a esa pregunta. La gente no alcanza a imaginar la intensidad que tuvo esa negociación y aún estamos comenzando a digerir esa experiencia. Fue una negociación muy seria en la que las FARC trabajaron fuertemente.

¿Qué cualidades debe cumplir un negociador?

Sobre eso habrá muchas opiniones y escuelas de pensamiento. Se me ocurren varias. La primera, que debe tener la mayor claridad posible sobre adónde quiere llegar; debe hacer el mayor esfuerzo posible para entender de dónde viene el otro y qué preocupaciones tiene; y siempre es mejor tener un trato sereno y respetuoso, no valen la pena gestos teatrales. Y tal vez la última y la más importante, es que hay que ser muy serio en lo que se dice. Parte de la poca confianza que se puede construir en un proceso se basa en que en algún momento el otro entiende que uno dice lo que cree que puede ser, que no especula.

¿Cómo valora la implementación de los acuerdos teniendo en cuenta los retrasos en la construcción de las Zonas Veredales, donde están las FARC?

Ha habido muchas dificultades y retrasos en la construcción porque los campamentos están en sitios francamente inhóspitos, porque han surgido problemas administrativos para que quienes los están construyendo reciban el dinero a tiempo, y también porque hemos tenido problemas con los comandantes de las FARC en las regiones. No pocas veces no dejan trabajar, que si no les gusta una cosa o la otra… Eso ya está avanzando y en las próximas semanas deben estar listas las zonas, yo espero que la mayoría. Lo más importante es lo que viene después: la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil y la implementación de los acuerdos en las zonas rurales. En eso nos tenemos que concentrar. Es difícil porque se nos cruzó el primer año de la construcción de paz con la campaña electoral. Eso contamina el ambiente y hace más difícil la construcción de consensos.

¿Y respecto a la aplicación de la Ley de Amnistía e Indulto?

El Gobierno cumplió y pasó la Ley de Amnistía en el Congreso con extraordinaria agilidad. ¿Qué ocurrió? Pues que su aplicación requiere la intervención de un juez de ejecución de penas y la rama judicial ha realizado una serie de paros que nos han afectado muchísimo. Eso empieza a destrabarse ahora. Como Gobierno eso se nos salió de las manos, pero yo espero que en estos días todo eso comience a fluir mejor.

Teniendo en cuenta los retrasos, ¿se podrá cumplir el cronograma de dejación de armas?

Ese es el compromiso. La ONU ya tiene contenedores en todas las zonas, salvo en una o dos. Nosotros estamos haciendo esfuerzos enormes para adecuar las zonas, pasar las leyes... A las FARC les corresponde cumplir con ese compromiso.

Las FARC han denunciado la muerte de un miliciano poco después de ser indultado, así como la muerte del bebé que tuvo prematuramente la presa Rocío Cuéllar, a quien se le denegó el indulto. ¿Qué lectura hace de estos hechos?

Cada caso hay que mirarlo con cuidado. No tengo buena información sobre el caso del miliciano. Estaba en una zona muy convulsa de Colombia, cerca de la frontera con Ecuador, pero cualquiera que sea la explicación de este asesinato es muy grave. Distinto es el caso del bebé de esta señora que tuvo toda la atención médica en la cárcel, el diagnóstico correcto, el niño iba a nacer con una deficiencia muy seria en el corazón y todo esto se sabía. No hubo ningún tipo de negligencia. Es más, nos hemos ido a extremos en cuidado y atención, hemos mandado a bebés recién nacidos en avión a hospitales cardio-infantiles para que los atiendan… En eso le digo con toda tranquilidad que las FARC son muy desagradecidas por los esfuerzos que se han hecho en estos temas.

Echando la mirada atrás, uno de los momentos más difíciles fue el «no» en el plebiscito. Usted advirtió en vísperas de la votación que se trataba de una cuestión de «vida o muerte». ¿Cómo lo encaró? ¿Qué factores propiciaron ese resultado?

La segunda parte de la pregunta prefiero dejársela a los analistas. Lo que le puedo decir es que, evidentemente, fue un golpe muy fuerte, aunque yo personalmente nunca estuve tan confiado en que ganara el «sí» por diferentes razones. Lo que me parece más importante es la reacción que tuvo el Gobierno, porque los representantes del «no» decían, y lo siguen diciendo, que no estaban en contra de la paz, ni siquiera lo estaban del acuerdo en general, sino que tenían críticas y observaciones a ciertas partes del acuerdo. Entonces dijimos, ¡ah bueno!, si eso es así sentémonos y dígannos cuáles son. Las FARC actuaron con gran madurez. Desafortunadamente, no fue posible lograr un acuerdo político con los representantes del «no».

¿Cuáles son los retos más inmediatos al margen de los ya mencionados?

Avanzar más en los planes de reincorporación de las FARC y, sobre todo, el tema de los cultivos ilícitos y de coca, que crecieron mucho en los últimos años. Ahora hay una gran oportunidad de resolver el tema de los cultivos ilícitos de una forma mucho más inteligente pero requiere de mucha agilidad sobre el terreno porque hay muchas organizaciones criminales interesadas en hacerse con la economía de la coca. Eso es lo que a corto plazo más me inquieta.

¿Y la seguridad?

Claro. Es un reto muy grande. Parece que hay una tendencia a la baja de los asesinatos de líderes, pero en todo caso es una mala noticia que se hayan dado esos asesinatos y eso es una fuente de preocupación. Le puedo decir que hay unos esfuerzos muy grandes y coordinados con la Fiscalía para hacerles un seguimiento muy cercano y ojalá den resultados rápidamente.

¿Hay grupos paramilitares en la Colombia de hoy en día?

Hay una controversia que no sé si vale la pena explicar. El Gobierno no desconoce las amenazas que hay. Esos grupos que llamamos bandas criminales quieren ser tratados como si fueran una parte del conflicto y negociar con el Gobierno. Eso es un grave error porque hay que tratarlos como lo que son, organizaciones criminales con las que el Gobierno no negocia.

En una sociedad posconflicto, ¿cómo se construye el relato de tal forma que no se convierta en un obstáculo más?

Esa es una pregunta grande. Un relato único es difícil de imaginar en cualquier sociedad democrática. Sin embargo, es posible en el marco de una comisión de la verdad, y así lo acordamos: oír muchos testimonios de víctimas y, aquí viene la oportunidad que no teníamos antes, oír a quienes han tenido responsabilidad en la comisión de diferentes crímenes y tener un relato mucho más rico y matizado. Yo creo que eso es posible sin tener la pretensión de que un relato puede ser único y explicar algo tan complejo como 50 años de guerra, eso no es posible.

El 8 de abril se produjo el desarme de ETA, proceso en el que la sociedad civil ha tenido un papel decisivo. ¿Cómo valora esa implicación?

Me he puesto como regla no comentar asuntos internos de España. Solamente le digo que el anuncio de que cualquier organización armada decide deponer las armas es una buena noticia, sin duda.

¿Desea añadir algún apunte?

Solo quiero añadir que todo proceso de paz y de implementación es complejo. Pero no perdamos de vista lo que está pasando: se acabó la guerra en Colombia. La gente sintió una gran emoción al ver a las FARC subidas en botes navegando hacia las zonas, en buses marchando por los caminos. Esto va a salir bien al final, es la mejor noticia que hemos tenido en Colombia durante mucho tiempo.