Dabid LAZKANOITURBURU

Gana Jatami, pero no pierde Jamenei

Rohani ha hecho morder el polvo a Ebrahim Raisi, favorito de los principalistas y que sonaba como sucesor del ayatollah y guía supremo, Ali Jamenei. Esta derrota le deja prácticamente fuera de la pugna por el cargo mas decisivo de la República Islámica de Irán.

Pero este severo correctivo electoral para el principalismo es todo menos una derrota para el «Sistema» liderado por Jamenei. El líder supre- mo ve aclarada, por descarte, su sucesión, y podrá seguir frenando las aspiraciones reformistas de la mayoría electoral.

Rohani, reformista moderado y clérigo, no se olvide, tiene otros cuatro años, pero debería ser consciente de que le han dado una prórroga para que, frente a los frenos del sistema, encare una reforma visible en clave de derechos humanos y libertades. Y, junto a ello, debería ser consciente de que, con su apuesta liberal, no puede dejar al margen a los sectores sociales más castigados por una crisis económica que responde tanto a cuestiones estructurales –vinculadas a los déficits de la revolución– como al impacto en el país de la crisis neoliberal global.

Más vale que Rohani haga suyos ambos mensajes. De lo contrario, su reválida reformista al estilo Jatami podría convertirse, dentro de cuatro años, en una victoria como la que en 2005 logró el principalista Mahmud Ahmadinejad. Una victoria cimentada en la desilusión reformista y en la sensación de abandono de las clases populares.