EDITORIALA
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Las primarias, espejo de la crisis política del PSOE

El PSOE afronta uno de sus peores momentos desde que abandonó sus presupuestos políticos e ideológicos para convertirse en el sostén del régimen del 78. La crisis del sistema que ayudó a gestionar durante varias décadas le está devorando. El proceso de primarias ha sido un esfuerzo por afianzar un liderazgo que contara con el apoyo de la militancia como primer paso para recuperar la iniciativa. Y sin embargo, esas primarias se han convertido también en el espejo de todos sus males.

Dos de los candidatos proceden del aparato del partido, mientras el tercero fue, paradójicamente, el vencedor del anterior proceso de primarias, descabalgado por ese mismo aparato con el que pactó y que mantiene un férreo control sobre el partido. No en vano ha dilatado el proceso a su conveniencia. Anteriormente consiguió forzar la dimisión del primer ganador, Borrell, y dejar en nada el intento de renovación que impulsó otro vencedor, Zapatero. Esa es la burocracia que maneja los resortes del poder del partido: la financiación –cuando no corrupción–, los canales de comunicación y las listas electorales. Un dominio general que ha tornado irrelevante el debate interno. La ausencia de ideas –ningún boceto de proyecto político más allá de los tópicos– y la falta de disputa sobre estrategia ha centrado la poca polémica habida en cuestiones meramente tácticas. El corolario de todo ello es la indefinición ideológica, crónica en un partido que se dice republicano pero continúa sosteniendo una monarquía cada vez más cuestionada y que, cuando le conviene, dice aceptar nacionalidades pero negándoles el derecho a decidir.

Las primarias dejan ganador, pero poco más. A pesar de los poderosos apoyos con los que cuenta, económicos y mediáticos, el PSOE está profundamente dividido, sin mecanismos para la renovación interna y con una falta de clarificación ideológica que tampoco se va a dar en el congreso. Sus renuncias le hicieron grande, pero débil, muy débil.